En la prensa local no hace muchas fechas se pudo ver una noticia que rezaba «Los rectores votan en contra de que Abanca pueda abrir la primera universidad privada de Galicia».
En el texto de la noticia se podía leer que la entidad bancaria ya había recibido el informe favorable del Consello Galego de Universidades, que es el órgano encargado de decidir en un caso como éste.
En este Consello, donde hay representantes de las universidades, de la Xunta, miembros nombrados por el Parlamento gallego y otros de la Agencia para a Calidade do Sistema Universitario de Galicia, se votó al respecto de la apertura de la Universidad Intercontinental de la Empresa y los señores rectores votaron en contra.
En otro párrafo se nos comunicaba que los señores rectores estarían vigilantes para que se cumpliese la ley y precisaban que la negativa no se debía a «una preocupación por la eventual competencia».
Los máximos mandatarios de las universidades de Galicia han manifestado que la oferta de la universidad privada no puede solaparse con la oferta pública. Es decir que Abanca no puede crear una facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales porque ya existe un centro público docente con las mismas materias.
Vds, queridos lectores, imaginen que esta facultad se llega a crear (como va a suceder), y pese que el precio de los estudios es más alto que el de la pública, el centro se llega a hacer con un nombre y se comprueba que sus alumnos encuentran trabajo más fácilmente.
Si esto llegara a pasar los señores rectores mencionados deberían confundirse con el paisaje y coger un billete exprés con destino, por ejemplo, a Mongolia Exterior. Estas personas lo saben y tratan de evitar como sea que esto pueda ocurrir.
Esto no deja de ser un episodio más de la cultura política que nos envuelve (y asfixia) desde el comienzo de la Transición y que fue implantada por el Partido Socialista. Esta formación política aplica la ideología de evitar la competencia y «enrasar por abajo» en todos los sectores.
El ejemplo sería una clase de cualquier centro público de enseñanza en la cual el profesor debe situar el nivel de la clase al nivel de los alumnos menos dotados, con perjuicio de los mejores alumnos, con lo cual el resultado es una degradación de la enseñanza pública, además de un mensaje a la gente joven de que no conviene sacar la cabeza y sobresalir
Mientras escribía este artículo me vinieron a la mente dos ejemplos de lo díficil que es emprender una iniciativa privada en este país llamado España. El primer episodio sucedió durante la dictadura franquista en los años 60.
Estamos hablando del orensano Eduardo Barreiros, un genio del motor que fue capaz de montar en el sur de Madrid una fábrica de camiones (además de otros tipos de vehículos) con 25.000 empleos directos, haciéndose con el 55% del parque español de camiones y llegando a exportar a 27 paises.
Pues bien, el problema de Barreiros se produjo debido a su éxito. Eduardo quiso que cualquier trabajador pudiera comprar un camión Barreiros y para ello daba facilidades para pagarlo mediante letras de cambio, pero éstas se fueron acumulando y llegó un momento en que las finanzas de la empresa no podían sostener «tanto papel».
En ese momento necesitaba una entidad bancaria que lo apoyase para que pudiera salir del trance. Se daba la circunstancia de que el Estado a través del INI había fundado Enasa que fabricaba el camión Pegaso, y como siempre sucede, al presidente del INI no le gustaba la competencia, con lo cual ninguna entidad financiera ayudó a Eduardo Barreiros, lo que constituyó el principio de su fin.
El segundo ejemplo se refiere al actor malagueño Antonio Banderas, que acaba de reabrir un teatro en su ciudad, con su dinero y el de patrocinadores, con una oferta privada unida a una escuela de artes escénicas.
Este mismo proyecto lo intentó hace un tiempo con un teatro público, mediante un acuerdo como el que acaba de hacer con la entidad privada propietaria del teatro que disfruta. En el momento en que lo intentó las fuerzas malagueñas «de progreso», UPodemos e Izquierda Unida, se le tiraron a la yugular agrediéndole verbalmente en los medios públicos hasta que el malagueño abandonó el proyecto mencionando que «lo público da miedo».
Es triste que en España suceda esto todos los días, y es gracias a que «disfrutamos» de una izquierda política primitiva, revanchista y montaraz, que va a tratar de impedir cualquier iniciativa privada que no sea de su agrado.
Es triste y así nos va.