Siempre nos han contado que la primera mujer se llamaba Eva, y que había nacido de la costilla del padre Adán. Pero, la realidad es que en el Antiguo Testamento existen dos versiones del relato de la Creación, y dos versiones bien distintas. Para los que sientan curiosidad, una de ellas aparece en Génesis, 1:1-31, y otra en Génesis, 2:1-25.
Olvidaron informarnos que en el primer relato, aquel que no interesó mucho divulgar, Dios creaba al hombre y la mujer al mismo tiempo y del mismo material, la tierra.
Lilith, la primera, antes de que se extendiera la versión de Eva, la usurpadora del título, era independiente y rebelde, por lo que acabaría convertida para el misticismo judío en un demonio nocturno y asesina de niños. Sin embargo, la sumisión de Eva consiguió encumbrarla a progenitora indiscutible de la humanidad, dónde Adán pasó a ser el protagonista incuestionable y Lilith quedó borrada de un plumazo.
Esto nos lleva a siglos y siglos de evolución dónde las hijas de Lilith han tenido que pelear duramente para dejar de ser consideradas hijas de Eva.
Muchas pioneras decidieron luchar por los derechos de las mujeres, de todas las mujeres, demostrando que una mujer está tan capacitada como el hombre para alcanzar puestos destacados (Cleopatra, Isabel la Católica, Catalina La Grande).Las sufragistas marcaron un antes y un después, consiguiendo, al menos, la igualdad ante las urnas. Con paciencia y tenacidad se han ido derribando trabas para que la situación de igualdad entre hombres y mujeres sea por fin un hecho, pero en pleno siglo XXI todavía falta demasiado para que esto sea una realidad palpable, lo demuestran las estadísticas todos los días.
Pero, ¿cómo es posible que un señor, a sabiendas de que sus declaraciones se harán públicas, pues pertenece al círculo más íntimo de un personaje público, como una ex alcaldesa de una ciudad importante, sea capaz de decir que si su esposa hace determinada cosa “la corre a bofetadas”? ¿Se puede ser tan retrógrado para saltarse lo políticamente correcto?
Creo que esto solo evidencia que las hijas e hijos de Lilith tendrán que seguir negociando mucho para conseguir la igualdad de facto con las hijas y los hijos de Eva.