El éxito de Miércoles en Netflix ha sido abrumador, con unas cifras de visualización espectaculares, un tsunami de fotos de la actriz protagonista por todo Internet e incluso la viralización de su curioso baile. Pero ¿qué es lo que hace tan especial a esta serie, a medio camino entre el terror y la comedia?
Alfred Gough y Miles Millar lo han vuelto a hacer. Después de arrasar por todo el mundo en los dos mil con Smallville, considerada una de las mejores series de superhéroes de la historia y que llegó a convertirse en un fenómeno transmedia que dio pie a novelas y cómics basados en sus tramas, ahora toman de nuevo a un personaje conocido por todos ⸺en este caso, Miércoles, la hija mayor de la familia Addams⸺ y nos muestran su adolescencia en relación a sus extrañas aptitudes, la relación con sus padres y las personas que la rodean. Es, curiosamente, el camino contrario al que hicieron con Superman, del que tomaron su mitología adulta y luego escarbaron en su pasado de instituto para mostrarnos la forma en que se desarrolló como persona hasta convertirse en un héroe. De Miércoles, en cambio, solo teníamos su imagen infantil, una niña sombría de largas trenzas aficionada a la decapitación de muñecas. Había, por tanto, mucho que inventar. No tenemos ni idea de la clase de persona adulta que puede llegar a ser, y lo bueno es que ella misma tampoco lo sabe. Tiene encima la poderosa influencia de su madre, Morticia Addams, a la que no quiere parecerse; y la figura ejemplar de Mary Wollstonecraft Shelley, a la que pretende desbancar como autora. Su personalidad es bastante más caótica de lo que refleja, y eso, como en muchas otras cosas, nos sentimos reflejados los espectadores, que también pasamos por la adolescencia y sentimos las mismas emociones contradictorias, aunque no tuviéramos una familia así.
La familia Addams fue creada en 1938 por el dibujante Charles Addams para el periódico The New Yorker en forma de viñeta cómica que parodiaba los comportamientos de una familia típica americana, solo que un poco más morbosa y con unos miembros bastante siniestros. Sin nombres propios en un primer momento, los Addams mostraban una tendencia a la oscuridad y un gusto por lo retorcido. Vivían en una antiquísima mansión victoriana y resultaban más entrañables que terroríficos, aunque sus vecinos solían rehuir cualquier contacto con ellos.
En 1964 se estrenó en la cadena ABC su primera serie de televisión, que tuvo un éxito inmediato a pesar de no haber superado las dos temporadas. Su influencia en la sociedad occidental fue inmensa y generó, a través de las décadas, productos derivados como videojuegos, cómics, largometrajes de acción real, películas de animación y nuevas series, todo ello con una buena recepción de crítica y público. Esta familia extraña y mordaz se había ganado un espacio propio entre los mayores personajes de la cultura del siglo XX, y faltaba por ver lo que el XXI podría dar de sí para ellos.
Tim Burton siempre se ha declarado admirador convencido de los Addams, hasta el punto de querer poner en marcha una animación en formato stop–motion en 2010 que nunca llegó a puerto. Solo en febrero de 2021 saltó la noticia: Burton había estado hablando con Gough y Millar para coproducir y dirigir una serie dedicada a Miércoles Addams que ellos tenían en mente. La premisa era rompedora con respecto a todo lo que se había hecho hasta entonces con los personajes: la hija mayor ha cumplido años y es hora de que empiece el instituto, pero no puede ser una institución cualquiera —sobre todo porque ya la han expulsado de unas cuantas—, de modo que sus padres deciden internarla en un centro de élite del que ellos mismos fueron alumnos en su tiempo, la Academia Nunca Más. Las peripecias que transcurren en sus primeros meses de estudio, los amigos que hace aun a su pesar y el misterio acerca de un terrible monstruo que ataca el campus llenan ocho capítulos deliciosos que están aupando a Miércoles al estatus de nueva serie de culto.
Pero ¿realmente es para tanto?
La primera baza sustancial está en los guiones, con una mezcla de aventura, terror sangriento, investigación policial y hermandades juveniles. Siempre están pasando cosas, el ritmo es ágil y las tramas se suceden a la perfección. Suspense, amor, odio y rivalidad en un ambiente macabro que le pega muy bien a la protagonista. En ese sentido, los personajes son atractivos en su mayoría y cada uno tiene su pequeño momento de gloria. La Academia Nunca Más —dedicada a Edgar Allan Poe y su poema más famoso, El cuervo— alberga toda clase de rarezas de la humanidad: sirenas, gorgonas, licántropos e incluso una multiforme. Allí deben estudiar para dominar sus capacidades y alcanzar su máximo potencial como adultos… o no. En esos años se definirá su carácter futuro, y Miércoles vive las mismas dudas que sus compañeros, aunque no le guste demostrarlo.
Uno de los mayores aciertos es la inclusión entre los protagonistas de Cosa, la mano que se mueve sola y que ya formaba parte del elenco de la familia Addams desde los años 50. Sus apariciones son especialmente divertidas, con un repertorio de humor gestual que sirve de contrapunto a las escenas más serias.
Y, por supuesto, el gran acierto es Jenna Ortega, centro absoluto de la serie, que se recrea en su carencia de toda emoción y en su desprecio por la humanidad. Hombros caídos, brazos pegados al cuerpo, mirada profunda… Ortega viste a Miércoles de una vulnerabilidad protegida por muchas capas, una terca determinación que esconde sus propias dudas como adolescente, y más en el entorno en que se está desarrollando. Eso hace que, de forma automática, aleje de su lado cualquier compañía, pero a la vez resulta tierna y entrañable, como lo fueron desde siempre los Addams.
Por tanto, Gough y Millar —con Burton dejando en la serie su marca inequívoca— han encontrado un balance perfecto entre el drama juvenil, la comedia de aventuras y la resolución de un misterio. Y es precisamente en la dinámica de sacar a Miércoles de su entorno habitual y enfrentarla a situaciones revolucionarias en donde han creado la serie más respetuosa con el legado de su familia.
Pero que nadie se lo diga a ella o tendrá que enfrentarse a su furia.