En los autobuses urbanos de la ciudad de Vigo no se respeta ni el aforo ni las distancias sociales que impone la prudencia ante el Covid-19. Los usuarios, inconscientes del peligro que corren, van sentados unos al lado de los otros sin mediar asientos vacíos; es algo que cualquiera puede comprobar fácilmente.
Pero la culpa no la tiene el Concello de la ciudad, sino la Xunta de Galicia, que ha promovido unas medidas que permiten la ocupación al cien por cien en los transportes públicos, y esa es, precisamente, la clave de que los autobuses urbanos vayan repletos de usuarios, además de que no existe el sentido personal de la prudencia. Cualquiera puede comprobar la publicación de esas directrices relativas a la ocupación de los transportes públicos en el Diario Oficial de Galicia (DOG) del 10 de noviembre.
Como digo, muchas personas no acaban de entender que el freno del Covid-19 es responsabilidad de todos, sin distinción, aunque la máxima responsabilidad, por supuesto, sea de las autoridades. Sorprende, por lo tanto, que el Partido Popular le eche las culpas al alcalde de la ciudad de Vigo cuando la verdadera culpa es de la propia Xunta de Galicia, que no ha estado muy acertada en esas medidas.
La culpa de que la pandemia no tenga freno es de muchos inconscientes, de muchos irresponsables y de algunos negacionistas, y me gustaría decir que son pocas personas, pero desgraciadamente son muchas, más de las que imaginamos. En el mismo paquete también deberíamos incluir algunas compañías comerciales que son reacias a las medidas recomendadas porque no les convienen para su caja, pero que no lo manifiestan abiertamente y dejan relajar la situación a favor de sus beneficios. Me estoy refiriendo a grandes centros comerciales que presumen de medidas ‘anti Covid-19’ y de tener los aforos limitados, sin embargo, esas medidas y aforos, en realidad, son aplicables al conjunto del centro comercial y no a cada una de sus plantas.
El pasado sábado día 14 de noviembre, el sótano de un conocido centro comercial de la ciudad de Vigo, incluyendo la parte correspondiente al supermercado, estaba llena de gente, con niños correteando y con la mayoría de los clientes sin respetar las distancias de seguridad, y sin nadie que controlara la situación mientras por los altavoces seguían anunciando -presumiendo- sus medidas anti Covid19. Es algo que podía comprobarlo cualquiera que estuviera allí. Pero no ocurrió absolutamente nada y todo siguió igual durante el rato que estuvimos allí realizando una compra indispensable. Ante la situación de evidente peligro decidimos marcharnos rápidamente. Es posible que aquello estuviera ocurriendo porque nadie se atreve a enfrentarse contra los gigantes, poniendo a los grandes centros comerciales en su sitio, salvo cuando las cosas ya no tienen remedio.
Conviene recordar que en algunas poblaciones españolas han llegado a cerrar los grandes centros comerciales manteniendo abierto el pequeño comercio, mucho más controlable. En la Rúa do Príncipe, por ejemplo, existen comercios con controles automáticos de aforo o con algún vigilante para llevar a cabo esa labor. ¿Por qué tiene que llegarse al extremo de la sanción o del cierre, en cuyo caso siempre son los trabajadores los que salen perdiendo? Es preferible bajar los beneficios y seguir con las puertas abiertas que tener que cerrar y enviar a los empleados para casa. De todo esto se concluye que existe mucha publicidad, pero que en realidad se trata de frases vacías. La Xunta de Galicia, que es la principal responsable de toda la comunidad autónoma, debe actuar con decisión y con la responsabilidad que le corresponde.