Si existe un buen ejemplo de Vigueses por el Mundo ese es Javier García (Vigo, 1965), responsable de la delegación de la agencia EFE en China desde hace tres años. Periodista formado en la Universidad Complutense y en la Universidad de Hamburgo, ha recorrido el mundo cubriendo información en los puntos más «calientes» del planeta.
Alumno del colegio Alemán de Vigo y el Martín Códax, «donde me inculcaron el amor por el gallego», también estudió en el Instituto Coia 2. Tras la etapa universitaria en Madrid, fue corresponsal de la Radio Galega y de la TVG en la capital de España. «Por amor volví después a Vigo, desde donde viajé a países africanos como Mozambique o Burundi para hacer programas de comunicación por la paz para Naciones Unidas o a Bosnia, donde coordiné un programa de observación electoral tras la guerra en los Balcanes», recuerda. También fue corresponsal de El Mundo en Vigo y de EFE en Galicia, en Santiago, donde cubrió una de las últimas campañas de Manuel Fraga a la presidencia de la Xunta y el final de la catástrofe del Prestige.
Líbano, Israel, Argelia o Venezuela, conflictos en Oriente Medio, Palestina, las guerras del Líbano y de Libia o la Primavera Árabe… Javier García es un absoluto todoterreno periodístico, ahora desde China, en busca de información en primera línea. Fue el primero en entrevistar a Simón Peres para un medio español y también padeció la presión del gobierno de Nicolás Maduro en Caracas.
Fue el primer periodista en entrevistar al presidente israelí, Simón Peres, para un medio español
Ahora, habla maravillas de su nuevo destino, Pekín, donde espera quedarse unos cuantos años más. Desmitifica asuntos tan manidos como la censura informativa y la clásica polarización que los medios de comunicación norteamericanos trasladan sobre China. «Estamos muy colonizados por la información de los medios americanos, marca la agenda a los medios occidentales y españoles, que ofrecen en su gran mayoría una imagen de China que se centra solo en ciertos aspectos y acaba distorsionando la realidad del país», asegura.
VIGOÉ se puso en contacto con Javier García para conocer su trabajo y su visión de China, a la que compara con España en muchos aspectos. «Son fiesteros, relajados y tienen su punto caótico, los alemanes en Asia son los japoneses», señala. También explica la situación del país tras la pandemia y pone de relieve el papel que jugó un mayor sentimiento de comunidad y un menor individualismo. «La Covid-19 ha servido para reforzar el convencimiento de los chinos de que su sistema es bueno», añade.
-¿Cómo es su trabajo en China, en Pekín?
-En Pekín tenemos una oficina con cinco periodistas, ahora tenemos dos plazas vacantes pero solemos ser cinco. Luego tenemos un corresponsal en Shangai fijo, que también es español, plantilla local pero española; una corresponsal en Hong Kong, nativa de la ciudad en este caso, y en Taiwán, otro también nativo. Ambos escriben en inglés para nuestro servicio asiático en ese idioma.
Soy jefe de la oficina y organizo la delegación de China, también cubrimos Mongolia. Los corresponsales de otros medios españoles con sede en Pekín cubren todo Asia, lo que es una barbaridad, nosotros sólo China y nos llega… Compartimos también oficina con la Agencia Europea de Fotografía (EPA), de la que EFE es el socio mayoritario, y trabajamos muy estrechamente con ellos.
-¿También hacéis fotografía y vídeo?
-Sí, también, tenemos cámaras de vídeo y últimamente hacemos mucho periodismo móvil o Mobile Journalism (conocido como MOJO, por sus siglas en inglés), que cada vez está más extendido y es una maravilla porque es mucho más cómodo al poder grabar imágenes directamente con el teléfono. Los móviles de última generación te permiten hacer de todo con una calidad aceptable, sobre todo en historias calientes, transmitir en directo por ejemplo una manifestación. Cada vez trabajamos más con vídeo, es el signo de nuestros tiempos y para cualquier información más profunda o amplia resulta imprescindible.
