El Real Decreto del Gobierno que declara el estado de alarma en España certifica la muerte de la ciencia ficción. Nadie podría imaginar que nos veríamos de golpe viviendo en un escenario de novela fantástica o película de terror. Ni los más ‘friquis’ se hubieran podido creer que estarían hoy confinados en sus casas para evitar caer bajo los efectos de una pandemia vírica mundial. Y sin embargo, ahí estamos, nerviosos por la incertidumbre, temerosos por el futuro y hasta preocupados por no poder ir a trabajar mañana. Si los virus no acaban con nosotros lo hará la economía o la política. Casi nada de lo que nos digan a partir de ahora nos parecerá imposible. Tal vez vivimos en el Planeta de los Simios desde hace mucho tiempo y esto es consecuencia de ello.
Nos quedan muchos días para salir a las ventanas y balcones a aplaudir, y probablemente muchos motivos y personas para ello, pero cuando todo pase volveremos a mirar nuestro propio ombligo y a dar palmas por nuestra felicidad individual sin preocuparnos demasiado por los demás. Solo en la lucha contra los coronavirus hacemos bueno el concepto teórico de humanidad y luchamos unidos contra el enemigo común, no sin haber tenido que creérnoslo a golpe de decreto o incluso ser reprendidos por las autoridades y llamados al orden.
Nunca tantas ganas de salir de casa hemos tenido, ni tanta envidia de los ‘casoplones’ de los famosos y demás tontos que nos enseñan cómo hacen esto mismo desde el jardín, la piscina o el gimnasio de su chalé. Otros se quedarán en su habitación de ocho metros cuadrados en un piso compartido o en la casa de sus padres, porque no han tenido la oportunidad de acceder a una vivienda digna. Pero esto no es lo que importa ahora, desde luego, que los que dirigen el destino del país necesitan en este momento todo el apoyo y la energía que podamos darles para acertar en las medidas contra la crisis sanitaria. Y luego ya veremos, puede pasar cualquier cosa, que la ciencia ficción se nos ha quedado pequeña.