Si Agatha Chistie viviera y se hubiera acercado por las instalaciones del zoo vigués de Candeán en estos últimos tres años, hubiera podido escribir la novela ‘Muerte en el zoo’.
Vds, queridos lectores, podrían pensar al leer esto que algún empleado del zoológico fuera un asesino en serie e hiciera que algunos visitantes pasaran a mejor vida. Nada más lejos de la realidad.
En nuestro Vigozoo no se ha producido ningún homicidio de ‘persona humana’, pero sin embargo la muerte ronda a los animales inquilinos de aquellas instalaciones zoológicas. Así, este diario ha recogido varias noticias en los últimos tiempos sobre extrañas muertes de algunos ejemplares que nadie ha aclarado.
Resumiendo un poco las bajas del Vigozoo serían: una pareja de tigres (el macho ahogado en el foso), un muflón debido a un golpe, un águila por causa de estrés, un lémur debido al frío, dos castores, seis wallabys (pequeños canguros), una hembra de oryx preñada y una pantera, que es una variedad melánica de leopardo. Las muertes de estos animales no han sido bien aclarados por la dirección del centro de Candeán, pero desde la Praza do Rei defienden que las causas han sido naturales.
El gobierno municipal quiere convertir el zoo vigués en un «centro de ocio medioambiental» que contará con «mirador a la ría, planetario, casetas en árboles, instalaciones para los campamentos de verano, aulas educativas, huertas, rocódromo y tirolinas».
Desde esta tribuna felicitamos a nuestro estimado alcalde por tomar tal decisión, pero además si don Abel quisiera dar una explicación, más o menos creíble, sobre estas extrañas muertes tampoco estaría de más.
Estos días no pude dejar de recordar un zoo que pude visitar hace ya bastantes años. Estaba situado en Jersey, en las Islas del Canal, entre Bretraña y Normandía. Estas islas están pegadas a la costa atlántica francesa pero sin embargo son de soberanía británica. Para llegar a la isla es preciso hacer una pequeña travesía en barco desde el puerto de Saint Maló.
Jersey es una isla de pequeño tamaño y su economía se basa fundamentalmente en que funciona como un paraíso fiscal, gracias a sus empresas de servicios financieros. Al llegar para desplazarse por la isla es posible alquilar un vehículo, por supuesto con el volante a la derecha (y el cambio de marchas en la mano izquierda) con el que desplazarse por las carreteras de juguete de la zona.
En el interior de Jersey, al norte de la isla y al sur de la bahía de Bouley, se encuentra un zoológico muy diferente a los conocidos. Y es que más que un zoo es una reserva de vida natural salvaje que alberga a especies animales en peligro de extinción. Su nombre es Jersey Wildlife Conservation Trust y se trata de la fundación creada en 1964 por el naturalista inglés Gerald Durrel.
La primera noticia que tuve de Gerald Durrell fue en mi juventud, y de eso hace mucho, cuando cayó en mis manos su libro ‘Mi familia y otros animales’. Quizá sea éste el libro que más pena me dio cuando lo terminé de leer. Hay que señalar que el prólogo de la obra fue escrito por su hermano, Lawrence (Larry) Durrell, el afamado autor de ‘El cuarteto de Alejandría’. Afortunadamente Gerald continuó escribiendo, para formar una trilogía, con ‘Bichos y demás parientes’ y ‘El jardín de los dioses’. Y después de estos tres vendrían muchos más.
En ‘Mi familia y otros animales’, Gerald Durrell nos relata los años, que junto a su madre y sus hermanos, vivió en la isla griega de Corfú. En aquel tiempo Gerald (Gerry) era un niño que muy pronto descubrió su pasión por cualquier especie animal.
El libro comienza así: «Esta es la historia de cinco años que mi familia y yo pasamos en la isla griega de Corfú. En principio estaba destinada a ser una descripción levemente nostálgica de la historia natural de la isla, pero al introducir a mi familia en las primeras páginas del libro cometí un grave error. Una vez sobre el papel, procedieron de inmediato a tomar posesión de los restantes capítulos, invitando además a sus amigos. Sólo a través de enormes dificultades, y ejercitando considerable astucia, logré reservar aquí y allí alguna página que poder dedicar exclusivamente a los animales».
Después continúa con trescientas maravillosas páginas más hablándonos de las aventuras y desventuras del joven Gerry en su trato con los lugareños de la isla, sus preceptores y sus pequeños (animales) protegidos que muchas veces guardaba en cajas de cerillas. Así Gerald nos cuenta lo que le pasa con el mochuelo Ulises, la gaviota Alecko o la salamanquesa Gerónimo. Y todo esto lo mezcla de forma encantadora con sus comentarios (de naturalista) sobre su paciente madre y sobre sus hermanos Larry, Margo y Leslie. Lo dicho, son trescientas preciosas páginas que se pasan como un suspiro.
Pues bien, cuando Gerry/Gerald se hizo adulto se fue convirtiendo, mediante viajes y exploraciones por todo el mundo, en un gran naturalista/conservacionista que iba recogiendo ejemplares de especies animales en peligro de extinción, y cuando se dio cuenta necesitaba con urgencia un espacio (y no pequeño) para que sus protegidos pudieran vivir sin peligro. Esto lo consiguió cuando los propietarios de Les Augres Manor, casona victoriana (con varias hectáreas de finca) situada en la isla de Jersey se pusieron en contacto con él para donársela y poder dedicarla a reserva animal.
Cuando estuve allí aquello era un concepto nuevo porque no tenía nada que ver con un zoo de la época. En aquel recinto lo principal era el bienestar animal, para que las especies pudieran vivir y reproducirse, con objeto de reintroducirlos de nuevo en su hábitat natural. Fue una gran experiencia aquella visita.
Por cierto, en aquella reserva no aparecían nunca animales muertos en extrañas circunstancias. Estaban todos vivitos y coleando. De ahí que recomendemos a nuestro alcalde que gire, cuanto antes, una visita a aquel maravilloso lugar. Los inquilinos de Vigozoo se lo agradecerán.