El Comité Olímpico Internacional eligió a México D.F. como sede de los XIX Juegos Olímpicos a celebrar en 1968. Era la primera vez que el COI elegía a un país en vías de desarrollo, y también localizado en Hispanoamérica (el término América Latina es absolutamente erróneo).
Estos juegos de 1968 también eran diferentes porque, por razones climáticas, se iban a celebrar en octubre y no en pleno verano como era costumbre.
Pero diez días antes de comenzar los juegos tuvieron lugar unos hechos trágicos en pleno centro de la capital mejicana. El 2 de octubre en la plaza de las Tres Culturas hubo una concentración de estudiantes universitarios que pedían más libertad y más garantías políticas.
Ante esa concentración del movimiento estudiantil a los mandos del Ministerio de Seguridad no se les ocurrió otra cosa que ordenar a las fuerzas del ejército presentes (que no de la policía) disparar a los concentrados con sus armas reglamentarias. Resultado: más de 300 estudiantes muertos y cientos de heridos y detenidos, lo que se conocería como la Matanza del 2 de octubre. Este fue el trágico prólogo de los juegos olímpicos de 1968.
En cuanto al balance deportivo de los juegos hay que reseñar algunos apuntes. En primer lugar el atleta estadounidense James Hines fue el primero en bajar de los 10 segundos en la prueba de 100 metros lisos, parando el cronómetro en 9,9 segundos.
En segundo lugar el también norteamericano Bob Beamon que llegó (volando) hasta los 8,90 metros. Su récord estratosférico barrió la marca anterior por 55 cm de diferencia y se tardaron 23 años en poder batirla.
Y en tercer lugar otro hecho reseñable fue lo que sucedió en la prueba de salto de altura. En esta disciplina todos los atletas en aquel tiempo usaban el estilo de ‘rodillo ventral’, mediante el cual el atleta saltaba de frente y giraba su cuerpo en el aire para superar el listón.
Pero en éstas llegó otro atleta estadounidense, un joven alto y desgarbado, en aquel 19 de octubre en el Estadio Universitario de D.F. Y en su primer salto dejó atónitos a todos los presentes, que parecían no creer lo que habían visto. Lo que había ocurrido es que Richard (Dick) Fosbury, nacido en Portland (Oregón), abordó el obstáculo con una trayectoria curva y saltó de espaldas ante el listón con el brazo más próximo extendido.
Pero haciendo un poco de historia diremos que Dick Fosbury en su primer año universitario no destacó en ninguna disciplina atlética. Estaba desanimado por sus malos resultados en la pista cuando comenzó a experimentar a saltar altura de una forma diferente, ya que comenzó a hacerlo hacia atrás.
Durante su segundo año en la universidad fue mejorando su técnica y comenzó a hacer notables progresos. Cuando llegaron los Juegos de octubre de 1968 Fosbury ya tenía su estilo totalmente depurado.
Aquella prueba olímpica de altura en el Estadio Universitario tenía un gran nivel de atletas. Comenzaron los saltos y Fosbury fue pasando el listón (de espaldas) en sus primeras alturas.
Cuando la barra se puso en 2,18 metros sólo quedaban cinco atletas, Fosbury entre ellos. Tres saltadores superaron la altura: Gavrilov de la URSS, Caruthers y Fosbury de EE.UU.
Pero cuando la altura alcanzó los 2,22 metros el soviético Gavrilov quedó eliminado, y con la barra en 2,24 metros llegó el momento clave, entonces Richard Fosbury superó la altura mientras que su compatriota no lo logró.
El desgarbado Dick Fosbury, con su camiseta azul, pantalón blanco y una zapatilla blanca y la otra negra, acababa de proclamarse campeón olímpico de salto de altura, con una técnica que iba a cambiar la disciplina para siempre.
Hace pocas fechas que el exatleta estadounidense Richard Fosbury nos ha dejado para siempre. Suponemos, que allá donde se encuentre, se le podrá ver sobre el tartán y calzándose una zapatilla de cada color. D.E.P.