Me criticó mucho el funcionamiento del club. Decía que era un desastre. No sé si tenía razón o no, y yo no entré a debatirlo, pero estaba contrariado. No enfadado, sino más bien asombrado. Le contaba mis impresiones sobre la eliminatoria contra el United y la expectación que había. Al salir el asunto de las colas, me interrumpió y me espetó: “¿Cómo es que el Celta no se va a la quiebra?”.
Me cogió totalmente a contrapié. No me lo decía de broma ni como exageración. Tampoco pretendía entablar una tertulia. Me lo decía desde el punto de vista empresarial más estricto. Es un hombre de empresa, de empresa familiar, que ha mamado la firma que levantó su padre desde que era pequeño. La pregunta retumbó en mi cabeza y balbuceé algo antes de intentar explicarme.
Intenté contarle lo que supone ser celtista y que el Celta no vende sólo partidos de fútbol, trabaja con sentimientos, que eso se lleva dentro. Vi que por ahí no iba bien, no había tomado el camino acertado. Lo intenté de diferentes maneras, pero al final de mi discurso él simplemente se quedó en silencio, con la mirada fija y unos segundos después pasó a otro tema. Seguía sin comprender nada.
Estuvimos reunidos un buen rato pero esa pregunta me martilleó durante todo el encuentro. “¿Cómo es que el Celta no se va a la quiebra?”. Y se quedó tan ancho. Lo cierto es que creo que siempre he tenido ese pensamiento por alguna parte, en el subconsciente, pero su pregunta lo sacó a la luz de repente.
Si el Celta fuese, por ejemplo, una empresa de telefonía efectivamente habría quebrado ya. Nadie seguiría con una compañía de internet o móvil que te sube los precios cada año y da una mala atención al cliente. Y encima si su funcionamiento interno es, como decía este empresario, desastroso.
Pero el Celta no vende tarifas de móvil. Tiene un factor sentimental inigualable, que hace que sus clientes acampen para que les vendan su producto y soporten mojarse o ser tratados como delincuentes cuando van a disfrutar del servicio. Un servicio que cada año le cobran más caro.
El Celta tiene un sentimiento de pertenencia tan fuerte que no pasa nada si los referentes van, vienen y no vuelven. Sus aficionados están dispuestos a irse a otro municipio para seguir animando a la empresa. Porque son ellos los que empujan hacia adelante a la marca y no al revés.
El club sabe que esto es así y con eso juega. Se permite maltratar a sus usuarios porque si los necesita acudirán en su ayuda. A pesar de que los clientes de a pie sean cada vez menos, porque los VIP son los que interesan. Además, comercializa un producto en exclusiva y sin competencia.
Por eso nos echan, nos echan de los estadios. Los equipos de fútbol viven de las televisiones y son ellas a las que hay que mandarles los abonados. Por 15 o 20 euros al mes puedes ver todos los partidos de tu equipo. Los de casa y los de fuera. Y los de los demás equipos si te interesan. Con un abono de 693 euros sólo ves los partidos del Celta en Balaídos en Tribuna. Y con riesgo de salir empapado. Tengo que volver a ver a mi amigo este mes o el que viene y me volverá a preguntar por el Celta, por los fichajes, por la próxima temporada. Sólo espero que no me pregunte por los abonos.