El periodista vigués Alfonso Armada presentó este sábado en la Librería Versus de Vigo la edición de papel de la revista digital «FronteraD», de la que es editor y director y que se presenta como «FronteraJ, antolojía (con «J», en homenaje a Juan Ramón Jiménez). Cinco años contra el ruido». En su fugaz visita a la ciudad, concedió una entrevista a «VIGOÉ» en la que analiza la situación actual del maltrecho sector periodístico y en la que también opina sobre cuestiones locales, como la instalación del pesquero «Bernardo Alfageme» en Vigo.
¿De dónde procede el ruido que intentáis silenciar en «FronteraD»?
Nuestra sensación es que hay mucho ruido en internet, muchas voces difíciles de distinguir de los ecos. Hay mucha confusión. Internet es un instrumento maravilloso, con miles de posibilidades, pero hay mucha escoria. Ahora hay muchas posibilidades de informarse y en cambio hay gente más perdida que nunca. Al final no sabes bien de dónde vienen esas voces. Esta revista intenta parar, escuchar más. Creemos que hay demasiadas opiniones y pocos hechos. Muchos periodistas nos hemos convertido en tertulianos, todo el mundo está opinando constantemente, casi nadie presta atención a nadie. La idea es volver a la esencia del periodismo, a contar historias, ese es el eje de la revista.
¿Es malintencionado ese ruido?
Hay un ruido intencionado, el de los partidos políticos. Además, las ciudades son muy ruidosas y parece que nos da miedo quedarnos en silencio. Hay ruido político y banal por miedo a pararse a escuchar.
¿Qué ofrece «FronteraD» que no tengan otras revistas de comunicación?
Hay muchas fuentes de información, ni podemos ni queremos competir con los medios tradicionales. Una de sus razones es África, donde fui enviado especial para «El País» durante cinco años. Tenía que pelearme por publicar y cada vez viajaba más gracias a las ONG. Tenemos voluntad de hacer algo distinto, devoción por la crónica de largo aliento, reportajes muy largos, muy trabajados, que llevan mucho tiempo y que permiten entender mejor el mundo. El mundo se ha vuelto incomprensible y la revista intenta entender una pequeña parte. Asuntos que los medios no suelen tratar y huyen del runrún político, de la actualidad. Me preocupa que la actualidad estrangule la realidad. La gente se ha alejado de los medios porque son muy previsibles, muy aburridos y están muy politizados.
Como director del Máster de Periodismo y tal y como está nuestra querida profesión, ¿qué les recomiendas a los alumnos que llegan con vocación pero con un futuro muy incierto?
Esa es la palabra clave y además no se utiliza demasiado: vocación. Es la faceta fundamental del periodismo. Las circunstancias del sector son catastróficas y creo que se van a poner peor. El negocio no funciona por muchos factores. Primero, porque la crisis afecta de forma directa al sector, porque la gente ha dejado de leer periódicos, porque nos hemos suicidado regalando en internet lo que hacemos. Y después porque la publicidad no ha vuelto y la que ha vuelto lo ha hecho de forma muy tenue y no cubres los costes. Hay un cambio de tendencia general y nadie sabe cómo hacer negocio. Todos apuestan por internet, pero salvo medios anglosajones, que han cerrado las páginas, como «New York Times», que permite leer diez artículos al mes y después hay que pagar, nadie lo ha conseguido. En España, los experimentos de Orbyt y Kiosco y Más no acaban de ser muy rentables.
En el Máster intentamos ser lo más exigentes posibles, trabajando para un mundo ideal, lo que debe ser el periodismo más exigente, más ético… Y después explicando lo que es el mundo real. Todos los alumnos hacen prácticas de cinco meses en «ABC» y a los dos mejores se les hace un contrato. Llevo seis años y han salido 25 personas que trabajan fijas en ABC. De todas formas, el futuro pinta mal.
¿Cuesta animarlos?
Sí, pero yo no los desanimo. Creo que hay un error de planteamiento en las facultades de Periodismo, yo estudié en la Complutense y la carrera está sobredimensionada. Me parece mucho más interesante hacer otra carrera. De hecho, Cunqueiro, que era muy amigo de mi padre, le aconsejó que hiciera Filología, Historia, Filosofía… cualquier carrera menos Periodismo. Y después, que hiciera prácticas en un periódico. Me pareció una buena propuesta. Hay muchas facultades, se han disparado, y ahora son fábricas de parados. Hay una desconexión entre las facultades y las exigencias del sector.
