El punto de inicio del recorrido se establece en el centro de la parroquia de Zamáns, a la que se puede llegar a través de la línea 7 del Vitrasa. En vehículo particular es cerca del alto de San Cosme en dirección a Vincios. Y es que esta parroquia viguesa se caracteriza por ser completamente rural y así lo atestigua su particular núcleo. Una plaza pequeña con un buey y campesinos como escultura y dos bares y un ultramarinos como epicentros del negocio local.
Desde allí se puede tomar cualquiera de las dos direcciones para realizar la ruta. En este caso, la opción escogida en hacia el parque forestal de Zamáns. Lo que conlleva los primeros kilómetros de subida con descansos y después un fuerte descenso hacia el embalse. Si se opta por ir primero hacia al río, la subida será fuerte, pero concentrada en la parte media del trayecto.
La primera parada es el parque forestal y será un buen lugar para comenzar otro día el camino o para finalizarla y después optar por utilizar las mesas para una comida campestre. A partir de ahí, el trayecto discurre entre casas de aldea, caminos de tierra, asfalto o cemento hasta adentrarse en el bosque. Varios perros pueden saludar al paso del excursionista y en medio de una subida se separa la senda local (de raya azul) del Sendeiro das Greas (la roja).
Con la compañía del los pinos, y tras varios requiebros, el camino llega a uno de los puntos de mayor interés, la Fervenza da Freixa, por la que ya merece la pena hacer el recorrido. Eso sí, más recomendable en primavera que en verano porque un elevado caudal de agua elevará su atractivo. Es uno de los puntos más altos y, a pesar de que el Galiñeiro aparece en el horizonte, un nuevo requiebro sirve al caminante para comenzar el descenso hacia el embalse de Zamáns. Al inicio, de forma leve. Después, con tramos de fuerte pendiente hasta llegar a la balsa de agua entre un frondoso bosque. Antes de pinos, ahora con predominio de eucaliptos. Unos metros que se comparten con el Sendeiro do Galiñeiro PR-G1 (raya amarilla).
A orillas de un embalse completamente lleno a finales de abril, la vegetación cambia a un verde ostentoso, los senderos se separan y el camino es un paso estrecho de pies que acaricia el agua en muchos momentos. La zona destaca por su belleza y, aún así, surge la pregunta de ¿cómo sería sin embalse? No hay respuesta y los ojos disfrutarán de reflejos de casas y árboles sobre el agua. Tras aproximadamente un kilómetro que invita a la relajación se alcanza la parte alta donde confluyen los dos principales ríos de la zona. Hay un puente de madera y la ruta depara la última sorpresa.
Una sección con los típicos molinos del rural gallego. Restaurados y con una senda de pequeñas piedras para remontarlos poco a poco con el sonido del agua al lado. Una recuperación bien realizada y que culmina con una puente tradicional (pontella) delante de una de las construcciones. Será la guinda final al sendero porque quedan unos metros por caminos asfaltados y de poca belleza para regresar al punto de partida. La senda local de Zamáns está preparada para la llegada de la primavera.