El 30 de noviembre, Disney+ ha estrenado la serie ‘Willow’, continuación de la legendaria película de fantasía de los años 80. Profecías, caballeros, princesas, espadachines y enanos vuelven a reunirse con el mismo espectáculo de cartón piedra de aquella época. Pero ¿qué tienes que saber de este fenómeno de culto?
Como muchas de las obras de arte que se convierten en míticas, Willow nació por una casualidad y un ejercicio de maestría. A principios de los años 70, George Lucas aún no tenía el renombre en Hollywood del que disfrutaría años después —Star Wars se estrenó en 1977 y En busca del arca perdida, en 1981—, de modo que no logró los derechos para adaptar al cine El Hobbit, uno de sus sueños dorados. Por aquel entonces, la fantasía y la ciencia–ficción no eran géneros de moda —Conan el bárbaro empezaba a publicarse en Marvel Comics, pero todavía faltaba tiempo para que se convirtiera en el rotundo éxito que levantaría a la empresa al completo—, de modo que Lucas se encontró varias puertas cerradas para sacar adelante su proyecto. Pero las cosas fueron cambiando poco a poco.
Su éxito con películas de aventuras y los avances que él mismo generó en el campo de los efectos especiales le consiguieron la atención de toda la industria cinematográfica, por lo que pudo embarcarse en proyectos cada vez más ambiciosos. Star Wars: Una nueva esperanza se convirtió en un fenómeno internacional, más aún con la llegada de El imperio contraataca en 1980 y El retorno del jedi en 1981 —saga que también, casualmente, provenía de la incapacidad de Lucas para hacerse con los derechos para adaptar el cómic Flash Gordon, lo que salvó tirando de inventiva y creando un universo propio de stormtroopers, mundos extraños y brujos defensores del bien—.
Un año después se estrenó Conan el bárbaro, la famosa película de John Milius que, junto a la enorme popularidad que estaba alcanzando el personaje en Marvel gracias a la llegada del dibujante John Buscema, aumentó la demanda de producciones de fantasía. De pronto, los estudios buscaban nuevas historias que llevar al celuloide. Fue la época de Legend (1985), Oz, un mundo fantástico (1985) y Dentro del laberinto (1986). Y entonces Lucas decidió recuperar su idea de una versión alternativa de El hobbit y habló de ello con el director Ron Howard, que venía de realizar Coccoon, otro de los títulos legendarios de esa década. Juntos se pusieron a trabajar en una obra de fantasía menos seria que la de Tolkien, menos sangrienta que la de Robert E. Howard y un poco más cercana a los cuentos de hadas tradicionales, con la participación decisiva de Industrial Light & Magic, la empresa de efectos especiales que había fundado Lucas en 1975. Así nació Willow, que llegó a las pantallas en el año 87.
La trama es simple: un reino ficticio de clara ambientación medieval sufre bajo la tiranía de la reina Bavmorda, una maligna hechicera que ha logrado eliminar cualquier oposición a su mando. Ha doblegado a los ejércitos rivales y ha inutilizado a los enemigos mágicos de su tiempo, pero aun así teme algo que no puede controlar: la llegada de una salvadora de la que hablan los profetas, una niña llamada Elora Danan que pondrá fin a su reinado. Con el fin de evitarlo, Bavmorda encierra en su castillo a todas las mujeres embarazadas y ordena revisar a las niñas que nazcan para identificar a la que lleve la marca sagrada. En el momento en que eso ocurra, deberá matar a la madre e iniciar un ritual mágico para capturar el alma de Elora en otro plano astral, ya que ni siquiera la muerte podrá evitar que la niña la persiga y acabe con ella. Tal es el poder de la elegida.
Como es lógico, esto no ocurrirá así. La niña logra escapar gracias a la matrona que asiste a su parto y acaba flotando por el río dentro de un cesto, vía por la que alcanza el poblado de los nelwyn, una raza de enanos que no suelen mezclarse mucho con otros seres. Un joven padre de familia nelwyn llamado Willow asumirá como propia la tarea de proteger a la niña, aunque eso le suponga atravesar el mundo conocido, enfrentarse a horrores impensables, conocer a guerreros míticos y poner a prueba sus incipientes dotes de hechicero, que a él le gustaría que estuvieran más desarrolladas, pero que, por desgracia —y para desesperación de quienes luchan a su lado— no pasan de un nivel desastroso.
