El trágico incendio del edificio de Alfonso X El Sabio, en Vigo, ha puesto de manifiesto las condiciones infrahumanas en las que viven algunas personas en las ciudades del siglo XXI, grandes urbes que presumen de desarrolladas. Los seres humanos que vivían es ese edificio se vieron obligados a buscar su cobijo cuando los echaron de unas parcelas que resultaban —siguen resultando— interesantes para determinados proyectos urbanísticos —el dinero manda—. Está claro que no ha habido compasión al echar a esas familias sin haberles buscado previamente una ubicación en condiciones dignas, no tiene por qué ser en el centro, simplemente en unas condiciones adecuadas de seguridad e higiene.
Ahora se ha descubierto lo que la mayoría de la gente ya sabía: que en pleno centro de Vigo hay personas viviendo en casas que no reúnen las condiciones mínimas de habitabilidad. Está claro que algo ha fallado. Lo más dramático es que los muertos ya no resucitan y el asunto no se arregla sólo con dinero.
¿Quiénes ha permitido todo esto? ¿Por qué no se había tapiado antes la entrada de ese edificio que no reunía las condiciones mínimas de habitabilidad? ¿Por qué se permite que existan casos similares en otras localizaciones? ¿Las concejalías de Urbanismo y de Seguridad no se habían enterado antes de lo que estaba ocurriendo en la ciudad? ¿De qué sirven ahora las palabras y el haber tapiado la entrada del edificio? ¿Dónde está la verdadera responsabilidad de esas personas que asumen el mando, por qué no tienen la dignidad de dimitir, acaso están tan apegados a sus cargos, a sus ventajas y al sueldo que cobran? Es algo imperdonable que podría volver a repetirse.