Vaya marrón nos ha caído, y sobre todo al Concello de Vigo, con la aparición de los restos arqueológicos en la Rúa Elduayen. La acelerada construcción del túnel que se inicia en la Porta do Sol y que transcurre bajo la Rúa Elduayen camino del Paseo de Alfonso XII se ha visto frenada de repente.
Se sabe que bajo el suelo de la ciudad de Vigo existen numerosos restos de todo tipo, además de túneles, salinas, antiguos campos santos, iglesias…, de todo. ¿Y ahora qué se hace? ¿Paramos todo? ¿Realmente todos los restos merecen suficiente importancia como para paralizar el progreso?
Habrá que sopesar la importancia de lo descubierto y plantearse si el túnel debe continuar llevándose por delante esas casas que seguramente carecen de gran valor, o cubrir los restos arqueológicos con unas planchas transparentes de metacrilato para poder observarlas desde las aceras mientras el tráfico rodado pasa por encima, igual que el pequeño resto de la muralla que está al final de la Rúa Carral, totalmente olvidada y tapada desde hace unos años.
Este asunto de Elduayen plantea un dilema porque en la historia de la ciudad, sobre todo en las décadas de los sesenta y setenta del pasado siglo XX, se han destrozado muchas obras singulares y ahora existe el miedo de continuar con esa destrucción, aunque se ha derruido lo que algunos llamaban el adefesio de un hotel en Samil para construir otro adefesio de mayor tamaño, pero mucho más moderno, eso sí, y de una empresa muy importante que ahora estará muy agradecida.
En Elduayen hay numerosos restos y quizá carezcan de gran valor, pero hay mucho miedo a equivocarse porque sería un error demasiado notorio en las páginas de la historia viguesa. Además, a ese temor hay que sumarle el continuo interés de la Xunta de Galicia por entorpecer el progreso de la ciudad de Vigo, una cruz que siempre nos acompaña. A pesar de todo, Vigo seguirá escribiendo su propia historia.