La película original era tremendamente sencilla, y en eso estaba su encanto. Los decorados de cartón piedra, los personajes básicos, los bandos radicalmente enfrentados y los giros de guion predecibles llenaban la historia de una aventura fresca, original, divertida e irrepetible. Como si de una partida de rol se tratase, un enano, un ladrón, un soldado, unos duendes, una bruja y una asesina renegada debían proteger a la niña de la profecía y combatir los ejércitos de Bavmorda, y luego a la propia reina, en una cinta de persecuciones continuas y enredos cómicos. No hay apenas un momento de paz en todo su metraje, y los héroes y villanos —claramente diferenciados entre sí, sin matices— se enfrentan porque creen en ello, porque simbolizan la clásica guerra entre el bien y el mal que hemos contemplado tantas veces.
No hay pretensión de originalidad en Willow, sino de recuperación de las historias de aventuras tradicionales, de los seriales cinematográficos y de los folletines, igual que ocurría con Star Wars e Indiana Jones. Y esa identificación del público, ese camino ya andado muchas veces en libros de caballería y cuentos antiguos, la han hecho legendaria. También los maravillosos efectos especiales, revolucionarios en esa época, y los diseños del artista Moebius. O las novelas que se derivaron del guion principal, una trilogía creada por Lucas y que más tarde escribió Chris Claremont, guionista de los X–Men durante esos años. O los videojuegos, que llegaron a consolas, PCs y máquinas recreativas.
La película, al final, se convirtió en un éxito, aunque al principio obtuvo una recaudación escasa en taquilla y recibió críticas muy duras por esa misma sensación de refrito. Pero el paso del tiempo, la nostalgia y las múltiples reposiciones en televisión han hecho que todo el mundo recuerde con cariño a Willow. Así que era cuestión de tiempo que Disney, ansiosa por encontrar franquicias nuevas, propusiera una continuación de la historia.
Y ese momento ha llegado ahora. Disney+ ha estrenado Willow, la serie, pensada como una continuación de la trama original que tiene lugar, según afirma una de las protagonistas, «200 lunas después». Sorsha, la hija de Bavmorda que se volvió en su contra, reina ahora sobre el territorio más amplio del continente y tiene dos hijos en edad casadera, lo que implica unas cuantas estrategias políticas para obtener alianzas. La magia ha desaparecido y los humanos gobiernan el mundo conocido. Pero ¿qué ha ocurrido con todas las demás razas? ¿Dónde están los nelwyn? ¿Dónde está Willow? ¿Y qué ha sido del poder tenebroso de la antigua reina, que todos creen extinguido para siempre?
Enseguida resurgirá, como es lógico también, y traerá de cabeza a los que antes se consideraban seguros. Una invasión por sorpresa, un secuestro, una fuga y una misión de rescate en el otro extremo del mundo. Y, del mismo modo que en una partida de rol, un grupo de valientes de distintas razas —a la manera de la comunidad del anillo— encargados de viajar a territorio enemigo: un ladrón veterano, una joven aprendiz de caballero, una princesa mimada y, por supuesto, Willow, al que tendrán que buscar para enfrentarse juntos al regreso de la magia. Porque las cosas malas no basta con taparlas debajo de la alfombra. Suelen tener la mala costumbre de volver a las andadas, sobre todo para llenar los minutos de una serie que desempolva la nostalgia sin ningún pudor. Además, con los mismos actores, como hace Cobra Kai, uno de los mayores éxitos actuales de Netflix y que ya ha estrenado su quinta temporada.
¿Pasará algo así con Willow? Desde luego, la serie comparte la misma acción simplona y sin pretensiones de la película a la que continúa. Los decorados son igual de fantasiosos, la trama sigue careciendo de referencias históricas o de ambientación mínimamente desarrollada, los personajes cumplen todos los tópicos del género y las escenas se resuelven también sin demasiado sentido. Todo ocurre porque tiene que ocurrir, porque es lo esperable en una serie de fantasía liviana, que tiene más de cuento mágico que de la trascendencia que marcó Tolkien en sus obras.
De la misma forma que Caperucita no reconocía que debajo del camisón de su abuela estaba el Lobo Feroz, y de niños nunca nos cuestionamos que fuera así, los personajes de Willow son arquetipos de sí mismos, y eso es lo que nos gusta. O por lo menos llegó a gustarnos en la película. Habrá que ver si eso es suficiente hoy en día para mantener una serie, dada la feroz competencia que hay en el sector.