La censura en China está un poco mitificada, hay problemas, pero como en todos los países que he cubierto.
-¿Es verdad que existe un alto grado de censura, es difícil trabajar como periodista en China o está mitificado?
-Está un poco mitificado yo diría. Es cierto que sí hay problemas, pero en todos los países en los que he estado siempre ha habido problemas de un tipo o de otro. En Venezuela tuve más problemas que aquí, hasta el presidente Maduro a veces se metía con EFE. Es cierto que en China son poco transparentes, el acceso a las fuentes oficiales es complicado… Confirmar las noticias a través de una fuente oficial es muy difícil, porque son muy cerrados, no tienen esa costumbre de explicar lo que hacen. El primer ministro da una rueda de prensa al año con preguntas ya pactadas de antemano. Es complicado obtener esa información directa al día, sobre dudas que tienes y quieres preguntar. Pero luego tú puedes salir a la calle y preguntar a la gente, hacemos mucho vídeo, mucha crónica social. Hay gente con más resquemor hacia los medios extranjeros por lo que pasa pero al final la gente te habla y puedes escribir lo que quieras siempre que tu información sea rigurosa y veraz. Los medios occidentales en general son críticos con China e informan de temas polémicos. Hay también algún medio chino privado más crítico pero en los oficiales, que son la gran mayoría, es muy difícil encontrar una visión crítica o que cuestione alguna decisión del gobierno.
-Les ven de otra forma a los medios extranjeros, como enemigos.
-Sí, está claro que ahora cada vez más. Estamos inmersos en una en una intensa guerra de propaganda con varios frentes, tanto por parte de China como de EEUU y Occidente, que sigue la estela de Washington. Más ahora después de la pandemia en que se dibuja un escenario de un mundo bipolar. El dominio de EEUU como potencia hegemónica desde la 2o Guerra Mundial está en claro declive y asistimos a una guerra clarísima por ambas partes de intentar influir en la opinión pública mundial y de crear una mala imagen del otro. El último caso ha sido el de Xinjiang. La Unión Europea, por primera vez desde la masacre de Tiananmen en 1989, ha adoptado sanciones contra China por el tema de Xinjiang, que es una región del noroeste del país con minoría musulmana uigur. Aparte de la etnia han, que es la mayoría de la población, China tiene muchas minorías étnicas y en esa región hubo bastantes atentados terroristas islamistas entre 2009-2013. A partir de ahí empezaron a apretar las tuercas, con mucha policía. Los chinos controlan mucho y han adoptado duras medidas en esa región, en la que los medios americanos aseguran que hay campos de internamiento con uno o dos millones de personas. La Unión Europea ha adoptado sanciones contra China por ello, algo que no sucedía desde hace muchos años.
Es muy difícil tener información oficial, muy difícil saber qué pasa en Xinjiang
En el trabajo periodístico es muy difícil tener información oficial y llegar a la verdad de lo que ocurre allí, es muy difícil saber qué es lo que pasa en Xinjiang porque hay muchos estudios en los que los occidentales de independientes no tienen nada y están de manera muy clara contra China. Al Tíbet, por ejemplo sí podemos ir periodistas, pero solo grupos organizados por el Gobierno. Yo estuve dos veces, siempre en viajes organizados. A Xinjiang puedes ir por tu cuenta, pero te sigue la policía en cuanto llegas y están todo el día detrás de tí para ver lo que haces. En ese sentido sí, en esas zonas calientes es muy problemático saber lo que sucede. El problema de los viajes del gobierno es que te llevan adonde ellos quieren. En Tíbet, al acabar el programa diario, iba a caminar solo por la ciudad para intentar hablar con la gente, lo que tampoco es fácil por la barrera del idioma.
-¿Cómo es la situación sanitaria, en qué situación está ahora China?
