Cuando tenía 19 años mi pareja y yo nos casamos como «mandaba» la tradición. Yo era un «niño» rebelde, inexperto y con un pelo largo que me llegaba a los hombros. Cumplí con los deseos de todo el mundo: me casé por la iglesia, me corté el pelo, me disfracé de pingüino e hicimos un convite para los invitados. Cumplí lo que todo el mundo deseaba menos mi pareja y yo.
Hoy soy un hombre de 50 años que no necesita casarse para amar a la persona que ilumina mis días. Pero un proyecto solidario nos sirvió para intentar hacer la boda que deseábamos. Y cumplimos lo que nos exige la ley: iniciamos todos los trámites y los cumplimos. El Covid-19 aplazó nuestra primera fecha, el 26 de junio del 2020. La segunda fecha iba a ser en otoño y haciendo caso a los funcionarios del registro también la aplazamos al día de hoy.
María Salinas quería casarse con el traje de gallega que su madre le confeccionó durante años y la vistió en nuestra casa junto con su hermana.
Yo me hice un traje con una modista para no ir disfrazado. Quería ir vestido como Jack Sparrow como me conocían los niños del campo de refugiados de Idomeni. Con mi álter ego en la escritura y como me conocen mis hijos: «papá pirata». Un traje con más clase y estilo que los habituales «trajes de novios».
Decidimos que ya que nuestro proyecto solidario Elefantes de papel había quedado interrumpido por la pandemia, los regalos que nos fueran a hacer fuesen donados a las tres asociaciones para las que iba el proyecto: Conrazones, #vamosQuin y la activista en los campos de refugiados Gema Carrasco León.
Rotulamos nuestra furgoneta con la imagen de nuestro primer Elefantes de papel y todas las personas que donaran a esas asociaciones formaran parte de ese puzle de solidaridad.
Las donaciones llegaron y siguen llegando. Le puedo contar miles de anécdotas preciosas de un mundo bonito. Cómo niños que han roto sus huchas para aportar su dinero a «los niños de Grecia». Cómo jubiladas nos han aportado 5€ de su pensión no contributiva para los perritos de Becerreá o cómo familias enteras hicieron donaciones en bloque para que las familias de Conrazones no pasen necesidades.
Le podría contar muchas cosas y trataría de ablandar su corazón pero usted no se dignó a escucharnos, ni siquiera nos dejó traspasar las puertas del edificio del juzgado, que es público. Hasta se nos obligó a cubrir la hoja de reclamaciones en el exterior como si fuésemos unos apestados.
Todo eso lo ha hecho a través de una funcionaría maleducada y altiva que hizo de altavoz de su sentencia y de un guardia jurado, que sí que a mí me parecía que iba disfrazado, que no parecía tener su mejor día en el trabajo.
Nos juzgó sin siquiera vernos. Insultó al traje regional de nuestra comunidad llamándole disfraz e insultó al trabajo de una modista que hizo mi traje basado en el siglo XIV como disfraz. Nos juzgó escondida en su despacho, ese que pagamos todos con nuestros impuestos.
A pesar de todo y para que un día que iba a ser feliz, le ofrecí a su «funcionaría mensajera» quitarme la peluca y ella que debe de estar opositando a jueza de disfraces me dijo que tenía que quitarme además, el sombrero y los cinturones de cuero, hechos por cierto por una artesana. No llevé espada, no llevé pistolas solo llevé dignidad y amor por mi pareja y una causa justa. Pero no sirvió de nada.
Mis hijos no durmieron la noche anterior soñando despiertos con la boda de su padre. Hoy tampoco duermen por la NO boda que alguien les robó.
Con la venia, señoría, hoy usted se ha creído estar por encima de la ley, hoy no ha dado ejemplo de funcionaría pública y lo más triste de todo hoy no ha dado ejemplo de ser un buen ser humano. Su soberbia, cobardía y capricho le han valido para producir tristeza y pena.
Mi pareja y yo esta noche dormiremos con la conciencia tranquila. Soy pirata, pero buena persona y aunque no tenga conciencia le deseo que esa mala conciencia no le impida dormir y así no haga infeliz a más personas.
Si usted no es feliz con su vida, no impida que otros lo sean.
Ojalá esto sirva para que la indignación y el daño que nos ha hecho repercutan en más donaciones a esas tres asociaciones, que es lo único que verdaderamente nos importa.
Su señoría, nos vemos en los juzgados y ojalá tengamos al ser humano, a la solidaridad y al amor, como abogados de oficio.
No hay más preguntas…señoría.