Resulta incomprensible que en una ciudad como Vigo los Servicios Sociales permanezcan impasibles ante esta imagen penosa. Quien vive en este rincón del centro de la ciudad de Vigo alega no disponer de una plaza en un refugio y añade que la pensión social que le tienen asignada, en torno a los cuatrocientos euros, apenas le llega para el desayuno. Un desayuno que tendría que ser muy contundente para implicar un gasto mensual superior a los cuatrocientos euros, sin embargo, hemos comprobado que no es el caso.
Es evidente que algunas personas que viven en la calle no desean estar sujetas a las normas de un albergue, a la mínima disciplina social que conlleva, además de la higiene necesaria y razonable. No es la generalidad, por supuesto, pero algunas de estas personas prefieren vivir en la calle porque en la calle pueden hacer lo que les venga en gana, además de beneficiarse de la generosidad de los transeúntes.
Cuatrocientos euros de pensión casi no dan para vivir, es cierto, pero dan para mucho menos si parte de ellos se van en cerveza, en tabaco o en otras cosas, como es el caso. De cualquier modo, cada uno con su vida puede hacer lo que quiera, siempre que medie el respeto por todas las partes, por supuesto. Algunas personas, por una caridad mal entendida, probablemente para acallar sus conciencias, les donan enseres, tabaco y dinero, y nadie se atreve a decir nada en contra, como un tema tabú del que, en todo caso, sólo se habla con los más próximos, pero que es preciso sacar a la luz.
Los responsables -o parte de los responsables de resolver este problema- son los Servicios Sociales, ellos sí son los que tienen que actuar para solventar una situación que está a la vista de todos. De no hacerlo, cómo justifican entonces su existencia.