No es la primera vez que el vandalismo se ensaña con la estatua dedicada a Manuel Castro en la Rúa do Príncipe, en Vigo. Se trata de unos hechos repudiados por una ciudadanía que reclama, una vez más, medidas eficaces para evitar que los autores queden impunes, pero, sobre todo, para que este tipo de actos no se repita.
La estatua dedicada a Manuel Castro se colocó en su ubicación actual a finales de diciembre del año 2011, frente al museo MARCO, pero había sido encargada diez años antes por el entonces alcalde Lois Pérez Castrillo al escultor Jandro Rodríguez cuando este le presentó un boceto inicial, porque era un admirador del personaje vigués. El proyecto fue aceptado y la estatua se fundió en bronce en una fundición madrileña, sin embargo, en ese momento, y con el cambio de corporación municipal, comienzan los inconvenientes que retrasan diez años su colocación en el lugar elegido.
Muchas personas desconocen que el prolongado retraso parece ser que tuvo relación con el contenido inicial del periódico que formaba parte de la escultura, una portada y contraportada que habían sido diseñadas, a su vez, por el artista Xosé Guillermo: el desastre del Prestige en la portada y un poema de Xela Arias en la contraportada. Aquello resultó muy polémico para la siguiente corporación municipal y, por tal motivo, el contenido inicial fue modificado por una agencia de publicidad a la que se le encargó que lo hiciera políticamente más “suave”.
Jandro y Xosé Guillermo —fallecido en 2009— fueron los socios y creadores de la Fundación Nautilus, una “fundición” de artes cuya finalidad era la divulgación y la promoción, y que fue creada a principios de los años noventa del pasado siglo XX. De aquella iniciativo surgieron movimientos artísticos de gran trascendencia, con la participación de figuras tan relevantes como Xela Arias, Xulio Gil, Maribel Mouriño, Ricardo Bará, Morris, Alberto Conde, Cuchús Pimentel, entre otros.
Para quienes no vivieron el Vigo de aquella época es preciso recordar que Manuel Castro era una persona entrañable, lo recuerdo perfectamente igual que muchas otras personas. Era un vendedor de periódicos que formaba parte de la vida urbana y que era famoso por su malabarismo con el periódico, porque era capaz de elevarlo con un solo dedo sin que se descompusieran las hojas. Vendía la prensa por la calle, en la Rúa do Príncipe y sus aledaños, a la salida del cine Fraga y en la Porta do Sol.
Acostumbraba a llevar un fajo de ejemplares bajo el brazo y varios décimos de lotería en la mano, y con la otra iba realizando los juegos malabares que le hicieron famoso mientras vociferaba los nombres de las cabeceras: “¡Faro de Vigo!, ¡Pueblo!, ¡La Noche!… ¡Prensa de Madrid!”
Su lugar más habitual eran los peldaños de la entrada de los Almacenes Alfredo Romero —actualmente Cortefiel—, donde montaba su quiosco, en la parte derecha de la escalera. José María Íñigo llegó a entrevistarlo en su programa de televisión, de enorme audiencia en toda España en aquella época de principios de los años setenta del pasado siglo XX, y delante de las cámaras demostró sus destrezas. Sin duda, Manuel Castro formaba parte de la vida ciudadana de aquellos años y era una persona muy querida, lo cual justifica el homenaje de la estatua de Jandro, que lo refleja perfectamente.
Sin embargo, desde la colocación en su emplazamiento, en el año 2011, esa escultura de 300 kilogramos de peso y más de dos metros de altura, sufrió varios ataques vandálicos, unas veces fueron pintadas de carácter grosero y otras el robo del ejemplar del periódico que hace equilibrio sobre su índice derecho.
Como tantos ciudadanos de Vigo me pregunto para qué sirven las cámaras que hay instaladas en esa zona, una de ellas prácticamente encima de la estatua. ¿Acaso están de adorno? ¿Dónde empieza el respeto a la intimidad del individuo y donde termina del respeto a la propiedad colectiva y al arte? ¿Acaso no existe cultura en esta ciudad? Señoras y señores, dejémonos de rizar el rizo y tomemos una decisión con respecto a la vigilancia real y efectiva. Yo, en particular, no tengo nada que ocultar ante una cámara de vigilancia, asumo mis responsabilidades, por lo tanto, no me siento intimidado ni tampoco siento mermada mi libertad. Si no existe cultura en una parte —aunque sea reducida— de la ciudadanía, si no existe respeto ciudadano —aunque sea por parte de unas pocas personas—, si no gusta que haya policía por las calles, entonces tendrá que haber algún otro tipo de vigilancia porque, de lo contrario, estos actos seguirán repitiéndose y quizá la cosa no termine aquí. Luego vendrán las lamentaciones y justificaciones, cuando ya no exista remedio.
Y deseo añadir que me resulta vergonzoso e indignante que una corporación municipal —que tiene nombres y apellidos— que ha representado a la ciudadanía viguesa y que ha presumido de viguismo, y que ha cobrado del erario público —es decir, que les hemos pagado entre todas y todos— haya sido capaz de modificar el periódico original de la estatua de Castro. Se trata de una obra de arte y debe ser respetada en su total integridad. Ya es hora de que el periódico original ocupe su lugar, porque aquella visión de los artistas Jandro y Xosé Guillermo deben ser respetadas, de lo contrario, ese comportamiento viene a ser el mismo que el de los vándalos que han cortado el brazo con el periódico de Castro.