-Lleva meses bastante bien pero de repente surgen brotes, es muy curioso. Llegamos a estar tres o casi cuatro meses sin casos, en Navidades, y de repente hubo un brote bastante grande en Pekín y en varias provincias del norte del país. Los chinos lo controlan muy rápido, son muy estrictos en eso y es verdad que lo hacen muy bien, son muy organizados y tiene medidas muy estrictas. Si hay un brote aislan la ciudad, hacen test a todos los contactos cercanos de los contagiados e incluso les ponen en cuarentena. Llevamos un mes sin casos y ahora salió un brote en una provincia del sur, pero es un brote muy pequeño. Aquí lo llevamos bien, vamos con mascarilla, aunque en algunos sitios no es necesario pero te piden para entrar en casi todos los sitios el código de salud que tienes en el móvil. En ese sentido somos afortunados, con una vida bastante normal, aunque llevamos casi un año y medio sin salir del país y también cansa porque también nos apetece ir a ver a la familia. China lo tiene controlado a ese nivel. Hay casos importados de gente que vuelve al país, tanto chinos como extranjeros, pero los controlan bien. Todo el mundo que viene aquí tiene que hacer una cuarentena en un hotel de dos semanas y esos casos los tienen controlados. Por eso te digo que si China no es capaz de acabar del todo con la pandemia cuando la tiene controlada, imagínate España o cualquier otro país occidental. No digo ya ahora, sino que en España cuando todo esto acabe y no haya ningún caso durante meses y de repente haya un brote, si no hacen lo que hace China es muy difícil poder controlar todo esto, volverá otra vez, por eso a mí me preocupa en España, aunque las vacunas son una esperanza.
China tiene controlada la pandemia y si España no hace lo mismo, volverá otra vez, me preocupa
-¿Hay muchas diferencias entre la forma de actuar en China con Europa?
-Sí, por un lado la actuación por parte del Gobierno. Aunque al principio trataron de tapar el problema, ahora China actúa muy rápido. En Navidades a mí me sorprendía que en España todavía se estuviera hablando y discutiendo sobre si se celebraba la San Silvestre Vallecana por ejemplo, cuando aquí en ese momento no había casos y suspendieron las maratones y todos los actos. Y en España, con bastantes casos diarios al final la hicieron, con más restricciones pero al final la hicieron. Como las Cabalgatas de Reyes… si no podemos, no pasa nada por cancelarlas. Creo que hay muy poca conciencia de lo terrible que es esto y como hay que defenderse. Hay cosas que son perfectamente prescindibles.
La organización China, por tradición, es mucho más adecuada para combatir una epidemia como esta, están muy jerarquizados. Tienen una logística muy buena, construyen un hospital en cuatro días, laboratorios hinchables… esas cosas no se hacen tan bien en España ni en Occidente. Eso en cuanto al Gobierno y a la sociedad. Luego, a nivel personal también ellos piensan más en lo colectivo. En Pekín cuando comenzó la pandemia, a pesar de que no había ninguna prohibición de salir, la gente vio que esto era de tal magnitud tras el cierre de Wuhan, que no salía nadie a la calle. Todo desierto, nieve, mucho frío… no salían por la conciencia de lo que es una epidemia, tenían experiencia porque ellos habían sufrido el SARS en 2003, pero sí que hay más conciencia de lo colectivo. Hay una pandemia y hay que ponerse una mascarilla. En España nos pasamos meses antes de ser conscientes y decidir que la mascarilla era necesaria. Todo ello agravado por conocidas expresiones de políticos en la más pura tradición individualista española como la de ¿A mi quién me va a decir si me tomo un vino o no, o si me pongo una mascarilla? Esas cosas en Asia y en China concretamente no las hay. Ayuda mucho a la hora de combatir la pandemia.
-¿Cómo nos ven ellos, cómo entienden ese individualismo?
