Estimado Director:
Con estupor leo un artículo publicado en su periódico digital VIGOÉ poniendo a caldo a mi fallecido padre hace más de 40 años, y después de pensarme mucho el contestar, no creo que merezca ni la pena, ruego publique estas líneas que serán las ultimas ya que por ningún motivo continuaré la polémica.
Como introducción le diré que soy su hijo menor y estando retirado y con 77 años, estos menesteres me producen urticaria, puesto que en el último tramo de mi vida, lo único que deseo es disfrutarlo con mi familia y mis amigos sorbiendo lo más posible las mieles que queden por sorber y ayudando en lo posible a los de alrededor, por eso esta misiva va “sin acritú” ni ánimos de revancha.
Mi finado padre fue un Gran Hombre y seguro que sus coetáneos, tanto los amigos como los enemigos lo corroboraran, si aún viven. Unos por su cariño y enseñanzas y los otros por el temple y la sinceridad de sus actos, todos sabían que iba de cara, lo que decía se hacía, eso sí, nunca soportó a los traidores ni canallas, y le puedo asegurar, porque lo conozco, que de estos últimos hubo suficientes.
Y ahora vamos a lo que nos ocupa. No conozco a este joven escritor, no le echo más de 50 años, pero por sus apellidos supongo que será familiar de Ricardo Torres Quiroga al cual conocí, y Alfonso Carbajo, y seguro que, si lo hubiera conocido en persona, le habría quitado el rencor que lleva acumulado por 50 años, porque si no, no le veo explicación. ¡Han pasado más de 60 años!. ¡Qué pena me da desperdiciando tanto tiempo en odiar!.
Por lo que he leído se autodefine como “historiador de Vigo”, adjetivo que solo pueden llevar aquellos con sentimientos neutrales en la búsqueda de sus fuentes, si no se incurre en la moda de los últimos tiempos, un revisionismo histórico partidista y nada fiable, muy alejado de la realidad.
En nuestra familia siempre ha sido norma hacer y no hablar ni presumir, y por ello no hemos guardado ningún documento de la época, ni tenemos grandes conocimientos de lo acaecido, así que daré por bueno algo de lo que dice este escritor. Pero lo que nadie me puede quitar son mis recuerdos y experiencias.
Recuerdo el contencioso con Tranvías de Vigo, lo que pasó con Ricardo TQ y que él fue durante la guerra Jefe Local del Movimiento. Todo muy someramente pues de aquella época no se hablaba NADA en casa, aunque la terrible anécdota de la chaqueta blanca se vivió y fue contada en la toma de posesión de la alcaldía.
Mi padre llevó la chaqueta blanca como todos, Ricardo Torres Quiroga (Alférez provisional), Ramón Fontan (Alcalde de Vigo), Adolfo Suarez (primer presidente de la democracia), Francisco Fernandez Ordoñez (Ministro del Psoe) y un larguísimo etc. que necesitaríamos una enciclopedia para nombrarlos, y TODOS juraron sus cargos con la chaqueta blanca.
Mi padre juró su cargo de Alcalde de chaqué por una razón muy de peso. Terminada la guerra hubo por parte de los recién llegados de la guerra ciertos abusos que mi padre no toleró y denunció en Madrid y al no hacerle caso se dio de baja y prometió no volverse jamás a poner la chaqueta blanca porque estaba manchada. Veinte años más tarde cuando le querían nombrar Alcalde puso como condición “sine qua non” jurar de chaqué. Los demás siguieron jurando sus cargos con la chaqueta blanca. ¡Qué pena de tantas fotografías que deben estar destruidas o escondidas!.
¿A qué viene eso de la camisa azul como historiador imparcial? TODOS los vencedores la llevaban, unos con orgullo y honor y otros con deshonor, y su pariente también pues, ¿cómo consiguió la secretaría de la Zona Franca?. Bueno, eso se lo puedo decir yo, él era muy amigo de mi padre (yo lo vi en mi juventud múltiples veces en mi casa) y como sabrá, (que casualidad) aunque no lo mencionó en su histórica soflama, mi padre era el Delegado de la Zona Franca de Vigo desde su creación hasta su jubilación, 25 años después.
Mi padre se lo dio, y él se lo quitó, porque siendo su gran amigo traicionó su confianza y amistad y se puso de parte de los oponentes a mi padre cuando era Alcalde y por tanto lo destituyó, todos sabemos lo que significa “secretario” y que es el puesto de máxima confianza. Nunca me pude figurar que su resentimiento le llevara a trasmitírselo a sus descendientes, ¡Hace 60 años alucino!, aunque el rencor es un acto usual en semejantes comportamientos, ya se sabe el dicho de “me falta por pagar mi buena obra del día”.
