He leído algunos de los artículos escritos a raíz de su muerte (alguno en este diario) y la mayoría se han decantado por hacer grandes panegíricos del político que en mi opinión, revisando su trayectoria política, estimo algo exagerados. Esto es algo muy español una vez que te has ido. Como decía el dramaturgo Jardiel Poncela «los muertos, por mal que lo hayan hecho siempre salen a hombros».
Una constante de las crónicas políticas escritas sobre el señor Rubalcaba ha sido el alias que hace años le pusieron los periodistas de «el Fouché español». Recordemos que Joseph Fouché, fue un político francés que sirvió a Napoleón y a Luis XVI. Fue el eterno ministro de Policía francés de aquella época, finales del siglo XVIII y comienzos del XIX.
Joseph Fouché se caracterizó, según la historia, por ser el maestro de la doblez. Cuando se votaba la ejecución del rey Luis XVI traicionó a propios y extraños votando a favor de la muerte del monarca en la guillotina.
Esta comparación del señor Rubalcaba con este político francés que fue generalizada en la prensa española, me parece bastante significativa.
Pero yendo a hechos concretos, D. Alfredo fue el impulsor de la nueva Ley de Educación (LOGSE) en la Transición, ocupando los cargos de secretario de Estado y más tarde ministro del ramo.
Esta ley, después de las leyes educativas del franquismo, incluye la idea socialista de que en Educación hay que enrasar por abajo, y seguir toda una clase al nivel de los peores alumnos de la misma. Si hay alumnos con más potencial se deben sacrificar en aras de la igualdad socialista. Hoy seguimos padeciendo este tipo de leyes y ocupando España lugares poco destacados en Europa, como refleja el Informe Pisa.
Pero además de Educación, D. Alfredo ocupó la cartera de la Presidencia unida a la portavocía del Gobierno en1993, con González todavía en el poder. Fue la época de descomposición del socialismo felipista y el ministro portavoz tuvo que lidiar entonces con asuntos tan graves como los asesinatos del GAL, el escándalo de Filesa o la fuga de Luis Roldán.
La postura del Sr. Rubalcaba en estos temas fue que el gobierno socialista no había tenido nada que ver con la creación del grupo terrorista GAL, ni con la extorsión de Filesa a las empresas organizada desde las oficinas del PSC en Barcelona y mantuvo una extravagante versión sobre la captura de Roldán.
Pero cuando D. Alfredo tuvo un papel destacado fue a raíz del segundo mayor atentado terrorista de Europa, es decir el 11-M del 2004, sobre todo en las jornadas del 12 al 14. En esas fechas el señor Rubalcaba fue la mente organizadora del agit-prop socialista de aquellos días, cuando se cercaron las sedes del PP y la de «los españoles no se merecen un gobierno que les mienta».
D. Alfredo hizo creer a los españoles que la explosión de cuatro grandes artefactos en tres estaciones madrileñas al mismo tiempo, fue obra de cuatro confidentes magrebíes que trapicheaban con lo que podían en la ciudad madrileña. La ciudadanía se lo tragó y Zapatero llegó al poder.
El último hito de la gestión rubalcabiana fue cuando ocupaba el cargo de ministro del Interior del gobierno Zapatero, y se produjo el chivatazo a una célula de extorsión etarra en el bar Faisán de Irún, para que los terroristas cambiaran sus planes y no pudieran ser detenidos.
Todo estos puntos mencionados no son opinión sino hechos contrastados, y en algunos casos castigados por la justicia española.
Ahora, después de completar el perfil del político, descanse en paz D. Alfredo Pérez Rubalcaba.