-Ellos no son muy críticos, somos nosotros bastante más, y un poco racistas en el sentido de que estos chinos hacen esto o lo otro. Recuerdo que les daba mucha pena ver los números de España y otros países antes del verano y en otoño por lo que suponía. China, al final, ha tenido cerca de 90.000 casos y 4.300 muertos con 1.400 millones de personas. Solo 4.300. Les asombraba, cuánto había afectado ahí, en Occidente en general. Aquí afectó pero no de esa manera tan brutal. Pero quizás sí que ha servido para reforzar en la población el convencimiento de que su sistema es mejor de alguna manera, viendo como está el mundo, viendo a EEUU. Aquí han salido y se sienten muy orgullosos de su sistema, de su país en ese sentido. Han podido con la pandemia y eso les ha reforzado. Si hubiera que medir el grado de apoyo, sin ser una democracia, está claro que la gran mayoría apoya al gobierno porque el nivel de vida de la población ha mejorado muchísimo en las últimas décadas.
China sale más reforzada de la pandemia y la población tiene el convencimiento de que su sistema es mejor
– También hay otros ejemplos de países comunistas en los que ha habido una incidencia baja. ¿Refuerzan eso al gobierno y a la sociedad?
-Sí. Su sistema es diferente, con sus características chinas y ellos hacen lo suyo independientemente de lo que haga el resto del mundo. En ese sentido les ha reforzado mucho el hecho de que les haya salido bien.
-¿Cómo se ve Vigo desde ahí, qué noticias llegan?
-Me sorprende y preocupa. Cuando en verano se anunciaba el alumbrado navideño. Parecía de otro planeta. Vigo es muy querida para mí y gran parte de mi familia vive ahí. Tengo un velero, me encanta navegar, estar con la familia, la buena comida. El año pasado murió mi hermano y no pude estar allí. Fue un año duro y tengo ganas de abrazar a mis hermanas, primos, sobrinos, amigos… La última vez que estuve en Vigo fueron las Navidades de 19-20, después viajé a Taiwán por las elecciones y al volver a Pekín ya se cerró y ya no pudimos volver a salir del país.
Aquí ya nos han puesto la primera dosis de la vacuna, en breve nos pondrán la segunda dosis. Esperemos que en verano la cuarentena hotelera obligatoria se acabe y puedas hacerla en casa y no encerrado en el hotel, que además es el que te asignan y que te tienes que pagar tú. La cuarentena no nos las van a sacar, va a seguir hasta el año que viene porque lo van a seguir controlando. Empezaron muy lentos con las vacunas. Pero ahora están apurando mucho y esperan para junio tener cerca de un 40% vacunados y alcanzar la inmunidad a principios o mediados 2022 con un 70% de vacunados.
-¿Cuánto tiempo espera estar en China y en qué momento le gustaría cambiar de país?
-Por ahora quiero quedarme en China, porque me parece un país fascinante y muy interesante. Tengo una hija de casi 5 años que habla chino como una cotorra y sería una pena que perdiera el idioma antes de que se le asentase. Le harían falta al menos 2 o 3 años más. Nos queda mucho por conocer. Es un país muy interesante y muy grande y da la sensación de que aquí se vive el futuro. Aquí por ejemplo, no utilizamos dinero en efectivo, va todo a través del móvil y ese contraste entre la sociedad muy avanzada tecnológicamente y la tradicional me resulta muy interesante.
China es un país muy interesante y muy grande, da la sensación de que aquí se vive el futuro
-¿Qué nos mandaría a España?
-China es parecido a España. Son fiesteros, relajados, los alemanes en Asia son los japoneses. Tienen su punto caótico. Hay muchos contrastes, igual ves un Mercedes o un Lamborghini como bicis cargadas con montones de cajas. Me siento bastante como en casa. Cuando era joven ir a Asia no me apetecía, no entendía el idioma, sin embargo me encuentro aquí más como en casa que en cualquier otro lugar de los que he vivido. Hace poco estuve participando en un seminario que organizaba el Igadi (Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional) sobre el Camino de Santiago y la Ruta de la Seda como vías históricas para el diálogo entre civilizaciones. Para preparar la charla del seminario, estuve investigando un chat en una aplicación que utilizamos en China. Es como el whatsapp y hay un grupo de unos 150 miembros que se llama Gallegos en China. Todos encontraban similitudes con Galicia. Aquí hacen castañas asadas, que venden en las calles en otoño, les gustan las grandes y largas reuniones en torno a una mesa. Hay muchos emigrantes que dejaron a sus hijos en el campo con sus abuelos para irse a trabajar a la ciudad. Hay varias ciudades de más de 15 millones de habitantes.