¿Es ese uno de los mayores problemas? ¿Al periodista le faltan recursos a la hora de escribir porque en su facultad no abordó otras materias?
Sí, hay muy pocas prácticas, recuerdo que en la Complutense no había una asignatura de Reportaje, de Edición, de Entrevista… Eso es lo que intentamos suplir en el Máster. De hecho, hay alumnos que han hecho la carrera de Periodismo y reconocen que aprenden con nosotros más en un año que en los cinco anteriores.
La pregunta del millón, ¿cuándo se acaba el papel?
Cuando nos ponemos a hacer vaticinios… pasa como con las encuestas. Muchos gurús han marcado varios hitos anunciando el fin del mundo, el fin del papel… Yo creo que van a convivir, habrá menos medios, será un producto todavía más de lujo que ahora. En Estado Unidos ya lo ha hecho el “Christian Science Monitor” hace más de diez años. Tenía una edición diaria, cerró corresponsalías, cerró la edición de papel y hace una edición semanal, con papel de revista, el resto de la semana sale en internet. Esa es una opción posible, porque el hábito de leer el periódico de papel todos los días se pierde por muchas razones. Los periódicos de calidad sí van a aguantar y van a mantenerse, van a ser más caros y tendrán que reinventarse para ofrecer algo por lo que valga la pena comprarlo. Pero tal y como están ahora los periódicos, tienen que evolucionar, porque muchos no son sostenibles.
De todas formas, también es curioso que la prensa local se está comportando mejor. Periódicos como «Faro de Vigo» o «Heraldo de Aragón», tienen un nicho de mercado muy claro, tienen anunciantes locales y lectores fieles que se renuevan. Ese lector puede aguantar bastante mejor. El futuro no lo sé, hay mucha gente que lee en tableta, en móviles, que además crecen de tamaño. La gran batalla de internet es cómo mantener la atención, porque hay tantos estímulos… Los vemos nosotros mismos, tenemos muchas intromisiones, multitud de llamadas, mensajes, avisos… y el mundo digital es como una dispersión constante, es como una gran pantalla llena de estímulos en la que cuesta mucho profundizar y cuesta mucho concentrarse.
¿Sobramos periodistas, hay más periodistas en España de los que hacen falta?
Cuando hablamos de que sobran periodistas, parece una limpieza étnica, hay un componente de exterminio. Me gustaría plantearlo de otra manera. ¿Hay demanda social para tantos medios? ¿Hay más medios que antes? Estamos cerrando periódicos, revistas… pero surgen nuevos medios constantemente, mucha gente que está en paro monta su página digital. El mercado funciona así, es una especie de regulación, unas veces muy arbitraria, otras muy despiadada… Decir que sobran… El mercado, al ser tan despiadado, tiene sus propias normas. Ahora mismo he pasado por la calle Nicaragua (la entrevista es en la calle Venezuela) y he visto cerrados muchos comercios, se nota que la ciudad está pasándolo mal. El mercado es tan tremendo que se regula de forma salvaje. Me gustaría pensar que no sobran periodistas, pero no hay una relación entre lo que el público demanda y la cantidad de periodistas, sobre todo en las facultades. No hay manera de absorber.
Una pregunta interesada, ¿qué debe tener un periódico digital local como “VIGOÉ” para tener éxito?
Te digo lo que hacemos en el Máster, está además copiado del Máster de la Universidad de Columbia. Tenemos 15 alumnos y creamos un medio que se llama “Madrilánea”, que es un medio hiperlocal y cada alumno es corresponsal en su barrio. Tienen que hacer cada dos semanas una crónica de su barrio, salir a la calle y contar historias. Es una experiencia fantástica, porque lo que vemos es que cuando vas a una Redacción, y esto está ya generalizado, casi todos los periodistas están haciendo información pegados a una pantalla, con un teléfono, viendo lo que hacen los demás y repitiéndolo. Mi consejo es hacer historias de la calle. Vigo es una ciudad grande en la que hay miles de historias que no se están contando. Quizás me equivoque, pero creo que a la gente le sigue encantando que le cuenten historias, buenas historias. Saliendo a la calle y contando historias muy trabajadas. Todos los medios están obsesionados por los pinchazos, en teoría con más pinchazos más publicidad, pero muchas veces esa ecuación no se corresponde. Para el periodista que sale a la calle, es muy satisfactoria, ves gente real, miras a los ojos de la gente, es reconfortante.
