La campaña que ha realizado el candidato Salvador Illa en Cataluña no ha sido, precisamente, muy lucida. Por el contrario, ha estado incluso adobada por algunas cuestiones controvertidas, como el haberse negado a realizar una prueba PCR. Sin embargo, los resultados electorales hablan por sí solos y el caso es que ha conseguido relanzar el PSC (Partit dels Socialistes de Catalunya) en número de votos. Aunque ese triunfo no le permitirán gobernar, salvo pactos imposibles.
Los resultados del cómputo de votos están en todos los medios de comunicación, pero debido a curiosos entresijos electorales no se corresponden con la representación en el Parlamento. El triunfo en escaños se reparte entre PSC, ERC (Esquerra Republicana de Catalunya), y JxCat (Junts per Catalunya), la coalición de Carles Puigdemont. A cierta distancia está el resto de las formaciones políticas: CUP (Candidatura de Unitad Popular), seguida de VOX, que alcanza representación parlamentaria, ECP-PEC (En Comú Podem – Podem En Comú), CS (Ciudadanos), que perdió votos seguramente en favor del PSC, y el Partido Popular (PP), que se estrelló y cuyos votos perdidos seguramente también fueron a parar a VOX y al PSC.
Conviene recordar ahora que Salvador Illa comenzó la campaña catalana mucho antes de la señal oficial de salida, seguramente ignorante de que llegaría a ser el candidato del PSC en sustitución de Miguel Iceta, una jugada estratégica de gran inteligencia. Su imagen formal, su talante conciliador y su temple durante la evolución de la pandemia, sin duda, han contribuido al resultado. Pero su trabajo en campaña hay que reconocer que ha sido totalmente gris. Cabe preguntarse, por lo tanto, qué ocurriría si Illa hubiera realizado una campaña brillante. Pero la realidad es la que es.
El PP se ha estrellado, ya digo, seguramente como consecuencia de los datos que Bárcenas va poniendo sobre el mantel, pero también porque Cataluña nunca fue un terreno favorable para esa formación de derechas que actualmente está tambaleándose, frente a otra, VOX, que se muestra mucho más coherente y limpia de escándalos ante el electorado.
Resumiendo mi opinión, está claro que en Cataluña existe una gran tendencia independentista. Los partidos constitucionalistas, aún agrupados en una hipotética coalición, no llegan a contrarrestar al conjunto independentista. Salvador Illa ha salido victorioso, es evidente, pero su triunfo ha sido una victoria pírrica porque no le garantiza la gobernabilidad catalana. Por tal motivo, se abre ahora un conjunto de posibilidades y entre ellas algunas que, como ha he dicho, pueden ser complejas y de apariencia imposible. Sin embargo, no olvidemos aquello de que la política hace extraños compañeros de cama. Ni tampoco olvidemos que Cataluña, aunque nosotros no lleguemos a verlo, terminará consiguiendo lo que se ha propuesto.