Los chinos son fiesteros, relajados y tienen su punto caótico; los alemanes de Asia son los japoneses
-¿Fue rápida la adaptación?
-Hablo poco chino, a diferencia de mi hija que me traduce. Pero me he integrado bien. La comida es muy rica y en cada región es diferente. No tiene nada que ver a la de los restaurantes chinos que conocemos. Es muy diversa y tienen verduras muy ricas a la plancha. Echo de menos, aunque la de aquí me guste, el pulpo a la gallega, el pescado, el caldo, el cocido… el mar lo echo mucho de menos, la gente… Aunque desde Pekín en un tren de alta velocidad te pones en la costa en dos horas y media no es lo mismo. En el sur tropical del país la costa está muy bien. Fuimos este verano de vacaciones.
-¿Cómo son las conexiones?
-Tienen la línea de trenes alta velocidad más grande del mundo, autopistas por todos lados. Muy moderno, no tiene nada que ver con la idea que tenemos formada fuera sobre ellos. Pekín es una ciudad siempre abierta, vive las 24 horas. En coche no viajamos porque hay que hacerse un carné nuevo aquí pero nos movemos en motos eléctricas.
Estamos colonizados por los medios americanos, aquí no vives con inseguridad
-¿Esa visión alejada se debe a la influencia de EEUU?
-Sí y también a la lejanía física y cultural. Nada es blanco y negro y estamos muy colonizados por la información de los medios americanos. Marcan la agenda a los medios occidentales y españoles, que ofrecen en su gran mayoría una imagen de China que se centra solo en ciertos aspectos y acaba distorsionando la realidad del país. Sí suceden cosas muy criticables, que te pueden detener por tus ideas políticas, que se reprimen las voces disidentes, pero no vives con esa sensación de inseguridad. Pekín es una ciudad moderna, diversa y con infinidad de opciones. No se informa tanto de la vida cotidiana para saber como es China si no para pintar su peor imagen. Pero la confrontación con China no nos conduce a nada más que en último término a una guerra. Hay que intentar conocerla mejor lo que solo se consigue con un acercamiento de las culturas. EEUU debería aceptar la convivencia con China y centrarse ambos en resolver los problemas realmente importantes del planeta: las pandemias, el cambio climático, las desigualdades sociales y entre países en el mundo…
-En base a su experiencia en tantos países, ¿el periodismo actual es mejor o peor?
-En cuanto al periodismo internacional existe mucha información a través de las redes sociales, estamos saturados, pero quizás más perdidos sobre lo que pasa en el mundo, como es el caso con China. Aunque haya muchas fuentes, la información está concentrada en menos manos que marcan la agenda diaria y es triste ver que no se habla de lo que realmente importa. El cambio climático será aún peor que la pandemia y no hablamos de eso porque no está en las agendas y de lo que no se habla en los medios parece no existir.
Desde el punto de vista de la agencia, intento contar lo que veo o consigo averiguar al margen de propagandas y presiones. Si no lo puedo ver es difícil escribir sobre ello, es esencial comprobar la información que te llega. En el periodismo local y nacional creo que sucede algo parecido. Todos los medios tienen una tendencia, unas ideas y poderes económicos, políticos o de otro tipo que pretenden influir. Si no se puede presenciar, es importante comprobar las fuentes y no fiarse de lo que a uno le cuentan. Y basarse siempre que sea posible en los hechos, más que en las opiniones. Extremar el rigor con los hechos.