Se cumplen hoy once años de la emisión simultánea en todo el planeta del capítulo final de Perdidos, una serie que revolucionó la forma de ver televisión y gracias a la cual mucha gente empezó a hablar sobre viajes en el tiempo, universos paralelos y otros asuntos igual de locos.
Pasión por las series ha habido desde siempre y España no ha sido ajena a este fenómeno. Son parte de la historia del medio el enfado generalizado que vino a consecuencia de la sustitución de Mazinger Z por Orzowei o el polémico final de Los Serrano. Pero lo que sucedió con Perdidos fue diferente a todo lo demás. Empleando técnicas narrativas muy antiguas y provenientes de los seriales de aventuras, como el cliffhanger o el flashback, esta historia de náufragos en una isla cambió la historia de la televisión.
Empezó a emitirse en Estados Unidos el 22 de septiembre de 2004, creada por Jeffrey Lieber, J. J. Abrams, Damon Lindelof y Carlton Cuse para la cadena ABC, y la apuesta por ella fue tan decidida que el rodaje del episodio piloto, por sí solo, costó nada menos que catorce millones de dólares. Se trató de un tiro a ciegas, con un elenco de actores desconocidos a los que desplazaron a propósito hasta la isla de Oahu, en Hawaii —donde ya existían localizaciones famosas como Honolulu y Pearl Harbor, pero que no contaba con una gran historia como lugar de rodaje—.
Sin embargo, el impacto fue inmediato y la cadena recuperó con creces lo que había invertido. La serie atravesó el mundo y se convirtió en un fenómeno inesperado, generó una cantidad abrumadora de merchandising y convirtió a sus actores en estrellas del medio. Aun más, arrasó Internet —que por entonces ya se había extendido por todo el globo y había auspiciado la creación de foros de aficionados dispuestos a debatir sobre gustos comunes—, dio lugar a continuos debates acerca de las teorías más rocambolescas y convirtió en habituales temas tan extraños como la teoría de cuerdas, los viajes en el tiempo o los universos de bolsillo.
Llegó un momento en que todo el mundo sentía la necesidad de hablar de la serie y compartir sus ideas acerca de lo que estaba pasando. La ansiedad por ver cómo seguía la historia llevó a que aumentaran de manera sorprendente las descargas ilegales y a que, cuando una nueva temporada llegaba a España con un doblaje adecuado, todo el mundo la hubiera visto ya y los índices de audiencia no fueran los previstos. Eso obligó a la cadena a promover una emisión simultánea en todo el mundo del capítulo final de la sexta temporada, ese que —supuestamente— cerraba todos los cabos sueltos y daba las explicaciones necesarias acerca del misterio de la isla. Al final no fue tanto así y se hizo necesario un nuevo epílogo, The new man in charge, un cortometraje de doce minutos emitido el 24 de agosto de 2010.
Pero ¿por qué Perdidos resultó tan excitante y a la vez dejó en su público ese sentimiento de decepción?
El episodio piloto ya dejaba claras sus intenciones: un vuelo comercial, el 815 de Oceanic Airlines, se estrella en una isla desconocida y deja abandonado en la playa a un grupo de viajeros que no se conocen entre sí. Jack, Hurley, Kate, Sawyer, Claire, Michael y su hijo Walt, Sayid, Charlie, John, Jin y su esposa Sun, Shannon y Boone son algunos de los personajes protagonistas, repartidos entre el fuselaje retorcido del avión y en busca de una oportunidad para sobrevivir en aquel lugar misterioso. Por medio de flashbacks, vemos su origen y la razón que tuvo cada uno para emprender ese viaje, que marca de forma decisiva su comportamiento tras enfrentarse al horror.
Pero esta no era una serie de supervivencia, o al menos no era solo eso. En la isla empiezan a ocurrir hechos difíciles de comprender: la presencia de una tribu de aborígenes llamados los Otros —que parecen náufragos de viajes pasados—, la existencia de una serie de complejos científicos levantados años atrás por algo llamado la Iniciativa Dharma, los ataques de un misterioso humo negro o el encuentro con un oso polar.
Cada capítulo se basaba en la técnica de contar hacia detrás y hacia delante, casi siempre centrado en un solo personaje, que solía quedar en una situación conflictiva. Eso provocaba en el espectador un ansia irrefrenable por conocer el desenlace de ese hecho, pero en el siguiente capítulo la historia pasaba a otro, que también quedaba sin resolver. Y así hasta el infinito durante seis temporadas.
El argumento se complicaba cada vez más, exigiendo a sus fans un mayor grado de atención y de seguimiento de las tramas: algunos personajes lograban escapar de la isla, otros viajaban al pasado, unos pocos llegaban a una línea temporal divergente creada por la explosión de una bomba atómica… La isla se convertía en el centro de un misterio acerca del bien y el mal, la corriente del tiempo y el dominio del espacio. Aquellos que caían en la isla nunca terminaban de abandonarla, bien fuera en el plano físico o espiritual, y muchos eran capaces de cualquier cosa con tal de volver.
Pero nada ocurría al azar. Todo formaba parte de un plan urdido por seres muy antiguos, cuyas intenciones no quedaban claras. Y luego estaban los números —4, 8, 15, 16, 23 y 42—, que juntos podrían salvar el mundo. O no.
Perdidos generalizó el fenómeno de los maratones de series, en contra de la tendencia habitual hasta entonces de la emisión de un capítulo cada semana. Los espectadores devoraban temporadas enteras en sesiones de horas de duración, en parte por la enorme empatía que generaban los personajes y en parte por la capacidad de los guionistas para crear misterios sucesivos que nunca se terminaban de resolver. La interacción con el público se volvió habitual e incluso algunas tramas nacieron de ideas volcadas en foros y páginas web, algo que no había ocurrido hasta entonces. De aquellas ansias que despertó la historia de los náufragos en la isla surgieron más tarde todos los demás fenómenos televisivos modernos, que encauzaron las plataformas digitales, por lo que la forma de ver series nunca volvió a ser la misma.
Mirando en retrospectiva las seis temporadas de Perdidos, es cierto que algunos interrogantes se resolvieron y otros no, pero también es cierto que aclararlo todo nunca fue el propósito de la serie, sino más bien generar intriga acerca de cuestiones científicas y metafísicas, coincidencias, correlaciones y asuntos sin el más mínimo interés. Debates como el bien contra el mal o el destino frente al libre albedrío estaban a la base de cada historia, personificados en seres grises, modestos y cargados de imperfecciones a los que la isla enfrentaba consigo mismos.
No todos salieron bien parados, como es lógico, pero sí que se vieron cambiados para siempre, igual que nos ocurrió a todos los que vimos la serie en un momento o en otro.