Resulta muy difícil dedicarle unas palabras a un amigo que acaba de fallecer. Esto es lo que me ocurre con José Antonio Valcarce Valcarce, fallecido a últimas horas de la tarde del pasado viernes, 26 de enero y con quien me unía una gran amistad.
Eran las nueve de la noche cuando recibimos una llamada telefónica de su familia dándonos la increíble noticia: hacía media hora que ya no pudo seguir resistiendo más y su corazón se detuvo para siempre. Su salud era bastante delicada y coincidían varias patologías, entre ellas, un corazón que hace años ya había sufrido dos infartos. En ese momento, los sentimientos y los recuerdos comenzaron a aflorar a la memoria como un torbellino.
Nacido en el Paseo de Alfonso XII
José Antonio nació en la ciudad de Vigo, concretamente, en el Paseo de Alfonso XII, en una casa que formaba parte del conjunto de la Panificadora, empresa que había fundado su abuelo, Antonio Valcarce García. Su familia era originaria de Ferreira de Pantón, lugar que formaba parte de sus numerosos recuerdos de infancia y juventud.
Era una persona muy familiar y siempre hablaba con pasión de sus abuelos y de sus padres. Cuando él era muy joven falleció su padre y su madre tuvo que sacar adelante a la familia. Admiraba a su abuelo, el fundador de la Panificadora y, según él, un trabajador incansable y muy inteligente. En muchas ocasiones ayudaba en el proceso, que conocía perfectamente. De este modo, mientras otros jóvenes de su edad se centraban en la diversión, él ya trabajaba y era una persona con independencia económica.
Tranvías Eléctricos
Su abuelo también estaba vinculado con la empresa Tranvías Eléctricos de Vigo y propició que José Antonio formara parte del consejo de administración, llegando a asumir la presidencia. En 1968, con Rafael Portanet como alcalde de la ciudad, los tranvías desaparecieron definitivamente de las calles de Vigo, aun cuando la empresa continuó existiendo hasta la actualidad. Paralelamente, en 1980, con su abuelo ya fallecido, la Panificadora también cerró sus puertas.
Al principio de los años ochenta, la Xunta de Galicia, presidida por Manuel Fraga Iribarne, decidió construir una carretera aprovechando el antiguo trazado de la vía del tranvía a Baiona. Tranvías Eléctricos de Vigo, con José Antonio Valcarce al frente, reclamó la titularidad de los terrrenos exigiendo una indemnización que la Xunta no aceptó.
Entonces el caso fue llevado a juicio contando para ello con el reputado bufete de abogados García de Enterría. La labor de este bufete, y el hallazgo de José Antonio en el fallado del edificio de la Panificadora de una maleta con los papeles de la titularidad de los terrenos de la vía del tranvía, contribuyó a ganar un pleito que le costó a la Xunta de Galicia alrededor de tres mil millones de pesetas de la época.
Desarrollo de la economía
Como quiera que los tranvías ya habían desaparecido, la indemnización se enfocó, fundamentalmente, a las inversiones inmobiliarias y los aparcamientos subterráneos, que actualmente es la principal actividad de la empresa, bajo el nombre Welgood Solutions y Eloymar Tranvías, a cuyo frente está ahora Antonio Valcarce Ávila. No obstante, la acertada labor que llevó a cabo durante muchos años José Antonio Valcarce al frente de la empresa resulta indiscutible, con una enorme contribución al desarrollo de la economía de la ciudad de Vigo y su área de influencia.
Quienes tuvimos el privilegio de conocerlo de cerca sabemos que José Antonio Valcarce, además de empresario, era un gallego de profundas raíces y amante de su tierra y de sus costumbres. Un hombre inteligente, vital, muy valiente y con una voluntad férrea, abierto a escuchar y discutir las ideas de los demás. Él era una persona que valoraba la amistad por encima de las ideas aunque fueran diferentes a las suyas.
Pescador y cazador
Le encantaba la comida gallega tradicional, desde la empanada y el “peixe” hasta la “carne ao caldeiro”, todo ello acompañado con vino de Mencía o de Barrantes, preferiblemente en taza. Era un pescador que conocía todos los ríos de Galicia y sus afluentes. Asimismo, era un excelente cazador, tanto de caza menor como de caza mayor, habiendo participado en numerosas cacerías en otros lugares de España. También había estado muchas veces de cacería en Àfrica, continente que le apasionaba y con el que soñaba en volver.
Recuerdo nuestras conversaciones en torno a una botella de Mencía contándome sus experiencias de caza cuando estaba en los campamentos de África y salían de madrugada a cazar. Le apasionaba la caza del tigre, del león y, sobre todo, del búfalo. Sus relatos, de los que tenía pruebas fotográficas y trofeos, transportaban al ambiente de las novelas de Salgari, de quien leyó todos sus libros en su juventud.
Historia y filosofía
Además, le encantaba la lectura de temas históricos y de filosofía, tanto en español como en gallego o incluso en portugués. Era un hombre amante de España al que le encantaba la conversación, con una extraordinaria cultura y, sin temor a equivocarme, puedo añadir que era un erudito en la historia de los jesuitas. Su conversación siempre resultaba un placer.
Desde hacía muchos años, todos los viernes nos reuníamos con nuestras mujeres para disfrutar de unos Mencías y de una agradable conversación. Sin embargo, hacía cuatro meses que lo impedía su delicado estado de salud, aunque estábamos en contacto. Este pasado viernes, cuando nosotros dos estábamos en el mismo lugar y a la misma hora, sonó el teléfono y nos dijeron que José Antonio ya nunca volvería porque había fallecido.
Ferreira de Pantón
Sin embargo, aunque nunca vuelva físicamente, José Antonio siempre estará con nosotros, con la fuerza de su palabra apasionada, defendiendo España y sus convicciones, con sus historias de Ferreira de Pantón, sus safaris en África, sus anécdotas pescando en los ríos gallegos y cazando, con las conversaciones sobre los jesuitas o sobre los libros que él leía de un modo incansable subrayando todo lo que a le parecía destacable, como era su costumbre.
Siempre recordaremos a José Antonio Valcarce con afecto, con admiración, y con enorme agradecimiento por su amistad. Ahora quizá su espíritu libre haya vuelto a su querido Ferreira de Pantón o al continente africano, a cumplir su último sueño.