El pasado domingo día 30 se emitió el cuarto programa de la nueva temporada de Planeta Calleja, un proyecto delicioso que explora el mundo a la vez que el interior humano. El concepto, de por sí, es sencillo: un programa de aventuras con famosos. Desde el año 2014, Cuatro ha emitido siete temporadas de este espacio documental, o de entrevistas exóticas, o de telerrealidad por el mundo o como prefiera llamarlo cada uno. El presentador, creador y guía del viaje es Jesús Calleja, un aventurero en el sentido más amplio del término.
Nacido en Fresno de la Vega (León) hace 56 años, Calleja es montañista, submarinista, espeleólogo, piloto de helicóptero y avioneta, balsista, piloto de rallyes y presentador de televisión. Además, ha escrito diversos libros acerca de sus experiencias vitales, ha colaborado en proyectos benéficos y ha participado en el desarrollo de la comunidad nepalí, con la que guarda una relación estrecha. Desde 2007 forma parte de la parrilla televisiva, siempre en horario de máxima audiencia, habiendo realizado programas acerca de sus expediciones —como Desafío extremo, Desafío vertical o Desafío Everest— y otros que muestran lugares con encanto de la geografía española y a sus gentes —Volando voy—.
Dentro de toda esa producción televisiva, Planeta Calleja es un programa novedoso, ágil, revolucionario dentro de parámetros ya vistos y, en resumen, magnífico. Es un muestrario de lo mejor que hay dentro y fuera de las personas, del entorno y del alma, y de cómo se relacionan los dos. Es un programa de superación ante la adversidad, y para lograr eso hay que conocerse bien uno mismo.
En algún momento de su carrera como aventurero, Calleja tuvo la genial idea de hacerse acompañar por rostros famosos de nuestro país en algunas de sus expediciones, mezclando así el formato de viajes con la entrevista. Eso aumenta el tirón del programa, sin duda, por cuanto la gracia ya no solo reside en alcanzar la meta —cumbre, fondo del lago, final de la carrera…—, sino en ver cómo el famoso se desenvuelve en un territorio que desconoce por completo y en el que no puede usar ninguno de sus mecanismos de defensa habituales. Las imposturas se caen, los personajes que cada uno interpreta en su vida desaparecen en favor de la autenticidad y las personas se vuelven más sinceras.
Pero lo más importante en esa función es la actitud del propio Calleja. El aventurero ha demostrado ser un grandísimo entrevistador, que actúa más como un compañero de viaje —nunca mejor dicho— que como un periodista, y eso hace que la persona —antes famoso, pero ya sin poder protegerse— abra su alma y se muestre tal cual es, incluso dispuesto a revelar cuestiones íntimas de las que nunca ha hablado. El entorno, ajeno a todo cuanto ha visto antes, también fomenta su sinceridad, y el espectador ya no puede despegarse de la pantalla.
En el programa de este domingo pasado, Maribel Verdú acompañó a Calleja a la República Democrática de Santo Tomé y Príncipe, un microestado de África situado en el golfo de Guinea y colonizado por navegantes portugueses en el siglo XVI. Alberga maravillas naturales como el Pico Cão Grande, lagunas, bosques y playas inmensas, que sin embargo no han atraído por ahora demasiado turismo.
A lo largo del programa, pudimos asistir junto a la protagonista a una ceremonia de invocación de espíritus, a una misa gospel o al desove de las tortugas en la arena de la playa —y también al trabajo de ayudar a las crías a llegar al agua para asegurar su supervivencia—. Además, Verdú caminó por el interior de un volcán extinto, visitó una plantación de cacao, superó un trauma infantil acerca del buceo —y consiguió hacer snorkel en aguas del Atlántico— y realizó una travesía a pie que culminó en una impresionante cascada.
Pero, como ocurre en las mayores aventuras, el viaje físico estuvo acompañado de un viaje espiritual, de un desarrollo interior a la misma altura. La actriz repasó su carrera profesional, mostró su preocupación acerca del paso del tiempo y cómo eso impacta en la carrera artística de una mujer, habló abiertamente de feminismo y de los derechos de las mujeres, contó sus propias vivencias de acoso y ciertas proposiciones que recibió en su trabajo, e incluso descubrió algunos de sus sueños de futuro, que siguen teniendo relación con el cine, pero desde el otro lado de la cámara.
La imagen final del programa, con Verdú y Calleja sentados junto a la cascada, al término de su viaje exterior e interior, fue de una emotividad intensa que terminó en lágrimas. Pocas veces se muestra alguien en pantalla de una forma tan abierta, tan completa y tan sincera. Pocas veces se lanza con una ilusión semejante al viaje a través de sí misma y de la naturaleza.
La actriz habló sin tapujos de los sentimientos que le producían las escenas de sexo en el cine, pero lo que ocurrió el domingo en Planeta Calleja fue un auténtico desnudo emocional, una entrega completa de alguien que ya no se juega nada ni tiene nada que demostrar, pero que en esa ocasión disfrutó como una niña pequeña que descubre el mundo. Y su emoción atravesó la pantalla y nos hizo saltar las lágrimas a más de uno, de la misma forma que le ocurrió a ella. Por la propia ilusión de la aventura.