O’Connell lo ha ganado casi todo (sólo le queda un Mundial). Acumula 104 partidos como internacional. Conquistó el Seis Naciones en dos ocasiones, la Copa de Europa otras dos, varias ligas con su club de toda la vida, Munster, del que ya es un mito viviente. Un jugador que, a los 35 años, tiene ganado el respeto absoluto en cualquier campo de rugby del planeta. No necesita presentación y, no obstante, en cada partido ofrece una clase de lo que es ser un jugador de rugby, un capitán y un líder.
En el otoño de su carrera, O’Connell ya no es aquel portador del balón que ganaba metros sin aparente difucultad en el contacto. No obstante, su ímpetu es el de un recién llegado que lucha por ganarse el puesto. El primero en dar la cara, el que está metido en cada agrupamiento, el que con sus casi dos metros se lanza al tobillo del cualquier rival para placarlo. A los pocos minutos de comenzar el encuentro es fácil distinguir la camiseta del ‘Gigante de Límerick’ llena de barro y su ya extensa calva con alguna herida abierta. Como en aquel encuentro ante Sudáfrica, igual O’Connel no tocó el oval en los primeros minutos, pero acumulaba un buen número de placajes y unas cuantas limpiezas en los ‘ruck’. El líder marcaba el camino de la victoria.
Mientras, en la grada, cualquier joven aspirante a enfundarse la camiseta del trébol en los próximos años o un compañero en el banquillo recién llegado al combinado de Irlanda podrían observar el partido y, seguramente, reflexionar. «Si quiero jugar en este equipo tengo que placar, trabajar, casi morir en el campo porque es lo que hace nuestro capitán, que lo ganó todo. Yo, que no soy nadie…».
No se equivoquen, el ‘Gigante de Limerick’ no es ningún tuercebotas placador. Es un jugador excelso en todas las facetas del juego. Si quieren ensañar a un joven lo que es jugar en el paquete póngale un vídeo del irlandés. Dominante en la delantera. Siempre bien situado, aguerrido, pescador de balones, un seguro cuando lo tiene en las manos y, probablemente, el mejor saltador del rugby moderno. No es el más alto, pero sus manos son imanes para asegurar laterales propias y robar las ajenas. Con O’Connel en el equipo contrario tienes que contar con dos o tres pérdidas en el mejor de los casos. En el Seis Naciones 2014, que ganó Irlanda, el combinado del trébol firmó un 90% de eficacia en la ‘touch’.
Pero ahora estamos en 2015 y en una nueva edición del legendario torneo, en la que Irlanda ganó a Italia en la primera jornada y es el líder. Este sábado se mide a Francia en el Aviva Stadium de Dublín (18:00) en el encuentro estrella de la segunda jornada. La victoria del combinado del trébol lo mantendría como uno de los principales candidatos al título y, con el número cinco a la espalda desde que debutó en 2002 y salvo alguna lesión, estará Paul O’Connell. Disfruten porque, con toda probabilidad, es sú última participación en el torneo.
El ‘Gigante de Limerick’ anunció que, a sus 35 años, se retirará de la selección tras el Campeonato del Mundo del próximo otoño. Una buena noticia para sus rivales de 2016, una muy mala para el rugby y una pésima para sus contrincantres en 2015. Si habitualmente medirse a O’Connell puede convertirse en una experiencia dura, no quiero imaginar las predisposición del segunda línea cuando puede tachar en el calendario los encuentros que le quedan con su querida elástica del trébol. Si habitualmente ya se comporta sobre el campo como si fuera su último encuentro…