El investigador del Departamento de Ecología y Biología Animal remarca que la población de cormoranes se redujo considerablemente en el Parque Nacional das Illas Atlánticas a partir de la catástrofe del «Prestige», en 2001, tras una minuciosa investigación sobre la conservación de poblaciones periféricas en aves marinas, centrada en el caso del cormorán moñudo, en el noroeste de la península ibérica.
Así, Barros subraya que aunque especialmente en la isla de Ons la especie muestra signos de recuperación en los últimos años, cualquier nuevo impacto podría hacer que la población descendiese por debajo de lo que se considera el límite de población mínima viable y se podría encaminar hacia la extinción.
Estos impactos no tendrían solo por qué ser una nueva catástrofe marítima con un vertido de hidrocarburos sino que podrían ser un periodo especialmente prolongado de ciertas circunstancias meteorológicas, la llegada de más visones a las islas o un evento especialmente dramático de mortalidad de ejemplares adultos motivado, por ejemplo, «por las artes de pesca con red, en claro auge en el parque nacional».
Por ello, el autor de la tesis considera fundamental aplicar de forma urgente medidas multidisciplinares para conservar la población actual y entre esas medidas propone que la administración facilite la inversión prevista para hacer un estudio detallado de las causas de mortalidad en el parque nacional centrándose en la interacción con las artes de pesca. «Hay que analizar dónde se está pescando dentro del parque, qué es lo que se está pescando y con qué artes, y ver si en ese tipo de pesca están muriendo las aves y en qué cantidades», señaló.
Con ese estudio se podrían proponer medidas concretas de gestión de la pesca en este espacio natural. «Somos conscientes de que es un tema polémico pero esta es la clave si queremos que siga habiendo cormoranes en las islas, una especie que, hay que recordar, fue uno de los principales valores por los que se creó el parque natural de Cíes y luego el parque nacional actual», apuntó.
«Los efectos de los hidrocarburos sobre los organismos marinos se pueden mantener en el largo plazo, lo que es un aspecto muy poco documentado», afirma Barros, que en 2014 publicó, junto a sus directores de tesis, David Álvarez y Alberto Velando, un artículo científico a este respecto que fue publicado en la revista Biology Letters y posteriormente referenciado en Nature.