Sentirse solo no es lo mismo que estar solo. Lo primero, sin duda, es mucho peor. Estar solo no es malo, todo lo contrario, pues se trata de una soledad deseada o buscada. Sin embargo, sentirla se trata de una soledad impuesta o no controlada.
Los psicólogos constantemente escuchan en sus consultas las frases de «me siento solo o sola». Cada vez más personas se quejan de no ser escuchadas, sienten como si no fuesen importantes alrededor de su círculo; y es que en realidad cada quien va a lo suyo. Si bien, el problema no radica solo en las personas que van al psicólogo, sino a nivel general. Vivimos en la era de una sociedad narcisista en la que el ser humano está hiperconectado y a la vez sin vínculo.
Muchas personas no comprenden por qué se sienten vacías a pesar de estar rodeadas de gente. Reuniones familiares, salidas con amigos e interacciones en chats y redes sociales que resultan frívolas. Y es que la cuestión no es vivir solo, no tener pareja, trabajar de forma solitaria, etc.; la sensación de soledad radica en la escasez de vínculos emocionales y profundos que se establecen con los demás.
Vivimos en una época de hiperconexión por las redes sociales e internet, pero se basan en conexiones sin un lazo sólido. Se trata de enlaces líquidos, efímeros y reemplazables. Un ‘seguir’ y ‘dejar de seguir’ sin dilación y de forma automática. Muchas veces se abandonan rápidamente parejas, amigos, trabajos, lugares y grupos sin despedirse; y cuando el sujeto se da cuenta, queda devastado con el ghosting sufrido, quedando convertido en un átomo aislado e insignificante, y que le lleva a tomar conciencia de sus verdaderos vínculos: blandos, ligeros y distantes.
La cuestión no está en sentirse vacío, sino en qué hace el sujeto para llenar el mismo. Por desgracia, muchas personas que tienen esa sensación, buscan constantemente la atención y el reconocimiento mediante el bombardeo de publicaciones y/o historias para recibir likes y comentarios, también a través del incremento constante de seguidores y horas perdidas sobre la pantalla o, lo que es peor, mediante el chantaje y manipulación emocional a los más cercanos para obtener su recompensa. Un hábito peligroso que genera dependencia y obsesión hasta el punto de convertirse en personas narcisistas que utilizan a los demás para alimentarse.
Es importante no caer en este error, no dejarse contagiar por la presente epidemia de la soledad. Resulta paradójico, pero totalmente cierto. La clave es aprender a estar solo y amar la propia soledad —sin intentar llenar el vacío desde fuera—. Cuando te sientes completo y bien contigo mismo; entonces y solo entonces, las relaciones externas cambian de manera automática. De esa forma, aprendes a identificar las conexiones que valen la pena y las que no; permitiéndote establecer vínculos de manera saludable, ya que estos pasan de ser una necesidad para suplir un vacío, a compartir un llenado genuino con los otros.