Los líderes de las principales potencias mundiales y dictadores con pretensiones nivel Dios, machos alfa analfabetos, chulos de bar, bravucones de patio de colegio que no tienen ni media hostia -salvo Putin, cuidado-, están en el peligroso punto de demostrar quién la tiene más grande. La bomba, se entiende, porque lo que es la masa encefálica todos parecen tenerla igual de licuada.
Esta panda de pretenciosos engreídos con gran poder y sin pudor, que tienen más peligro que Charlton Heston en la feria del rifle, hasta ahora se dedicaban a hacer pruebas de fuerza y a enseñar subrepticiamente algún obús a los medios de comunicación o incluso pasear misiles nucleares en desfiles a lomos de enormes remolques de numerosas y gigantescas ruedas. Pero el gallito de Trump ha querido dejar claro que no es un chulito de boquilla, que farda por fardar sin pasar a la acción, y ha arrojado sobre Afganistán dieciséis millones de dólares en forma de pepino mecánico no atómico.
Este fenómeno ha entendido a su manera la necesidad de inversión para acabar con la guerra que defienden organizaciones internacionales en otro sentido y ha pedido, además, 54.000 millones adicionales para defensa y -¿por qué no?- ataque. Pero Trump no es el único cachondo de este circo de políticos descerebrados. Porque nada más explotar la «madre de todas las bombas» (MOAB) sobre los túneles yihadistas, el gobierno ruso se ha apresurado a decir que la suya es cuatro veces más grande, que se llama FOAB -el padre de todas las bombas-, que es termobárica y produce una explosión equivalente a 44 toneladas de TNT.
En un anuncio televisivo dos hermanos pijos preguntan con pretensión de humillar a un compañero del insti -presumiendo del equipamiento del coche de su papi-, ¿y tu padre qué tiene?, el chaval, orgulloso, contesta: wifi. Pues aquí el padre ruso tiene más toneladas, más potencia y más muerte que los americanos, que a estas horas ya estarán como locos poniendo goma dos, nitroglicerina, mucha mala leche y ninguna responsabilidad en el siguiente misil. La inteligencia militar es una contradicción en sí misma y la voluntad política de alcanzar una solución pacífica en tantos conflictos armados no sabe, no puede o no quiere.
Con este panorama -por otra parte el más común de la historia de la humanidad-, con los más locos al frente del manicomio y después de presenciar una nueva marcha militar multitudinaria de Corea del Norte, con un entusiasta Kim Jong-Un como un niño con sus nuevos zapatos de pisar vidas, en dos telediarios tenemos encima la suegra de todas las bombas. Cualquier día, la refinitiva.