Las altas temperaturas que se están alcanzando este verano están afectando a los mares y océanos y a su biodiversidad. Sin embargo, a diferencia de la costa mediterránea, donde el mar puede alcanzar los 30 grados centígrados, en Galicia, el particular fenómeno del afloramiento mantiene el agua en torno a los 16 grados.
En las Rías Baixas la temperatura del aire máxima este jueves es de 32 grados. Sin embargo, el agua se mantiene a 15 grados. En la costa da Morte, con máximas de 23 grados, el agua se mantiene a 14. En el punto más caliente, en la Costa Cantábrica, cerca de Ribadeo, la temperatura del agua marca los 18 grados, según los datos de Meteogalicia.
Aunque los bañistas que se acercan a los arenales pueden percibir un agua claramente más caliente, es solo una ilusión, que se produce únicamente en la superficie y cuando no se dan condiciones de viento.
Basta con alejarse de la orilla o adentrarse en profundidad para comprobar la temperatura del agua, que según el programa de observación satelital Copernicus de la Unión Europea está a la misma temperatura que en algunos puntos del Mar Báltico y del Mar del Norte. El investigador de la Universidad de Vigo Marcos Fontela apunta al fenómeno natural del afloramiento, que se da “predominantemente en verano”, aunque puede ocurrir durante todo el año, y que en España solo ocurre en Galicia y en algunos puntos de las Islas Canarias.
Las altas temperaturas que estamos viviendo este verano tienen su causa en el anticiclón de las Azores y, precisamente, esas altas presiones son las que activan este fenómeno, que favorece que soplen vientos del norte. “Estos vientos retiran el agua superficial de las costas hacia el océano abierto y favorecen que asciendan aguas más profundas, que están más frías”, explica a Efe Fontela.
De este modo, a diferencia de los 30 grados de temperatura del Mediterráneo, en Galicia las altas presiones y los vientos del norte actúan como compensadores, al producir un fenómeno regulador de la temperatura que es además el responsable de la rica biodiversidad de las costas gallegas.
Sin embargo, aunque la naturaleza muestra ser sabia a la hora de combatir el cambio climático, Fontela asegura que la subida de temperaturas es “significativa” y se da “en la gran mayoría de mares y océanos”.
La boya de Bares (A Coruña), según los datos de Puertos del Estado, señaló una temperatura media del agua en superficie durante el mes de julio de 19,4 grados, mientras que el año pasado la media se situó en los 18,3 grados. En Silleiro, en Pontevedra, la boya notifica una media en julio de 18,3 grados, casi dos más que la de 2021, que fue de 16,6ºC.
El cambio climático genera tres grandes problemas en el medio marino: el calentamiento de las aguas, la pérdida de oxígeno y la acidificación. Estos tres factores, que ocurren a la vez y se combinan entre sí, afectan a la biodiversidad y a los ecosistemas.
“El medio marino tiene que adaptarse a vivir con unas condiciones nuevas. La química del agua del mar ha cambiado y existen datos de que este calentamiento provoca pérdida de biodiversidad, a pesar del fenómeno del afloramiento”, asegura el experto, que considera estos factores “agente de estrés fisiológico añadido” para gran cantidad de especies.
Aumento de 0,2 grados por década
Según la Asociación para la Defensa Ecológica de Galicia (Adega), desde los años 60 se ha dado un crecimiento global de la temperatura marina. Concretamente en Galicia se estima que las temperaturas de las costas está subiendo 0,2 grados por década. “Desde 1960, concretamente en Vigo, la temperatura del agua subió 1,1 grados”, indica esta organización.
No en vano, cuanto más caliente sea el agua superficial, más difícil es que las aguas profundas suban. Es decir, cuanto más calor y más irradiación solar sobre el agua, más difícil es que se produzca el afloramiento.
Adega informa de que la acidez en el agua y el aumento de la temperatura están impidiendo el correcto intercambio de materia orgánica. Especies de algas laminarias, adaptadas a temperaturas más frías y que son proveedoras de hábitats de ciertas especies y nutrientes para peces, moluscos y crustáceos, están muriendo.
Por otro lado, especies como el pulpo, un molusco acostumbrado a vivir en temperaturas frías, pero nunca a más de 300 metros de profundidad, están desplazándose, debido al calentamiento de las aguas, asegura Adega.
Además, la asociación también apunta a que las mariscadoras están notando una bajada en el número de moluscos y que cada vez es más frecuente encontrar bivalvos muertos en las costas. En las bateas, la producción de mejillón está, del mismo modo, cada vez más comprometida, una situación ante la que Adega no culpa únicamente al cambio climático, sino también a la “sobrepesca”.