A nadie se le escapa que ante el Real Madrid y el Barcelona los arbitrajes son los que son. Menos todavía a los aficionados del Celta, hartos de continuos errores en los que su equipo siempre sale mal parado.
La labor del trencilla Pérez Montero hizo honor a lo que todos se esperaban ante un equipo que se jugaba seguir la estela del Barça en la lucha por la Liga o decir definitivamente adiós. La primera parte discurrió sin sobresaltos destacados, sobre todo porque el equipo vigués fue el que llevó la batuta, dominó el balón y jugó en campo contrario.
Las “faltitas” a favor de los madrileños están a la orden del día y Balaídos entendía que su equipo se había ido al descanso por detrás en el marcador debido a sus errores en defensa. En la segunda parte, la situación cambió y los ánimos se fueron caldeando.
Una de las cuestiones que los celtistas no alcanzaban a comprender era por qué Larrivey no podía entrar en el campo hasta que el balón se parase cuando en una ocasión anterior Sergio Ramos había sido autorizado con la pelota en juego. Esa misma situación se produjo minutos después ante la perplejidad de los espectadores.
Había tensión, el Celta rondaba el gol y el resultado final era incierto. En ese momento llegó la jugada que colmó el vaso. Orellana se disponía a “fusilar” a Casillas en el área cuando Kroos apareció por detrás y lo derribó. A Pérez Montero no le pareció oportuno.
Balaídos protestó, pero las quejas no duraron demasiado. Los lamentos dejaron paso a las bromas y a la ironía. Cada falta a favor del Real Madrid empezó a ser aplaudida y a continuación la grada gritaba: “¡Otra, otra!”. Cuando Cristiano Ronaldo tocaba el balón las gradas le pidieron que se tirase y cuando el árbitro se encaró con un jugador madridista recomendaron un idilio público: «¡Qué se besen, qué se besen!»
Un empujón de Sergio Ramos a Khron por no lanzar un balón fuera acabó con amarilla al danés, por lo que el asunto ya derivó en carcajadas. Y también hubo tiempo para cantar el clásico “¡estamos hasta los h…”! Balaídos aplaudió a su equipo por el gran esfuerzo y se tomó con buen humor los habituales errores arbitrales cuando uno de los “grandes” pasa por Vigo.