El apóstol Tomas tuvo que ver para creer, mientras que tener “fe” es todo lo contrario como así predicaba Jesucristo y los políticos de toda la vida. Últimamente estamos viviendo en Vigo una tormento político mediático sobre lo menos malo, y lo muy malo que es el nuevo hospital Álvaro Cunqueiro; en muchos casos pretendiendo predicar la fe de que solo hay un mal.
Mirar algo, o a alguien, con mucha atención y detenimiento permite al individuo adquirir algún conocimiento sobre el comportamiento y características; es lo que se llama “observar”. Si uno se pasa quince horas en una sala de urgencias tiene la oportunidad de ser un observador privilegiado para tener un juicio de valor del río de información que nos inunda por doquier.
Para no llamarnos a engaño, decir claramente que la problemática del pago en el parking de este nuevo hospital es errática de principio a fin. Pero es una tormenta para otro momento.
He tenido la experiencia personal de pasarme 15 horas en “urgencias” del Álvaro Cunquiero, desde las 23:30 horas del pasado 15 de octubre, hasta las 16:30 del viernes 16 de octubre, por una insuficiencia cardiaca de un familiar. Tiempo suficiente para observar a pacientes y profesionales del servicio galego de la sanidad pública.
La atención medica al familiar excelente, le hicieron todas las pruebas posibles. En algún momento hubo retrasos por la sencilla razón que alguien del hospital extravió el informe médico para dar paso a una nueva prueba. Y también he visto lo que sucedió con otro paciente, al que no le encontraban el informe médico hasta que un familiar se tropezó con la documentación bajo la espalda del paciente; el cual notaba que algo le molestaba.
De cómico, por no utilizar otro adjetivo, la desorientación voluntaria del espacio de trabajo. Era normal escuchar la pregunta: “¿… por dónde llevo al paciente hasta rayos?, etc.”. Algo chocante que unos trabajadores lo comenten sin más preocupación, no sé si para que el paciente o familiares se pongan más nerviosos. Dije voluntario porque lo normal es que para un espacio tan grande debe de existir información sobre el complejo, y la hay. Existe un mapa con información para no tener que utilizar el “gps boca – oreja”, en algún sitio lo tendrán olvidado.
Cierto es que será muy complejo el acoplamiento de dos grupos de trabajo de profesionales venidos de otros dos hospitales a un nuevo centro, caso desde el Hospital Xeral (en pleno centro de la ciudad) y del Meixoeiro (en el extrarradio) al nuevo Álvaro Cunqueiro (a 4,5 km. del Xeral); está estudiado el tiempo que se necesita para integrar recursos humanos. Pero lo más llamativo durante la vigilia nocturna era ver como enfermeras, enfermeros, celadores y celadoras estaban muy pendientes del “smarth phone”, también llamado “aparello electrónico intelixente”, consultando “whatsapp”. Una red social que en España tiene 20 millones de usuarios, somos lo europeos que más le atizamos a esta red. Un poco chocante que durante la madrugada se esté de palique digital, pero vamos que enfermedades hay muchas y variadas.
La periodista Charo Sardina, en su artículo: “Infoxicación, la epidemia del siglo XXI”; arroja el dato del Instituto de Políticas de Tecnología de Washington que cada 100 minutos de conexión a internet se pierden 27 de trabajo, 29 de socialización, 12 de sueño y 6 de actividades educativas.
Con esta cuenta, claramente hay alguien que está perdiendo el tiempo en vez de trabajar en un centro hospitalario, porque además en urgencias también aprovechaban para navegar por internet.
Otro capítulo interesante de la noche ha sido ver el adoctrinamiento de un celador a un hombre que tenía a su mujer en una camilla, y que estaba que trinaba porque las pruebas que le tenían que hacer a su mujer no se realizaban, acumulando horas y horas de espera. Y que el celador aprovechó para recalentar las neuronas del individuo, inoculándole todo tipo de quejas profesionales, entregándole una hoja con más información, todo en aras de atraer más personas a la causa común de la problemática que anuncian los celadores. Acción que pareció satisfactoria para el celador porque incluso el familiar tuvo unas palabras de queja con el Subdirector de Urgencias (este no sabía que tenía ese cargo), el cual pasaba por allí consultando una información en el mostrador de la sala; mostrador que algún celador no dudo de colocar su posaderas en algún momento. Pero a la mañana siguiente el hombre debió de caer en la cuenta que le estaban tomando el pelo los mismos que le decían que el problema no eran ellos, así que puso a las enfermeras y demás de “chupa de dominé”, vamos que “a parir” hasta la saciedad.
Un dato constatado es que en la “sanidad” hay médicos y otros profesionales de la medicina, se mantiene la separación del corporativismo. Y es evidente que en este nuevo hospital existe una guerra soterrada entre personal venido del Xeral y los del Meixoeiro. Por situaciones vividas en otras fechas, uno enseguida detecta si el profesional que le atiente ha pasado por el Xeral o por el Meixoeiro. Y en cuestión de horas conocí el dato de que la situación existe, y que saben que les llevará entre dos y tres años lograr la paz laboral entre estos dos grandes grupos; en mi humilde opinión, más bien cinco años, como el proceso del “luto”. Entre otras cosas porque el desgaste social que están creando con las numerosas protestas que promueven, que están en su pleno derecho, también les afectará a todos ellos de pleno.
Podría contar más anécdotas, en algún momento parecía más un mercado que una sala de urgencias, pero no se trata de aterrorizar a la población. Tan solo hay un camino para que todos salgamos ganando: asumir cada uno sus responsabilidades. No sea que el contribuyente empiece a predicar lo que otros no dicen que dicen, y la torre de Babel se convierta en un partido a tres bandas en la Liga del CHUVI.
Ah! Por favor, cuando vuelva a observar en el Álvaro Cunqueiro, me gustaría ver aquellos carteles humanitarios que decían “Silencio, zona hospitalaria”, y “desconecten el móvil”.