Conviene, no obstante dejar claros algunos conceptos. En España, el presidente del Gobierno lo eligen los diputados, no los ciudadanos, pues estos votan en cada demarcación unas listas cerradas en las que cada partido inscribe, en el orden que le apetece, a aquellos que, por las circunstancias que sea, cree mas idóneos para ganar las elecciones en cada demarcación provincial. Mariano Rajoy se presentó únicamente en las listas de la provincia de Madrid, donde ganó el PP con Rajoy como primero de lista, pero en ninguna otra lista de todo el país, no pudiendo ser votado más que en Madrid, de manera que las elecciones las ganó el Partido Popular, presente en todas las provincias, no Mariano Rajoy, un personaje que al frente del gobierno consiguió que su partido pasase de tener mayoría absoluta a perderla, siendo el personaje político menos valorado en todas las encuestas, el oficialmente responsable máximo de todas las calamidades de corrupción en su partido y posiblemente la causa de tal descalabro electoral.
El Partido Popular, al no disponer de mayoría absoluta en el Congreso, precisa de acuerdos con otros partidos para constituir esta mayoría, de la confianza de tales partidos, lo cual solo la da el compartir ciertos objetivos y confiar en quienes han de llevar adelante tales acuerdos. En la Comunidad de Madrid, gobierna el PP en la figura de Cristina Cifuentes, al compartir programa con Ciudadanos y al haber confiado estos en que Cifuentes podría materializarlo, algo que, al parecer, está sucediendo. Para el gobierno de España, es preciso no solo la voluntad de Ciudadanos en pactar, sino también la del PSOE en hacerlo de una u otra forma, mas o menos significativa.
La situación actual es que sería posible llegar a un mínimo de acuerdos de cambio que propusiera Ciudadanos con el PSOE (el programa compartido en las anteriores negociaciones), pero ninguno de estos confía en que Mariano Rajoy sea quien pueda materializarlos, pues tras los últimos años de gobierno de máximo inmovilismo e incomunicación con el ciudadano, nadie confía en él como el adecuado para materializar cambio alguno, y ese es el escollo insalvable.
Aquí no se trata de negarle a nadie una Presidencia que haya ganado en las urnas, puesto que no son las urnas, en España, quienes dan la Presidencia, sino la voluntad de los diputados que forman el Parlamento, y en estos no existe voluntad alguna favorable a la figura de Mariano Rajoy por mayoría absoluta, por lo que es este último quien debe dar un paso al lado para la formación de gobierno, al igual que en Cataluña hizo Artur Más, un gobierno que puede presidir un líder del Partido Popular que obtenga la confianza del Parlamento y admita un programa de mínimos para llevar a cabo los cambios que España precisa, por lo que no conviene engañarse pensando en que tanto Ciudadanos como el Partido Socialista han de ser los generosos con la figura de Rajoy, sino todo lo contrario, y si este no lo entiende así, ni tiene la generosidad que España precisa actualmente, al tiempo que su partido tampoco tenga la valentía de afrontar el reto en el bien de todos, iremos a unas terceras elecciones que en definitiva es lo que le interesa a Mariano Rajoy personalmente, haciéndose la víctima (!pobriño!), quien lo venderá a su manera, consciente de que en España el voto sigue siendo un derecho ejercido con las vísceras, los sentimientos, los odios y venganzas, o sencillamente con las nalgas.
España tendría Gobierno, y programa de Gobierno de consenso, mañana mismo, con el sacrificio de Ciudadanos y del PSOE, si Mariano Rajoy antepusiera los intereses de todos y del partido que ganó las elecciones (el suyo), a sus propias ambiciones personales, sin tener que forzar a nadie al suicidio por tomar decisiones ajenas a los intereses de su propio electorado.
No caerá esa breva.