Es de gran relevancia conmemorar cada 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer para felicitar a todas las mujeres que se han esforzado hasta ahora para conseguir una sociedad más igualitaria, tanto en la economía, como en la política o en la cultura. Una fecha para recordar también a aquellas mujeres que aún siguen sin ser escuchadas y que se les sigue impidiendo alcanzar su potencial.
Aún en este siglo se nos encoge el corazón cuando se maltrata a una mujer por el simple hecho de serlo, cuando esperamos que sea ella la que cocine y se levante a recoger los platos, cuando las marcas de automoción usan el cuerpo de una mujer para captar compradores, cuando no se le tiene en cuenta en un ascenso laboral por el hecho de ser quien es, cuando se encierran sus deseos y anhelos en un cajón con llave…
Si Eva hubiese escrito el Génesis, ¿cómo sería realmente la historia? Eva te aclararía que ella no nació de ninguna costilla, ni ofreció manzanas a Adán. Por supuesto, Dios jamás le dijo «parirás con dolor y tu marido te dominará». Eso solo es una historia manipuladora para que la mujer jamás logre su empoderamiento.
Es necesario felicitar a todas las mujeres porque: somos luchadoras al enfrentarnos a diario con nuestra batalla personal y hacer valer nuestros derechos, porque durante siglos nos han hecho creer que no valemos nada, cuando en realidad sin nosotras el mundo se pararía. Requiere valentía destacar y triunfar siendo mujer en medio de un mundo de hombres que —a pesar de la publicidad que se hace sobre la igualdad y toda la controversia en torno a ella— aún sigue bajo el dominio de creencias arcaicas patriarcales.
Se necesita fortaleza para vivir en una sociedad en la que se nos exige que trabajemos como si no tuvieran hijos y que a la vez criemos a nuestros hijos como si no trabajáramos. Pero ahí estamos, esperando las oportunidades sin dejar de ser competentes en todos los ámbitos. Educamos, producimos, inventamos, desarrollamos y seguimos siendo ese motor que mueve el mundo; aguantando el aire para no ahogarnos en una piscina que se desborda y conformarnos con unas frágiles cifras salariales que aún conservan los lastres de un pasado férreamente sexista.
El poeta Rubén Darío decía que sin las mujeres la vida es pura prosa. Sin embargo, somos algo más que simple poesía. Somos motores imprescindibles para la supervivencia. Sin nosotras el mundo se pararía y por supuesto, se extinguiría. Porque somos polifacéticas y estamos en todas partes ya sea creando, trayendo vida nueva, alimentando, limpiando los trapos sucios, secando lágrimas, curando heridas, produciendo, inspirando, liderando… Un sinfín de tareas que nos hacen únicas y especiales. ¡Feliz día a todas las mujeres!