El actual presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, del Partido Popular, sigue empeñado en celebrar las elecciones autonómicas cuanto antes a pesar de la pandemia del Covid19, que tiene en vilo a casi todos los países. Aunque el desarrollo de esta peste en la autonomía gallega lleva un ritmo positivo y dentro de poco seguramente alcanzaremos la siguiente fase. Pero la situación necesita mucha prudencia y nadie sabe cuándo terminará la alarma real.
El presidente Feijóo, del Partido Popular, tiene mucha prisa. Seguramente porque sus asesores le han dicho que, de este modo, el adelanto de la convocatoria electoral autonómica pillará con el paso cambiado a sus adversarios políticos. Téngase en cuenta que su gestión no queda tan mal parada si se compara con la nefasta del presidente de su propio partido, Pablo Casado —a quien el puesto le viene grande—, y con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que es la peor propagandista que hubiera podido encontrar el principal partido de la oposición y que con sus declaraciones y sus decisiones se ha convertido en el hazmerreír de toda España.
Feijóo desea que el alumnado vuelva cuanto antes a las aulas para dar una imagen de normalidad y justificar la convocatoria electoral. Oculta, en cambio, los enormes problemas que conlleva la reanudación de las clases presenciales, con falta de espacio para ubicar al alumnado en condiciones de seguridad, con falta de profesorado para atender a todas las divisiones de grupos y de horarios, porque aulas y horarios se tendrán que multiplicar para que no existan masificaciones. En muchos casos incluso no será fácil disponer de espacio en los centros escolares para atender a varios turnos de clases. Asimismo, la inmensa mayoría del profesorado está perdido o agobiado ante las plataformas telemáticas, que nunca habían manejado. Sin olvidar que una parte del alumnado todavía no tiene ordenador ni acceso a internet, aunque se ha facilitado, pero no a todos. Por lo tanto, no es tan fácil reanudar la actividad académica a ningún nivel. Por ejemplo, ¿cómo van a organizar las guarderías para cumplir las condiciones de seguridad? La misma pregunta también es extensiva a las etapas de Primaria, Secundaria, e incluso a los ciclos de Formación Profesional, pendientes de las prácticas FCT (Formación en Centros de Trabajo). ¿Dónde hará las prácticas, por ejemplo, el alumnado de los ciclos de Hostelería y Turismo? Y el de otras especialidades de Formación Profesional en las que la pandemia ha cerrado las industrias y los lugares habituales para realizar la formación complementaria. En las universidades existen problemas similares.
El sector de hostelería también tiene grandes problemas para volver a la normalidad. Y algo similar ocurre con el turismo, esa importante fuente de riqueza para Galicia y para España, y con el Xacobeo en puertas, con un futuro inmediato para el sector que se presenta muy oscuro. Todo el mundo tiene miedo al contagio, por mucho que se insista en dar una imagen de control, y porque el viajar de un país a otro no será fácil hasta que pase el tiempo. Las industrias de otros tipos, como las del sector naval y del automovilístico, tampoco recuperarán fácilmente la normalidad.
Además de todo esto, la emisión del programa de Jordi Évole en televisión entrevistando al convicto Marcial Dorado, debería de haberlo puesto contra las cuerdas.
Aquella famosa fotografía en la que aparecían los dos en un barco vuelve a la memoria de todos. Esa foto queda ahora adobada con unas declaraciones que lo dejan en una posición de muy poca credibilidad. Sin embargo, la mayoría de los votantes del Partido Popular ya han demostrado que no hay demasiadas cosas que les puedan hacer cambiar su intención de voto. Así se demostró en otras ocasiones, por ejemplo, en la nefasta gestión de la tragedia del Prestige, con numerosas mentiras y fallos imperdonables.
El Partido Popular, en mi opinión, se nutre del voto cautivo, muy abundante en el interior de Galicia, y, de modo incomprensible, de una parte de la clase obrera que sigue votando a un partido que defiende los intereses de los más poderosos, que sólo crean trabajo cuando les interesa y siempre para beneficio propio, sin importar la precariedad y el beneficio social. No tienen vergüenza, por eso Feijó, a pesar del peligro del Covid19, seguirá en su empeño de convocar esas elecciones y tendrá quienes lo aplaudan sin recato.
De confirmarse las elecciones gallegas en el verano de 2020, es necesario que Galicia despierte del letargo. Es muy importante que Galicia dé un paso al frente y decida un cambio político. En ese caso, también sería necesario que el partido o coalición que resultase ganador frente al Partido Popular, evite cualquier desliz que ponga en entredicho esa alternativa política, porque la derecha perdona cualquier cosa de sus propios partidos —Partido Popular y Vox, fundamentalmente—, pero el más mínimo desliz en los partidos de izquierda lo generaliza y lo agranda a su conveniencia.