En una abarrotada biblioteca de la sociedad, con presencia de numerosos participantes en el Meeting Internacional de Optimist pero también con veteranos regatistas de la época en que García Villar competía, el que según el director del periódico digital Vigoé, es “el mejor entrenador vigués”, relató su trayectoria comparándola con situaciones de trabajo actuales.
Alberto García recordó que hace más de treinta años “no había ni entrenadores ni alertas amarillas; éramos un poco inconscientes cuando ahora todo está muy controlado. Existían muchísimas ganas de navegar y salíamos más de veinte barcos. El Náutico era nuestro patio de recreo y, a base de horas, fuimos una generación muy exitosa a nivel deportivo”.
De aquel grupo salieron él mismo, Gonzalo Araújo, Víctor Mariño, los Torrado… “Cada uno era su propio entrenador”, indicó, pero siguiendo una máxima no menor: funcionaban en grupo y compartían conocimientos.
García, que en Río vivió sus cuartos Juegos, terceros como técnico, incidió ante el joven auditorio que la clave del éxito estriba en “la dinámica de colaboración, de disfrutar, de meterse horas en el agua… pero sin sufrir”. El entrenador, que llevó al equipo sueco al bronce olímpico en Atenas 2004 en 470 femenino, fue categórico: “Cuando te obsesionas con los resultados es cuando no llegan”.
Para el vigués, declarado su amor por la clase olímpica 470 desde que el Concello de Vigo adquirió seis barcos, “se ha perdido un poco aquella esencia, ahora los regatistas sois sujetos pasivos. Es importante que seáis creativos, que utilicéis el método de ensayo y error, que probéis barcos nuevos, experimentad. Y antes de lo que creéis eso os va a aportar mucho más. Lo importante es navegar en todo porque todo te va a aportar”.
Defensor del sistema de antaño cuando se forjó en la clase Cadete (un patrón veterano con un tripulante joven), explicó que esa filosofía “facilitaba la transmisión de conocimientos”, que en su caso le llegaron de Gonzalo Araújo y luego “los conocimientos van pasando de generación en generación”.
En su intervención, la frase “disfrutar, aprender, escuchar” definió su filosofía, apuntando que tras el Optimist, el regatista tiene que estudiar con detenimiento y asesorado por sus técnicos el barco que mejor le va. “Es física. Si vas a Láser tienes que saber que necesitas trabajo de gimnasio sí o sí. Si eliges una clase doble, necesitas un compañero con las mismas motivaciones y compromiso”.
El responsable de la firma Flow rememoró su primera experiencia olímpica. Para Sydney 2000 la RFEV eligió a otra tripulación para defender a España en 470, acudiendo él a Australia como “sparring” del barco titular. Posteriormente decidió irse a vivir a Suecia, surgiéndole en Gotemburgo la oportunidad de preparar al equipo sueco formado por Therese Torgersson y Vendela Zachrisson, que “eran superfrías” a la hora de acometer la competición, entendiendo en ello constancia y decisiones calculadas. Campeonas del Mundo en Zadar 2004, conquistaron el bronce olímpico en Atenas meses después.
Con el paréntesis de haber vivido dos títulos europeos de 470 con las regatistas alemanas Steffani Rothweiler y Vivien Kussatz pero que solo pudieron ser novenas en Pekín 2008, su discurso siguió pivotando sobre Torgersson y Zachrisson en comparación con la última pareja con la que trabajó este año, las austriacas Lara Vadlau y Jolanta Ogar, a las que clasificó para Río ganando el Europeo de Palma.
“Lara tiene un gran talento, pero este no siempre vale si no trabajas otras cosas”. En 2010 la austriaca fue oro en los Juegos Olímpicos de la Juventud en Singapur y acudió a Londres 2012 sin pena ni gloria. Cuatro años después, Lara y Jolanta llegaban a Brasil siendo plata en el Mundial de La Rochelle 2013, oro en Santander 2014 y Haifa 2015 y bronce en San Isidro 2016. “Tenían un gran equipo de apoyo” para control de corrientes y cualquier incidencia en la difícil bahía brasileña, pero no supieron aprovechar las indicaciones y terminaron en novena posición. “La presión…”. Para García, las suecas disponían de un menor talento y una superior capacidad para explotar todos sus valores, su gran potencial.