Debemos recordar que el Partido Popular es el partido de la derecha, el partido de la patronal, el partido, en definitiva, de la clase social pudiente, por mucho que se esfuerce en dar la imagen de un partido que engloba, también, a la clase trabajadora, algo que es imposible porque ya se sabe que no se puede servir a dos señores tan diferentes al mismo tiempo.
En mi opinión, muchos trabajadores votan al Partido Popular por varios motivos. Aquí, en Galicia, cualquiera que tenga un metro cuadrado de terreno se cree un terrateniente; cualquiera que tenga un pequeño negocio o que trabaje por cuenta propia, aunque no tenga trabajadores a su cargo, cree que tiene una gran empresa y el derecho a codearse con los grandes empresarios; y cualquiera que trabaje por cuenta ajena también cree que más allá del Partido Popular no existe otra opción posible; sin olvidar que Galicia sigue siendo el país del caciquismo, el país del voto clientelar, el país donde la incultura política conlleva la creencia de que el voto sólo sirve para pagar los favores.
A pesar de todo esto, también ha tenido la culpa el PSOE de Madrid por no haber respetado la elección interna de los candidatos en el sur de Galicia, consiguiendo, así, un estrepitoso fracaso que debería servir para cortar las cabezas de los responsables de semejante elección y también las de sus elegidos, que no han estado a la altura de lo que se esperaba. Y el Bloque Nacionalista Galego también tiene su parte de culpa por haberse debilitado en discusiones y luchas internas perdiendo el fuelle necesario para una campaña que era decisiva. Con Ciudadanos es mejor no perder el tiempo porque ya se sabía que en Galicia tenía poco futuro, y que todo el mundo lo toma como marca blanca del Partido Popular, motivo por el que sus antiguos votantes seguramente han preferido apoyar directamente al primer partido y no perder el tiempo.
As Mareas merece un punto y aparte. Han subido de forma significativa, aunque insuficiente. Los votantes siguen viendo esta formación como demasiado atomizada —poco menos que un partido en cada puerta—, y la presencia de Podemos no ha quedado lo suficientemente definida y ha suscitado dudas.
En definitiva, Galicia se ha teñido totalmente de azul, seguirá convirtiéndose en un país de servicios, con trabajo en precario, con una sanidad que sólo se salva por la dedicación de sus profesionales, con una educación totalmente masificada en algunas vertientes y con un descontento general en los docentes de mayor edad, que son los que realmente tienen una visión más crítica. Por eso, hoy, como digo, debería ser un día muy triste para la clase trabajadora gallega, que es la mayoría de la población —porque los verdaderamente ricos y pudientes son muy pocos—, y, en cambio, se ha demostrado que la mayoría de los gallegos prefieren dar la imagen de millonarios y seguir sufriendo las consecuencias de un gobierno que los machaca mientras los convence de que eso es algo inevitable, y que la culpa la tiene el PSOE y todos los demás partidos. Será mejor que compremos un bote de vaselina.