“Eso es imposible, no hay ninguna posibilidad”. Era la voz de un buen compañero que intentaba que dejase de fantasear y posase los pies sobre la tierra. Era marzo del año 2000, trabajaba en Atlántico Diario y aquella gran noche, quizás la más grande que haya vivido en el estadio de Balaídos, echaba una mano a Deportes.
El sueño se hizo realidad en tan solo 27 segundos, el tiempo que tardaron Gustavo López y Mostovoi en regalarle a Makelele un balón en la frontal del área para que Van der Sar recogiese por primera vez el cuero del fondo de su portería. Sí, era la Juventus, y sí, se llevaron cuatro en el zurrón. ¿Les recuerdo el resto del once turinés? Ferrara, Montero, Mirkovic, Conte, Birindelli, Tacchinardi, Zambrota, Davids, Del Piero y Kovacevic. Si les parece poco, Zidane también jugó, pero ya era tarde para los italianos.
Partido de vuelta de los octavos de final de la Uefa. El Celta había perdido por la mínima en Delle Alpi. Sin duda, era la mejor plantilla que haya tenido nunca el equipo vigués, pero también es verdad que en el Sevilla, con todos los respetos, no juegan ahora ni Davids, ni Del Piero, ni Zidane. Recuerdo también el titular de aquella crónica de ambiente que escribí con una sonrisa de oreja a oreja: «Se lo contaré a mis nietos».
¿Se puede creer en la remontada dentro de siete días? Se puede, por supuesto. Quizás cueste mucho esta noche tras sufrir esta derrota tan dura, pero con el paso de los días, háganme caso, muchos empezarán a confiar en que es posible el milagro.
Los que tengan fe se agarrarán al famoso 4 por ciento, aquella mísera estadística que se encargó de destrozar Natxo Insa en otra tarde maravillosa, aquella en la que se salvó al Celta y su eterno rival se fue condenado al infierno. Los que quieran creer confiarán en que la fortuna no volverá a esquivar a los jugadores de Berizzo como lo hizo en esta noche aciaga de Sevilla.
¿Era más fácil ganar en el Calderón en los cuartos de final? Seguramente no. La trayectoria del equipo invita a pensar en que hay opciones, en que Orellana y Aspas pueden devolverle la moneda a la defensa sevillana y en que Jonny ya ha fallado todo lo que tenía que fallar.
Aquel marzo de 2002, a las diez y media de la noche, salía de Balaídos dando saltos y abrazado al compañero que apenas unas horas antes lo veía todo negro. ¿Es imposible que se repita ese 4-0? Ustedes deciden. Soñar es gratis; el premio a la fe es indescriptible.
Por cierto, todavía no tengo nietos, pero ya me queda menos. 😉 #RCCVAporEles