Como todo el mundo sabe el ADN (ácido desoxirribonucleico) es el material que contiene la información hereditaria en los humanos (y en muchos organismos), es como nuestro carnet de identidad más íntimo y personal.
Eso está claro, pero últimamente lo del ADN se asocia a los grandes equipos de la liga española de fútbol. Y el club que más maneja (y abusa) del término es el FC Barcelona. En la prensa azulgrana constantemente se habla del ADN del equipo, y se relaciona con la forma de jugar que ponía en práctica el Barça en la época (dorada) de Josep Guardiola como entrenador.
En realidad quien revolucionó la forma de jugar del club fue Johan Cruyff, que fue un fenómeno como jugador pero también como entrenador. Cruyff fue el primero técnico en utilizar en serio la cantera del club, el primero en jugar con portero adelantado y tres defensas, el que ponía a extremos de laterales, un medio-centro y seis grandes jugadores que intercambiaban sus posiciones y volvían locos al equipo contrario. Recuerdo un Celta-Barça de aquella época, en que a la media hora de partido el dream team ya ganaba 0-3 y los celestes no se habían enterado de nada, dada la superioridad barcelonista. Hoy se reivindica a Guardiola más que a Cruyff porque el primero era catalán y el segundo, no.
Ver hoy jugar al FC Barcelona y hablar de aquel ADN es algo que lleva inequívocamente a la melancolía, si no a la depresión.
Y entonces si ese es (o era) el ADN azulgrana, ¿cual es el homónimo del Real Madrid? Como, por lo visto, al equipo merengue se le niega la calidad en su juego, lo del genoma blanco se relaciona con las famosas remontadas europeas, la camiseta blanca que da alas y su espíritu guerrero de no rendirse jamás y creer hasta el final. Bueno, y que cuando el Bernabeu huele la sangre y empieza a rugir a los jugadores del equipo contrario les comienzan a flaquear las rodillas. Esto se pudo ver en los encuentros de la 14a Copa de Campeones ganada por los blancos.
Vale, ya sabemos cómo va esto en cuanto a merengues y culés, pero ¿y el Celta? Aquí en el finisterre gallego tenemos derecho a tener ADN, ¿o tampoco?
Forma de juego
He estado pensando sobre el particular y no lo tengo muy claro. Cuando el que escribe era infante y ya frecuentaba Balaídos, veía aquellos partidos en los que muchas veces, debido a la pertinaz lluvia, el campo se inundaba y era difícil jugar al fútbol sobre agua.
Eran encuentros de poder a poder, típico de los equipos norteños, donde la técnica no valía, sino que ganaba el que más fuerza y potencia le añadía al juego. En ocasiones para desplazar el balón en largo el jugador debía elevarlo y meterle un voleón, porque de otra forma no se podía. Con los los futbolistas en carrera era muy complicado frenar por lo que acababan deslizándose sobre el agua unos cuantos metros. Pero aquella garra y aquel empuje podría ser el ADN celeste de entonces. Hoy, con los campos impecables y buenos drenajes esas imágenes ya se han dejado de ver.
En aquella época eran imporantes los extremos siempre muy pegados a la cal. En los 60 en la derecha podían jugar Pintos, el canterano Lito o el oriundo Lezcano, y en la izquierda Suco, Jiménez o más tarde Del Cura. Estos pugnaban con su lateral para poder centrar para que rematase Abel (un gran 9), Rodilla o más tarde el asturiano Doblas.
Años después se sucedieron otras plantillas en el club, pero la afición siempre gustó del equipo que recuperaba la pelota, con velocidad, con transiciones rápidas y pase al delantero para que pudiera marcar. Entre éstos destacaron «Pichi Lucas» y más tarde el brasileño Baltazar. Hay que destacar por supuesto al bosnio Vlado Gudelj, un gran 9, que jugó ocho temporadas con la camiseta celeste y que se quedó para siempre en el club.
Pero si hablamos de jugar bien al fútbol en Balaidos hay que hablar de la etapa de Horacio Gómez en la presidencia, e Irureta y Víctor Fernández en el banquillo. En esos años se juntaron una serie de jugadores de muchísimo nivel, como el francés Dutruel en portería, Michel Salgado, Cáceres, Djorovic y Berges en defensa, el gran Mazinho, Makelele en la media, y adelante Karpin, Revivo, Sánchez, Gustavo López o Penev entre otros. Pero aquella orquesta estaba dirigida por el ruso Alexander Mostovoi, un genio que vino del frío, un tío con bastante mala uva, pero que cuando entraba con el balón en el área hacía que en Balaídos se detuviera el tiempo, y la afición contenía el aliento para ver que iba a hacer el genio de San Petersburgo.
Esa fue la gran época celtista, con estancias periódicas en la Uefa e incluso en Copa de Campeones. Lo que muchos aficionados no le perdonamos a Víctor Fernández es que con aquella plantilla no se pudiera conseguir ni la Copa del Rey ni la de la Uefa.
Himno
El himno celeste hasta hace nada fue el «Hala Celta a demostrar…», cuyo autor desconozco. Se trata de un himno bastante básico y con poca letra que se ponía por megafonía en Balaídos cuando los jugadores saltaban al campo.
«Oliveira dos cen anos», creado por C. Tangana, se podría inscribir en el (¿nuevo?) genoma celtista. Es posible, de hecho el nuevo himno ha enganchado con fuerza entre la afición y sobre todo entre la juventud celeste.
Cantera
Es una característica clara de Celta. En mi primera época en Balaidos (segunda mitad de los años 60) una buena parte de la plantilla eran jugadores salidos del Celta juvenil y del Gran Peña, que ejercía como filial celeste. Manolo «el Gran Capitán» salió de la cantera en aquellos años junto a Costas, Villar, Lito y Félix, y los cinco llegaron a jugar como titulares en muchos partidos. Manolo es el jugador con más encuentros jugados con la camiseta celeste.
Más tarde siempre han habido canteranos en el primer equipo, unas veces más que otras. Importante fue la contribución de los chavales del filial en la época de Paco Herrera, cuando con Iago Aspas jugaban también Sergio Alvarez, Yoel Rodríguez, Hugo Mallo, Roberto Lago, Andrés Túñez, Alex López, Borja Oubiña, Dani Abalo, Toni Dovale y Jonathan Vila.
Estos últimos años era normal que 5 ó 6 jugadores del equipo titular fueran canteranos, tendencia que este año se cortó. Pero queda claro que la presencia de jugadores de casa ha sido una constante en el RC Celta.
Resumen
Entonces ¿cuál podría ser el ADN del club vigués?, pues quizá una mezcla de todo, incluyendo a la afición, sin la cual el Celta no existiría. Digamos que el ADN celeste sería como un cóctel, a saber, una parte de fuerza y garra, otra de canteira da casa, un buen chorro de la afición apoyando al equipo, una ralladura de «oliveira dos cen anos» y un toque sutil del guante que disfruta Iago Aspas en su bota izquierda. Agítese y sírvase bien frío.
Ahora sólo debemos esperar que ni directiva, ni técnico, ni jugadores, con un mal movimiento de codo, se carguen la coctelera.