En la ciudad de Vigo existe una gran expectación frente a grandes proyectos urbanísticos que no terminan de consolidarse. Existe expectación, pero también cierta desilusión e incluso un gran descontento y desconfianza de los anuncios de nuevos proyectos. Salvo muy contadas excepciones —como el centro Vialia— los grandes proyectos urbanísticos de la ciudad de Vigo siempre se mueren antes de comenzar o, en todo caso, al poco tiempo entran en vía muerta.
Sobre el tema urbanístico vigués podríamos traer a esta columna varias preguntas que están a pie de calle. ¿Por qué razón, al cabo de tantos años, aún están paradas —o ralentizadas— las obras del Barrio do Cura? ¿Por qué razón las grandes firmas comerciales como Ikea o Leroy Merlin no encuentran facilidades para instalarse en nuestra ciudad o en su entorno? Asimismo, también podríamos preguntar qué ocurre con el anunciado proyecto de remodelación de la Panificadora, la antigua fábrica de pan que languidece en el centro de la ciudad y que sigue a la espera de mejor suerte, aunque el proyecto anunciado y promovido por el Concello de Vigo también cuenta con la participación de la Zona Franca, lo cual es una cierta garantía, pero, de momento, sólo es un proyecto.
Otro punto de conflicto es la Avenida de Madrid. Tal como está —desde hace muchas décadas, por cierto— es la entrada más siniestra e indigna que pueda tener una ciudad. Pero también hay que decir que ninguna corporación municipal ha hecho nada hasta la fecha para remediarlo. Sólo palabras.
La Praza de España es otra espina dolorosa. Lleva años —varias décadas— a la espera de una transformación profunda y necesaria. Toda la ciudadanía coincide en que es una vergüenza que una de las principales plazas de la ciudad de Vigo, la entrada más importante por carretera, esté en unas condiciones tan deplorables. ¿Por qué no se autoriza, por fin, la urbanización de esos terrenos baldíos que dan una imagen penosa de la ciudad más grande e industrial de Galicia? ¿No va siendo hora de trasladar la estatua de los caballos para otro emplazamiento digno y colocar ahí, por ejemplo, una gran fuente luminosa que realce el conjunto?
No menos importante es la situación de la fachada marítima viguesa, en la que numerosas naves industriales y terrenos esperan su urbanización desde hace años. La rúa Teófilo Llorente está llena de históricas naves industriales que en su día tuvieron sus momentos de gloria y que, desde hace décadas, van derrumbándose lentamente. Por supuesto que una parte quizá sea de incumbencia del Puerto, pero no todo es del Puerto. Estoy seguro, sin temor a equivocarme, que existen promotores interesados en reconvertir toda esa zona degradada en una fachada moderna y llena de servicios.
Todo son buenas palabras y parabienes cuando se habla de urbanismo en la ciudad de Vigo, sin embargo, los proyectos nunca terminan por consolidarse como realidades tangibles. Así las cosas, en el caso concreto de Ikea y de Leroy Merlin, por ejemplo, la ciudadanía viguesa se ve obligada a desplazarse a ciudades como Oporto o A Coruña para encontrar los servicios de esos centros comerciales.
Una vez más, defiendo —y seguiré defendiendo— a Abel Caballero como el mejor alcalde que ha tenido la ciudad de Vigo en toda su historia reciente, y el que más defiende sus intereses, pero él no va a hacerlo todo, para eso tiene un equipo. Está claro que el urbanismo de la ciudad de Vigo tiene demasiadas asignaturas pendientes y que la Xunta de Galicia pone todas las trabas posibles para detener o siquiera retrasar el desarrollo de la ciudad de Vigo. Nadie duda que esto es así, y que ha sido así, incluso cuando la Xunta estaba gobernada por quienes ahora están en la oposición, incluso cuando alguna persona que ahora ocupa una concejalía en el Concello de Vigo asumía la responsabilidad de una consellería con la que pudo ayudar a la ciudad de Vigo, pero no lo hizo. Y ahora tampoco parece existir voluntad de aprobar y de facilitar realmente todas estas actuaciones que comentamos. Quizá sea porque esa persona a la que me refiero sólo está calentando la silla. En definitiva, otro peso muerto para la ciudad de Vigo, además del lastre que pone la Xunta de Galicia.