Lo dijo nuestro alcalde hace pocas fechas: “La Navidad ha finalizado en Vigo… y por tanto en todo el planeta”. Y las luces (muchos millones de leds) se apagaron.
Al que esto escribe sólo se le ocurre decir: “¡Alabado sea Dios, por fin!”. Ya no podía más con tanta noria, cacharritos de feria, mercados navideños, árboles y más árboles y renos, muchísimos renos, me salían los renos por todas partes. ¿Por qué narices tenemos que tragar con estos malditos animales si aquí nadie ha visto un reno en su vida? ¡Ni que esto fuera Laponia! Para eso mejor llenar todo de camellos (y dromedarios) que los hemos visto desde pequeños llevando a los Magos de Oriente. No sé, digo yo.
Así que pasado el empacho navideño vigués creo que hay que hacer alguna consideración al respecto, y sería resumiendo mucho el tema: “Menos es más, Sr. Alcalde”.
Vd. don Abel, ya nos ha puesto (a la ciudad) en la portada de todos los medios nacionales, escritos, radiofónicos y televisivos. Ya nos vienen los turistas a miles y hasta fuera de temporada, y los industriales hosteleros le hacen la ola a Vd. un día sí y otro también. En eso estamos de acuerdo, Vigo tiene hoy una presencia mediática que nunca tuvo. Pero con eso ya conseguido, creo que a nuestro montaje navideño hay que hacerle una pequeña depuración.
En primer lugar, quería hacer mención al mercado navideño de la plaza de Compostela. Suponemos que este tipo de mercadillos se montan a imagen y semejanza de los que instalan en esas fechas en muchas ciudades alemanas.
En Alemania las casetas se montan de forma ordenada en una plaza grande de la ciudad, suelen ser de madera, en sus tejadillos cuelgan unas luces navideñas y la estética del conjunto está muy cuidada. En sus casetas venden sobre todo recuerdos navideños (el equivalente aquí serían las figuritas del belén) y en algunas pocas venden vino caliente y algún tipo de comida para consumir mientras ves el mercadillo.
Aquí en nuestra querida Alameda lo que pusieron se parecía más al ‘feirón’ de Santos de Monterroso que a otra cosa. Por lo visto, las figuras del nacimiento nos importan una higa, porque aparte de algo de artesanía, lo que había eran casetas de comida y bebida, eso sí, a unos precios que a su lado los bares del aeropuerto de Barajas parecían económicos.
De la estética del mercadillo casi es mejor no hablar. Las casetas ciscadas por toda la plaza, con altas cerchas de madera que eran una agresión para la flora de la misma, contenedores de tapones de plástico, mesas sueltas sin ningún orden y, la gota que faltaba, unas casetas hechas de pretensado de madera con máquinas para dispensar botellas de una conocida marca de agua mineral. Todo eso junto en la plaza daba una imagen bastante penosa. No entiendo el porqué las casetas tienen que invadir los jardines cuando se pueden instalar en el perímetro.
También me gustaría comentarle a don Abel que una cosa son los adornos navideños y otra muy distinta las atracciones de feria instaladas en Areal y Rosalía de Castro. ¿A qué vienen esas máquinas de hacer ruido en zonas tan pobladas como son esas calles? ¿Es que esos vecinos, que también pagan altísimos impuestos municipales, no tienen derechos? Yo creo que el tema se nos ha ido absolutamente de las manos, y que nuestro alcalde se ha emborrachado del éxito con los millones de leds y las miles de visitas.
Por cierto, hablando de este tema, “según el Instituto Nacional de Estadística nuestra ciudad registró en diciembre pasado 74.220 pernoctaciones, dato que contrasta con las 400.000 en 50 días que anunció el alcalde”. (VIGOE)
En fin, que al menos hasta el próximo noviembre no se me volverán a aparecer los malditos renos como en la película ‘Pesadilla (viguesa) en Navidad’.