El próximo mes de diciembre, el Celta volverá a Sestao para jugar la segunda ronda de la Copa del Rey. Volverá así al viejo estadio de Las Llanas, donde hace casi cuatro décadas, en 1987, se vivió uno de los momentos inolvidables del celtismo: un ascenso cargado de tensión y de anécdotas, al que se viajó en el llamado “Tren de la Esparanza” y del que se volvió a Vigo en medio de una fiesta apoteósica.
Aquel 21 de junio de 1987 los celestes retornaban a Primera tras una jornada increíble, marcada por un desplazamiento masivo a Sestao, en el que se vencieron todas las adversidades, incluida una amenaza de bomba o el boicot premeditado de un equipo que se dejó perder para intentar evitar el éxito del Celta.
Liga regular
Los celestes querían aquella temporada recuperar la categoría que acababa de perder con el descenso en la 1985-86. Al final de la liga regular, con sus 34 jornadas, el Celta quedaba como tercer clasificado, por detrás del Valencia y del Logroñés, lo que le llevó a disputar la liguilla de ascenso, que comenzó con victoria 4-1 frente al Málaga, para continuar con un empate a cero frente al Castellón y una goleada al Coruña por 3-0 en Balaídos.
Una derrota en Vallecas ponía en peligro el objetivo, pero llegó una nueva goleada al Castellón (4-0) y, sobre todo, la conquista de Riazor con un 0-1 ante el Deportivo, con gol del mago Baltazar, en un partido que se saldó con gravísimos incidentes en las gradas coruñesas. La policía cargó, lanzó botes de humo y cuatro agentes, además de veintidós aficionados, resultaron heridos. El siguiente partido dejó el objetivo muy cerca, con la victoria por 1-0 frente al Rayo Vallecano. Y es aquí donde llegó el histórico encuentro ante el Sestao, cargado de épica y de anécdotas.
El Coruña se dejó perder
La situación favorecía al Celta en casi todos los escenarios posibles. Los celestes no sólo dependían de sí mismos, sino que podían permitirse perder por la mínima en Euskadi. Y también podían caer goleados, siempre que el Deportivo ganase al Castellón en esa última jornada, porque el triple empate favorecería a los vigueses. La única opción que dejaba fuera al Celta era perder por dos o más goles y que el Deportivo perdiese con los castellonenses. Y eso fue lo que hicieron: dejarse perder.
Aquel partido lo jugaron los blanquiazules en Lugo, porque estaban sancionados tras los graves disturbios en Riazor contra el Celta. Su entrenador, Eusebio Ríos alineó a los suplentes, dejando fuera del equipo a los tres máximos goleadores: Vicente Celeiro, con 22 goles; Donowa, con 9; y José Luis, con 8. Algunos de los que saltaron al césped del Anxo Carro no habían disputado jamás ni un solo minuto con el equipo coruñés, como era el caso de Castreje y Docobo. Así que sucedió lo que se buscaba: el Deportivo perdió 0-2 contra el Castellón, complicando así las posibilidades de ascenso del Celta. Se llegó a decir que Eusebio Ríos, natural de Portugalete, quiso beneficiar a sus paisanos del Sestao, pero la impresión general fue que el equipo coruñés se había dejado perder a propósito para perjudicar a los celestes, en una jornada que quedó marcada en la historia de la rivalidad de ambas aficiones.
Leri y el Tren de Sestao
Pero, pese a las adversidades, el Celta lograría el histórico ascenso con tintes épicos. El concejal Antonio Nieto Figueroa ‘Leri’ gestionó el llamado ‘Tren de la Esperanza’, también conocido luego como el ‘Tren de Sestao’ o el ‘Tren del Ascenso’. Las casi tres mil personas que llegaron en él a Bilbao, en un viaje que parecía interminable, nunca olvidarán aquella aventura, como tampoco el regreso triunfal, con su fiesta incontenible.
En total, más de cinco mil celtistas se congregaron en el estadio de Las Llanas aquel 21 de junio de 1987, batiendo todos sus records de asistencia. Su capacidad era de siete mil espectadores, pero aquel día, con las gradas supletorias, hubo más de doce mil.
Para complicar las cosas, la noche anterior al partido, en el hotel de concentración en Bilbao se recibió una amenaza de bomba, que terminó con los jugadores en la calle. “Eran los años negros de ETA. Te despiertas el domingo que vas a jugar y te dicen que salgas a la calle”, rememoraba el portero Maté en una entrevista en la que reconocía que aquella jornada “se me quedó grabada porque fue el partido que todo niño sueña jugar”.
Mendilibar e Irureta
En el Sestao jugaba Mendilibar, más tarde un técnico de prestigio en Primera, y el entrenador era Jabo Irureta, quien años más tarde dirigiría al propio Celta. La alineación que pasó a la historia celeste estuvo formada por Maté, Atilano, Hagan, Maraver, Lema, Nacho, Alvelo, Vicente, Cándido, Barboza y Baltazar. De refresco, entraron más tarde Tono y Gelo.
En cuanto al partido, tuvo poca historia. El Celta salió a defender el empate, dejó su portería a cero y, cuando el árbitro pitó el final, el 0-0 en el marcador valía un ascenso a Primera. Y desde aquí se desató la apoteosis. La fiesta en las gradas de Sestao fue antológica, al igual que la vivida en el tren de regreso, mientras que en Vigo hubo manifestaciones espontáneas de júbilo por todas partes. Hay quien cuenta que en la playa de Samil, abarrotada ese día, la gente seguía el partido por los transistores y, con el pitido final, se pusieron a bailar en la arena.
Fiesta en praza do Rei
Al día siguiente, la recepción en Vigo colapsó la praza do Rei, con miles de personas aclamando a los jugadores del Celta. Peñas como Xuventudes Celestes o Comando Celta animaron aquella celebración que marcó una época, con una explosión de identificación entre el celtismo y su club. Sucedió el 21 de junio de 1987, el día del histórico ascenso en Sestao que está marcado para siempre en la memoria de aquellos que tuvieron el orgullo de vivirlo.