El nuevo centro hospitalario “Álvaro Cunqueiro”, de Vigo es un desastre que las autoridades sanitarias —y los políticos de la Xunta de Galicia— se esmeran en ocultar a través de entrevistas y reportajes pagados en determinados medios de comunicación, eso que habitualmente se conoce como “propaganda pagada”.
La realidad, en cambio, no es tan de color de rosa como nos la están presentando, y en el aire quedan numerosas preguntas sin respuesta concreta y razonable, si realmente existen tales respuestas. ¿Por qué se ha reducido el número de camas con respecto a lo establecido inicialmente? ¿Por qué se ha construido el nuevo hospital cuando el número de camas hospitalarias no representa un aumento significativo? ¿Cómo van a acceder al hospital las personas faltas de recursos, con avanzada edad, o con movilidad reducida? ¿Por qué no existen aparcamientos gratuitos para el personal e incluso para los familiares de los pacientes?¿Se han aprovechado todos los instrumentos, muebles y enseres de reciente adquisición o en perfecto estado de utilidad que estaban en el Xeral? ¿Por qué no hay espacio para ubicar el laboratorio cuando sí lo hay para un centro comercial en el nuevo entorno hospitalario? ¿Sabe realmente toda la ciudadanía de Vigo que además del Xeral también pretenden suprimir el hospital del Rebullón y los ambulatorios de Coia, la Doblada y Bolivia? ¿Todavía queda alguien que se crea eso de que las autoridades se están planteando demoler el antiguo Xeral, perteneciente al Instituto Nacional de Previsión, que nada tiene que ver con la Xunta de Galicia? ¿Qué se pretende hacer con las instalaciones del hospital del Rebullón y de los ambulatorios que se van a cerrar? ¿El “Álvaro Cunqueiro”, se trata realmente de un hospital público? ¿Y el hospital del Meixoeiro, lleno de desperfectos, va a seguir en pie? ¿Cuánto cuesta, realmente, este nuevo centro hospitalario, el total de su infraestructura, su puesta en marcha y, quizá, posibles arrendamientos y compensaciones? Esto tiene toda la pinta de resultar un pelotazo de determinados políticos a costa de la ciudadanía viguesa, siempre tan callada frente a la de A Coruña y Santiago, en donde no se han atrevido a hacer lo mismo.
La sanidad pública debe estar constituida por unas instalaciones hospitalarias dignas y suficientes para los servicios que demanda la población, un conjunto de servicios manejados, fundamentalmente, por los profesionales de la sanidad, y entendiendo como tales los auténticos profesionales, y no los políticos que están mercadeando con algo que es de todos nosotros y de nadie en particular. ¿Realmente podrán dormir tranquilos todos ellos y quienes los están secundando, esos que están colaborando en esta farsa? ¿Dónde queda la honestidad personal y la ética profesional? ¿Acaso no parece un gigantesco pelotazo todo esto que ahora comentamos? ¿Realmente vale todo para medrar?
Y así las cosas, todavía habrá ciudadanos que sigan creyendo y apoyando a esos políticos que ahora están al frente de la Xunta y que están conduciendo a Galicia y a toda la población contra las piedras. ¿Y dónde está la oposición política gallega intentando detenerlos? Cierto que ellos son mayoría, pero aún así, la oposición tiene la obligación de poner al descubierto todo esto que ahora comentamos. En este sentido, es preciso reconocer que el único político que ha luchado abiertamente por los intereses de Vigo es el alcalde de la ciudad, Abel Caballero, pero en el Parlamento Galego, como digo, han sido muy pocas las voces críticas con semejante desastre, y si los medios de comunicación convencionales no se han prestado ni se prestan para el esclarecimiento de todo esto, es preciso recordar que hoy en día existen otros medios alternativos que aún siguen fieles a la verdad y activos frente a los tentáculos de quienes ostentan el poder. Y todavía hay quienes se sorprenden de la aparición de movimientos políticos emanados de la ciudadanía, cuando son ellos mismos, los que ejercen el poder, los que están propiciando con sus propias acciones su aparición y sus éxitos.