Veo en los informativos al rey Juan Carlos (eso de “emérito” es para los catedráticos) siendo calurosamente recibido en Sanxenxo por el pueblo de la comarca y bastante fríamente por la prensa y demás medios, después de los dos años de destierro en el Golfo Pérsico.
Cuando se ve hoy al monarca (los reyes como los toreros nunca pierden su condición) se puede ver a un hombre mayor de 84 años con graves problemas de movilidad. El soberano, a estas alturas, tiene el chasis muy reparadito y la máquina se tiene que desplazar muy lentamente porque ya no da más de sí, porque correr ha corrido lo suyo.
El Borbón disfruta, en la citada localidad pontevedresa, de la hospitalidad de su amigo regatista Pedro Campos que lo ha hospedado en su vivienda. Se quejan los medios de que Juan Carlos ha llegado a España de forma poco discreta. Quizá habría que preguntar a esos mismos medios el porqué de abrir entonces sus telediarios con la llegada y la estancia real. Estoy por escribir a alguno de los asistentes reales para que en la próxima visita, y antes de aterrizar su avión, vistan a JCI con un bonito traje de lagarterana, para que pase desapercibido.
En esta (mala) época que está pasando este país (llamado España) está de moda zumbarle y escupirle a nuestra monarquía, porque la izquierda española, que antes le aplaudió con fervor, ahora está por la llegada de un régimen republicano, pero no al modo de otros países europeos, sino como una copia de la II República que todos sabemos en lo que derivó.
El que suscribe, como vivió toda la Transición española, se acuerda vivamente de cómo los medios trataban al Rey y demás miembros de la Casa Real. Aquellas transmisiones de televisión rezumaban cantidad de babas que caía de los belfos de los periodistas que seguían a nuestros monarcas, Juan Carlos y Sofía, de visita en cuanto país hay en el mundo y que tanto supuso en la mejora de la imagen de nuestra nación. No había ni una sola crítica sobre nuestra Casa Real y todos los medios de comunicación se autocensuraban cuando alguna noticia podía suponer algo (ligeramente) malo para los monarcas. Digamos que de aquella el periodismo español pecaba por exceso en el trato real.
En cuanto a los políticos de entonces, en su gran mayoría, les ardían las manos de tanto aplaudir al paso de los reyes de España. Curiosamente aquellos políticos y aquellos periodistas estaban absolutamente de acuerdo en lo bueno que suponía tener en nuestro país un régimen monárquico.
Hoy la realidad es otra porque los que (de verdad) mandan en España con su política globalista (y Agenda 2030), es decir los megamillonarios Soros, Gates, Rosthchild o Rockefeler, ordenan que hay que desestabilizar a este viejo país, y una de las formas es cargarse la monarquía y el régimen surgido en 1978.
Sigue siendo muy curioso cómo los periodistas de hoy coinciden absolutamente con los políticos, en cuanto al mal trato que se debe dar a la Casa Real. Antes se tapaba lo malo de la monarquía y ahora se oculta lo bueno que pueda tener. El término medio se desconoce en España.
Por tanto, y para finalizar, haciendo balance de los que supuso la república española en los años 30 y este período monárquico desde el 78, creo que a los españoles nos ha ido mucho mejor con los reyes que con los presidentes republicanos, por mucho que se haya equivocado el padre del actual ocupante de la Zarzuela.
Así que para el que suscribe la III República puede esperar, no tengo ninguna prisa.