¿Uno de los problemas de la pérdida de los lectores es que el periodista ya no sale a la calle y está pegado a su mesa, a su ordenador y a su teléfono?
En gran medida sí, porque el periodista ha dejado de ser interesante. Se ha vuelto muy previsible.
Periodismo de declaraciones…
Sí, de declaraciones que sabes que son mentira. Sin embargo, lo publicamos. Y después, la réplica. Es una especie de diálogo de sordos, me parece aburridísimo. La política me interesa mucho, pero el periodismo de declaraciones no me interesa nada, es periodismo de ruido.
¿Por qué te gusta decir que eres portugués?
Es una devoción desde pequeño. En los países limítrofes hay una tendencia a despreciar al pobre. Despreciamos a los marroquíes, los marroquíes a los africanos negros, los españoles a los portugueses, los franceses a los españoles… Desde pequeño he visto este desprecio hacia Portugal. Cuando comencé a viajar a Portugal me encontré un país maravilloso. Me encanta el idioma portugués, la literatura portuguesa, la comida, la tristeza, el silencio portugués… Eso me hace sentirme en un país muy distinto de España, a pesar de que ya no hay frontera sigue siendo un país muy interesante, más triste, más silencioso… generalizando, por supuesto. Pero yo en Portugal es como si sintiera que se me carga el alma. Me atrae mucho y me cansa un poco España, ese país tan estridente que tenemos.
Has sido enviado especial en África, en Nueva York, has estado en el conflicto de Sarajevo… ahora diriges un Máster de Periodismo, ¿con qué te quedas?
He tenido mucha suerte. Todavía me quedan muchas cosas por hacer, pero he disfrutado mucho. Nunca pensé en ir a una guerra ni me gusta definirme como corresponsal de guerra, pero cuando fui a Sarajevo me fascinó ver cómo la gente resistía en medio de un infierno, era como viajar a la Guerra Civil Española. Por eso, contar cómo la gente sobrevivía y mantenía su dignidad me impresionó. Fue una experiencia maravillosa. En África cubrí historias atroces que me han dejado muy marcado, fue apasionante. Y he descubierto que me encanta la enseñanza, no quiero ser paternalista, pero los jóvenes siempre cambian, tú vas envejeciendo y ellos siempre tienen la misma edad. Llegan con mucho talento y curiosidad, aprendes mucho, es muy estimulante. Me gusta seguir haciendo cosas y no quiero renunciar a nada. De hecho me voy el lunes a Egipto y quiero hacer un diario de viajes.
¿Te has arrepentido de no haber aceptado alguna oferta periodística?
Me hubiera arrepentido si no hubiese aceptado la oferta de ABC. En mi vida había pensado ir a Nueva York, pero hice un viaje a Nueva Zelanda porque me enteré que iba el Príncipe de Asturias, el actual Rey, y le dije a la directora adjunta de “El País” que desde pequeño estaba obsesionado con Nueva Zelanda. También iba Catalina Luca de Tena, de “ABC”, nos hicimos amigos y me propuso irme a Nueva York como corresponsal. Para mí fue un choque, me costó mucho dejar África y cambiar “El País” por “ABC”, pero me hubiese arrepentido si no lo llego a aceptar. Al final, valió la pena.
Vienes de una familia volcada al mar, ¿qué se te ha pasado por la cabeza cuando has visto la rotonda de Coia con el “Bernardo Alfageme”?
Pues mira, si quieres te lo mando (saca el móvil y abre su cuenta de Instagram). Es una foto y le he puesto un pie, te lo voy a decir en una frase. Aquí está: “Esto no es un homenaje a las gentes del mar, sino a una metáfora tristísima de Vigo”. Aparte de la polémica, del coste y demás, cuando un pesquero lo pones en el centro de una rotonda, puede entenderse como un homenaje al mar, pero estás reconociendo que el origen de la ciudad se está desvaneciendo. Forma parte de este mundo en el que cada vez hacemos menos cosas con las manos. ¿Lo que hablábamos del ruido? Voces, ecos.. Parques temáticos de las minas, de los astilleros… no hacemos nada con las manos, salvo ser camareros. Me parece tremendo, es como si un tsunami se hubiera llevado al barco allí porque se ha acabado la pesca, los astilleros, la construcción naval… resulta desolador. Es la constatación de un tremendo fracaso.