Solo los pacientes que acuden a consultas y -sobre todo- los hospitalizados, parecen acreditar que el Sergas no está esperando a que el edificio se caiga por sí solo o que no se activarán las potentes cargas explosivas adheridas a las columnas que sostienen su cimentación. El madurito hospital, inaugurado en 1989, no puede sin embargo competir con el jovencito Álvaro Cunqueiro, que acapara toda la atención y el interés de la Administración sanitaria gallega.
Así que, a pesar de ser descrito por el propio Sergas como «un hospital fundamental en el presente y en el futuro del CHUVI y de la EOXI en su conjunto, asumiendo un papel absolutamente estratégico», se cierran habitaciones y plantas enteras y se deja desconchar por dentro y por fuera, llenando de silencio sus pasillos vacíos.
Pero lo peor es que este abandono de la infraestructura tiene también un reflejo negativo en la atención a los usuarios y usuarias, que sufren el perjuicio de la infrautilización de los recursos públicos y la centralización casi en exclusiva en otro hospital que para mucha población queda donde Cristo perdió la sandalia o más o menos a tomar por culo.
Ni que decir tiene que el personal padece también el deterioro del hospital y de la Sanidad en general, fundamentalmente desde el punto de vista de los recursos humanos. Cuantos menos pacientes y usuarios, menos personal y más carga de trabajo para los empleados de todas las categorías que mantienen con orgullo y profesionalidad la dignidad de un servicio público por antonomasia.
Porque el pobre Meixoeiro que languidece es un cascarón que se va a pique y al que capitanean sin rumbo, a pesar de que la atención a los pacientes ingresados es de crucero de lujo transoceánico, tipo «vacaciones en el mar». Da lástima, si no rabia, ver cómo se desperdician los recursos públicos sin pudor alguno. El Xeral, reconvertido ahora en Ciudad de la Justicia a punto estuvo también de servir de ejemplo de ruina política. Con el Meixoeiro lo conseguirán más pronto que tarde, cuando el asfalto de acceso al centro no pueda resquebrajarse más y el óxido se coma el armazón del edificio y de la Sanidad Pública.
(Un agradecimiento especial a todo el personal de la planta segunda del Hospital Meixoeiro de Vigo)