Esa antena de televisión está en el primer piso de una humilde casa de algún lugar de Galicia que mantendremos en secreto para que no se la roben, porque la casa es tan pequeña y tan bajita que la antena casi está al alcance de la mano.
La escena demuestra que la televisión se ha vuelto indispensable en nuestras vidas y que es el consuelo y el entretenimiento de muchos personas, que se asoman a su pantalla como una ventana donde se pueden ver todos los sueños, pero también todas las desgracias.
Curiosamente, y sobre todo los pobres, además de soñar con lo inalcanzable, también disfrutan con las desgracias de los famosos que venden su vida en los programas de la televisión basura. A lo mejor, esa antena y otras muchas antenas tendrían que estar en el cubo de la basura, en vez de estar en los tejados y en los balcones.