Las humanizaciones de calles y avenidas, las nuevas instalaciones deportivas, la UNED, el Vigo-Vertical, la estación de Thom Mayne, la nueva Avda de Madrid o la remodelación del Barrio do Cura entre otros proyectos, señalan un antes y un después de la ciudad.
Aparte de esto, nos encanta a los vigueses que nuestra urbe sea la mejor decorada en las fiestas navideñas y que vengan visitantes de los cuatro puntos cardinales. Todo esto lo celebramos y lo aplaudimos calurosamente.
Pero hay una parte no menos importante de la que no se habla, y es el aspecto económico de la realidad viguesa, tanto en la ciudad como en la comarca.
Revisando datos para este artículo me he quedado de piedra, al comprobar que la comarca coruñesa casi triplica la contribución de la viguesa al Valor Añadido Bruto de Galicia (Datos de 2017). En concreto un 45,3% de La Coruña por un 17,6% de nuestra comarca. Y además vemos que el liderazgo coruñés dura ya 20 años y que cada vez se ensancha más la diferencia entre La Coruña y Vigo.
Me dirán Vds que eso es gracias a la contribución del universo Inditex en la economía coruñesa, pero aún así el dato para nuestra zona es demoledor.
No nos extrañará luego que veamos lo publicado sobre el sector naval vigués. Por ejemplo Vulcano, empresa que llevaba años en la UCI industrial y a la que solo falta redactar la esquela o las malas noticias generadas a la sombra del astillero Hijos de J. Barreras, que tan deficiente imagen están dejando en el mundo sobre el naval de Vigo.
En toda esta deriva algo tendrá que ver el perfil de los representantes económicos locales de los últimos años, que en algún caso más que empresarios industriales de prestigio parecían meros tratantes de pueblo.
No podemos olvidar aquí el grandísimo problema del comercio local, no recuperado de la gran crisis y al que las ventas por internet están terminando de enterrar y que se comprueba al ver las docenas de locales vacíos en nuestras calles.
En fin, que cuando vean Vds que sus hijos y sobrinos ventiañeros se tienen que ir a trabajar a Madrid, Barcelona, a Europa o al resto del planeta no se extrañen, y es que en esta ciudad ahora preocupan más los millones de leds que los cientos de trabajos que ya no proporcionan nuestras grandes y medianas empresas.