En la mañana del pasado sábado, día 31 de octubre, en las puertas de un conocido hotel de la ciudad de Vigo ubicado en una de las esquinas de la Gran Vía con la Rúa Urzáiz, había un numeroso grupo de personas que parecían estar esperando para una celebración. La inmensa mayoría no parecían convivientes, cuanto más si se trataba de una boda. Pero allí no pasaba nada, aquellas treinta o cuarenta personas seguían en animada conversación formando grupos que superaban el número permitido. Así las cosas, el asombro de los viandantes era notorio.
Además de esto, por las calles se pueden observar muchas personas que no llevan mascarilla o que la llevan mal colocada. Otras personas fuman en las terrazas de los bares en actitud desafiante o van fumando por las calles, y algunas personas provocan otras situaciones de riesgo que merecerían el reproche, pero nadie se atreve a decirles nada por miedo a la reacción adversa. En los locales de hostelería tampoco se les llama la atención para no espantar a la clientela, amparándose en que ellos no son la autoridad. Durante los primeros días de la prohibición de fumar en las terrazas, los establecimientos que se ajustaban a la normativa vieron disminuir drásticamente la facturación porque las personas que fumaban se iban a la competencia, donde sí se les permitía; eso es una realidad.
De sobra es sabido que la falta de mascarilla, la permanencia prolongada en lugares cerrados y poco ventilados, y, sobre todo, el fumar, permiten la propagación del virus. Pero aquí, como digo, no pasa nada y al día siguiente volvemos a ver a esas mismas personas haciendo lo mismo. A ver si queda claro que este asunto del Covid-19 no sólo es responsabilidad de las autoridades y de los Cuerpos de Seguridad del Estado, sino de toda la sociedad. Mientras no lleguemos a asumir esa responsabilidad personal y colectiva las cosas seguirán siendo muy difíciles.
Mientras tanto, se habla mucho de una vacuna cuyo desarrollo no debería ni puede apurarse en el tiempo, por mucho que digan, y la precipitación puede ser peligrosa. Además, se habla de una vacuna, pero nadie habla de un medicamento eficaz contra el Covid-19 para las personas que están infectadas; todo son pruebas, pero nada concreto y específico. Tampoco se conocen los mecanismos de ese virus, y por qué razón algunas personas permanecen inmunes ante el Covid19 mientras otras que comparten las mismas condiciones y el mismo grupo social, familiar o laboral, se contagian. Por qué aparece el virus de modo masivo y de repente en algunas zonas geográficas. Se habla y se habla, pero nadie lo tiene claro.
Según algunos investigadores, las personas más jóvenes resisten mejor el impacto de la pandemia porque han sido vacunados frente a varias enfermedades desde su niñez y eso parece beneficiarles frente a las personas de edad avanzada, porque cuando eran niños no había demasiadas vacunas. Una observación interesante.
Recordemos que el nombre Covid-19 es un acrónimo: enfermedad coronavirus 2019 (coronavirus disease 2019) detectada por primera vez en Wuhan (China) en 2019. Técnicamente se le conoce como SARS-CoV-2 y provoca una neumonía que puede derivar en la muerte. Se ha dicho que el Covid-19 puede ser la consecuencia de las mutaciones de una variedad de los virus covid. Y también se ha hablado de la posibilidad de un virus sintético que se les ha ido de las manos en un laboratorio de Wuhan. Sea como fuere, el Covid-19 está ahí, entre nosotros a nivel mundial y con todas sus amargas e incómodas consecuencias. Todas las precauciones son pocas y no es un asunto baladí, como pregonan algunos inconscientes.
Desgraciadamente, muchas personas siguen pensando que el Covid-19 no es para tanto. Pero, además de los problemas médicos conlleva drásticos cambios sociales, laborales y económicos. El modo de vida en el mundo occidental tardará en volver a ser igual que antes. Por eso estoy convencido de la necesidad de una mayor vigilancia, aunque, lo más triste, es que esa necesaria vigilancia que motivan algunas personas con su incumplimiento de las normas, pueda mermar nuestro derecho colectivo e individual a la libertad, que comienza con el respeto a los demás.