Todos recordamos la taberna la Viuda no sólo como lugar de encuentro, entre otros de pintores, sino también como una breve pinacoteca, con cuadros de Guillermo Monroi, Tomé, Lodeiro, Antonio Palacios o Xosé Guillermo.
En el acto de hoy, que no fue una despedida, nuestro amigo Adolfo Lareo quedó enmarcado e inmortalizado en cromática tricolor, que lucen en escueto arcoiris las banderas de la República española. El acto que reseñamos tuvo un desarrollo hondamente emotivo presidido por el espíritu fraternal que campea en la divisa de la Revolución francesa juntamente a los lemas de libertad e igualdad.
La conducción del acto correspondió a Miguel Lareo, hermano de Fito, en nombre de la familia, y Celso López, presidente de la Asamblea Republicana de Vigo, quien leyó el artículo Casa Toribio, en el que se cuenta en cuatro generaciones, desde los años veinte, el transcurrir de la que llegamos a conocer como la Viuda, un retrato en movimiento de lo que fue nuestra ciudad a través de la biografía de una estirpe laboriosa en un siglo cumplido.
A esto añadió Celso López su aderezo de vivencias concurrentes con lo relatado, sobre todo cuando a comienzos de los setenta empezamos a renovar la asistencia jóvenes estudiantes de bachillerato de los institutos vigueses. La Viuda fue puerto seguro para todos nosotros y lugar donde se armaron amistades y complicidades.
Al frente Maruja, diurnamente, al solpor y noitiña Fito. A la entrada, mano derecha, éramos observados por el retrato de doña Amparo, según creo de la autoría de Xosé Guillermo.
Hoy Fito comienza nuevos pasos en la compañía de todos hasta que el último de nosotros dé el último paso. Y eso nunca ocurrirá porque siempre vendrán otros.
Salud y República, amigo, compañero y camarada. En las manos de Miguel Lareo, la tricolor alzada, la emoción también y hasta siempre. Nos volvemos a ver.