De Tranvías no me gustaría hablar, pues tengo relación con hijos y nietos de sus socios y a una de las nietas la quiero como si fuera una sobrina más y viene todos los veranos a mi casa a tomarse un buen cubalibre.
Pero si quiero aclarar dos puntos, el primero que mi padre jamás ha sido imputado por corrupción alguna, ni por supuesto condenado y si alguna vez su periódico o alguno de sus escritores vuelve a insinuar algo parecido, tendremos que tomar medidas.
El segundo punto es la realidad de dicha concesión. Al llegar a la Alcaldía quería mi padre modernizar la ciudad y poner autobuses y puesto que había una concesión de tranvías, llamó a sus propietarios (conocidos y amigos, en aquella época en Vigo eran cuatro gatos) y les propuso en una reunión ir retirando los tranvías y sustituyéndolos por autobuses o trolebuses en el plazo de un año. Pero quisieron echarle un pulso y se negaron, contestándole más tarde que así lo harían pero sin plazo, en el tiempo que ellos quisieran. Ante tal tesitura mi padre presentó un concurso para la concesión de autobuses, pues la concesión de tranvías no lo contemplaba y al cual se presentó la compañía que hoy ostenta los autobuses de Vigo (muy mal no lo harán si siguen confiando en ellos después de 55 años). Así se encontró la ciudad con un servicio público conjunto de transporte de tranvías y autobuses (nunca había estado Vigo “tan dotado” en trasporte) y parece ser que a los vigueses les gustaba más los autobuses, pues poco tiempo después los tranvías dejaron de ser rentables. A Tranvías le vino el Alcalde a ver (de lo cual me alegro) pues años más tarde construyeron viviendas en la Bouza, cuyo representante de parte del Ayuntamiento fui yo como concejal (sin tener el mínimo roce con ellos en dichas juntas de propietarios) y la Xunta les pago a todos los socios un buen dinero por los terrenos de la vía de Vigo a Baiona. Gracias a Dios o al destino, los conflictos de los padres no se heredan, salvo en raros casos.
Y vayamos por fin al título de su “artículo” señor director, el Sr. Santamaría. Para empezar, a mí, no sé si a mis hermanos, me importa un bledo que le quiten la calle a mi padre, él no se va a enterar y yo, y creo que mis hermanos también, estoy muy orgulloso de mi padre, de todo lo que hizo, como lo hizo y con la fortaleza que lo hizo a lo largo de su vida, y no necesito de calles ni honras humanas, no se vayan a parecer a las que se otorgan ahora; solo me satisface que muchos vigueses lo sigan recordando como un magnífico Alcalde, pues para ellos trabajó y solo para ellos.
Que Citroën está en Vigo gracias al Sr. Santamaría, lo he oído muchas veces, hasta a ingenieros de la fábrica, y este bulo siempre me ha producido una sonrisa. Como usted sabrá y arriba lo he reseñado, mi padre fue durante más de 25 años Delegado del Gobierno en el Consorcio de la Zona Franca de Vigo, por cierto su ultimo sueldo fue de 25.000 pts/mes. y su sucesor, conocido simpatizante del partido comunista, se subió el sueldo en el primer consejo, nada más llegar, a cerca de 500.000 pts./mes (haciendo escuela).
Pues bien, no dudo de la existencia de dicha carta, y del primer contacto del Sr. Santamaría y otras personas, pero de ahí a que fue el promotor de la llegada de Citroën a Vigo es como decir, que el gol de tijera de Ronaldo fue realizado por el defensa que dio el primer pase. El trabajo arduo, las entrevistas interminables, las ventajas fiscales de la Zona Franca y la bondad de la ubicación para la fábrica, en una palabra el convencimiento a los mandamases de Citroën, fueron realizadas por el Delegado de la Zona Franca y por su equipo (bien que lo sufrimos en nuestras casas), que por cierto el señor Torres Quiroga estaba en él, y por el Sr. Batus Conde de Garet, Pte. de Citroën España, al cual yo conocí, y que asistió a mi boda por la gran amistad que tenía con mi padre al conseguir llevar a término después de años y múltiples esfuerzos la fábrica en Vigo, y así lo dice la historia de PSA. “La conexión marítima de la ciudad así como la existencia de la Zona Franca, fueron los dos factores más determinantes para que la marca francesa decida localizarse en Vigo, frente a otras opciones dentro de España”.
En fin señor director, reafirmando que estas serán mis últimas palabras y esperando que el respeto a los muertos no cruce más líneas rojas, le saludo atentamente.
Eduardo J. Portanet Cabello