El comienzo de las clases en Galicia no está exento de grandes riesgos derivados de una normativa Covid promovida por la Xunta de Galicia, que resulta muy difícil de cumplir. Muy pocos centros pueden ceñirse a las disposiciones oficiales e incluso aquellas normas que impone el sentido común. Sin olvidar, por supuesto, algo tan importante como es la conciliación familiar.
Lo lógico sería la puesta en marcha del curso con una disminución del alumnado de cada clase, reduciéndose la ratio alumno-a/profesor-a. Sin embargo, es algo muy difícil de llevar a cabo por una simple cuestión de presupuesto. Asimismo, la duplicidad de clases tampoco es factible en la mayoría de los centros por una cuestión de espacio incluso contemplando la posibilidad de impartir clases por las tardes. ¿Cómo podrían encajar los horarios las madres y los padres cuyos horarios laborales se vieran solapados con los educativos? Quizá por tal motivo, para evitar esa duplicidad de horarios y de aulas, la Consellería de Educación ha ido disminuyendo desde el principio la distancia entre las mesas y los pupitres, y el alumnado vuelve a estar casi codo con codo, lo cual es muy arriesgado. Y tampoco es cuestión de montar paneles transparentes alrededor de cada mesa, porque quizá saldría más barato y más divertido ponerles una escafandra.
Volviendo a las normas Covid para el comienzo de las clases, se impone la utilización de mascarillas y la creación de lo que llaman grupos burbujas, pero quienes viven la realidad cotidiana de la educación, quienes lidian diariamente en la arena de las aulas, saben muy bien que el cumplimiento de todo eso no es tarea fácil. En cuanto la profesora o el profesor se pongan de espaldas, muchas alumnas y alumnos minimizarán la importancia de las mascarillas y jugarán con ellas, se las quitarán, las ensuciarán y las perderán; esto es una realidad.
En cualquier caso, si el espacio de los centros permitiera la duplicidad de aulas o de turnos —-sin olvidar el tema de la conciliación familiar—-, esa medida conllevaría la necesaria contratación de profesorado, lo que resulta casi imposible sin partidas económicas.
En mi opinión, no se trata de comenzar el curso a cualquier precio y cuanto antes, porque de este modo no se tardará mucho tiempo en cerrar las puertas de los centros escolares. Habría que retomar la situación con mayor prudencia reuniendo a representantes de las partes implicadas para buscar soluciones eficaces y reales. El nuevo conselleiro de Educación, Román Rodríguez, es un hombre de buen talante y estoy seguro que estaría dispuesto al diálogo, sólo tiene que hacer la llamada a todas las partes implicadas. No obstante, la Xunta de Galicia tendría que habilitar partidas presupuestarias extraordinarias para esta situación tan excepcional, porque, de lo contrario, la vuelta a las clases será un fracaso anunciado.