Mi relación profesional con él se remonta a Sydney 2000. Posiblemente antes ya había oído hablar del deportista a través de Pablo Beiro (qepd), pero en relación al equipo de baloncesto del Club Deportivo Amfiv. Sin embargo, en los cuatro últimos años una gestión directa con Chano de Manel Fernández, concejal de Deportes, me ha permitido desde la distancia no solo cubrir informativamente para los medios sus citas oficiales, Mundiales, Europeos, Juegos Paralímpicos, sino también acercarme al corazón del dragón.
Enganchados ambos al whatsapp (que si te mando un corte de voz y te arreglas, que una foto o dos frases para la prensa, que necesito una imagen tuya en el aeropuerto…), esta herramienta se ha convertido en nuestro principal nexo de unión. Ambos nos hemos vuelto virtuales, interrumpidos por alguna que otra conversación telefónica.
El viernes, desde la playa de Foz do Minho, en Caminha, viví su plata como si en Glasgow estuviese. Ventaja de los ‘smartphone’. No di saltos, no, que no suelo exteriorizar las alegrías: solo respiré hondo cuando me cercioré a través de las imágenes de que era podio tras una regular primera parte de nado. Y pensé: he visto su mayor logro en quince años.
Un momento, me dirán: “¿Qué insensato se atreve a citar una sola prueba como el mayor éxito de un tipo que en Sydney 2000 conquistó 5 medallas y se cubrió de oro y que en Atenas 2004 también arrasó?”. Pues sí, la fuerza del argumentario.
El deporte de elite es una máquina de crear ídolos, de sacar campeones, de conquistar corazones con la misma facilidad que los despeña del podio, que los relega al olvido o los jubila porque hay alguien más joven, más guapo, más fuerte que te retira casi sin que te enteres. Ocurre en lo cotidiano, así que un sector altamente competitivo no se cuenta entre las excepciones.
El citius, altius, fortius suena muy bien, pero es un lema con perversa cara B: en cuanto tropiezas, olvídate de levantarte. Así, su plata del viernes tiene un valor superior. Chano se obligó a un esfuerzo titánico para acometer una prueba en la que si no hacía bronce como poco se quedaba sin beca y se despediría de una preparación paralímpica adecuada y profesional para Río 2016. Chano sabía eso y más. Estaba en juego llegar o no a Río.
En lo poco que lo conozco sí puedo decir que no se arruga. Es ya muy mayor para eso. Sí, mayor. Y no pasa nada por contarlo así. Esa es su magia. El vigués nadó con casi todo en contra… menos su edad, porque esta le permitió ser lo suficientemente frío como para que su corazón no cometiese errores. Benditos 58.
Ahí reside el mérito de Chano y de ahí procede mi defensa de que este ha sido, de largo, su mayor éxito. Ha convertido un hándicap, la edad, en virtud. El deporte paralímpico ha ganado en los cinco-seis últimos años un rol competitivo de altura, en una extraordinaria labor de integración del discapacitado. ¿Quién se acuerda de sus rivales en Sydney? La situación actual es radicalmente opuesta. Ahora hay ramillete de aspirantes y a la pileta llegan atletas con una preparación profesional abrumadora, con gigante capacidad de sacrificio para encaramarse al podio.
Han pasado tres lustros y Chano, que cada febrero cumple un año más como cualquiera, sigue dando guerra. Oro, plata y bronce están por encima del valor que marca el mercado bursátil pero eso no le amilana aunque sume más años en el DNI que sus tres principales rivales juntos. Eso lo hace más grande y sitúa en la posición más justa la plata cosechada.
¿Puede ganar alguien con 58 años? La lógica dice que no; el cuerpo también reniega… y Sebastián Rodríguez sale para decir que física y razón son rebatibles y que siempre hay una excepción. Toda norma la presenta y no hay verdades absolutas. Sí, puede quemar su DNI.
El deporte de competición no se acaba a los 35. La NBA se encargó de advertirlo con serios ejemplos ya desde los años 90. Sucede que en España vemos la fecha de nacimiento para todo. Somos país de clichés cuando la realidad se expone bien distinta. Solo concluye una trayectoria deportiva de máximo nivel cuando el rendimiento físico y/o mental dicen basta. Así se admite habitualmente, aceptemos por tanto que para todo lo demás, es decir, para Chano, las reglas se establezcan desde otros parámetros más propios de la magia.
Porque el viernes Chano rompió toda ley, demostró que el tesón no tiene fecha de caducidad y que Río, cuando tenga 59 años, será realidad porque su cuerpo y su cabeza van lanzados. Y carecen de edad. Eso, al menos, dice la leyenda.