Esta es la fotografía de un semáforo de la ciudad de Vigo y seguramente podría corresponder al de cualquier otra población española. En este caso concreto corresponde a la luz roja de uno de esos pequeños semáforos que están colocados en la parte baja de la torreta semafórica con objeto de facilitar que los conductores puedan ver las luces desde sus vehículos.
Ahora, casi todos los semáforos utilizan la tecnología led, que consume unas veinte veces menos que la iluminación convencional y que, además, no se calienta. La iluminación led ha irrumpido de un modo notable en nuestras vidas, así, y las calles y plazas utilizan iluminación led, y también los nuevos vehículos y los hogares, incluso los aparatos de televisión, las pantallas de ordenador, los juguetes y las linternas.
Muchas personas desconocen que todo esto se basa en los efectos de algunos materiales. Uno de ellos es el efecto fotoeléctrico, un descubrimiento de Albert Einstein que le valió el premio Nóbel de Física en 1921. El efecto fotoeléctrico se basa en que algunos materiales, al ser sometidos a una corriente eléctrica, emiten una luz.
Pero tampoco sería justo que al hablar de este asunto quedara en el olvido Michael Faraday, quien muchos años antes que Einstein, en 1833, descubrió los materiales semiconductores, que hoy están presentes en casi todos los aparatos que nos rodean. Estos materiales, los semiconductores, sólo permiten el paso de la corriente en un sentido, y reciben el nombre de diodos. Esos son, precisamente, las diminutas bombillas que vemos en la fotografía y que, en su conjunto, forman la luz roja del semáforo.
Todo esto de las luces led resulta aparentemente muy moderno, sin embargo, en realidad se basa en unos descubrimientos científicos de 1833 y de 1921. En los años sesenta del pasado siglo XX comenzaron a utilizarse los diodos, pero no se popularizaron hasta hace bien poco porque su fabricación era costosa y compleja. Hasta que Shuji Nakamura, Hiroshi Amano e Isamu Akasaki inventaron un sistema de fabricación muy barato basado en las sustancias Nitruro de Indio y Nitruro de Galio, que les valió el premio Nóbel de Física en 2014.